El desafío de la salud pública en la actualidad está íntimamente ligado a los hábitos dietéticos. En la última década, el consumo de azúcar añadido en alimentos y bebidas ha escalado a niveles preocupantes. Este exceso está directamente correlacionado con el aumento de peso y un riesgo significativamente mayor de desarrollar enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2 y diversas afecciones cardiovasculares. Datos recientes del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) en México reflejan esta tendencia alarmante, mostrando un crecimiento en el consumo de azúcares, tanto en zonas urbanas como en rurales.

Ante esta realidad epidemiológica, la comunidad de especialistas en nutrición y salud ha tenido que buscar herramientas prácticas y seguras que permitan a la población realizar ajustes dietéticos sin sacrificar completamente el placer del sabor dulce.

Es en este contexto donde los sustitutos del azúcar han cobrado una relevancia crucial. Dentro de este grupo, los edulcorantes no calóricos destacan como una alternativa validada por la ciencia. Estos compuestos ofrecen la posibilidad de mantener el deseado sabor dulce en la dieta, pero sin las severas repercusiones metabólicas del azúcar, como el aumento de peso descontrolado o el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles.

La perspectiva de los especialistas en diabetes

Gisela Ayala, Directora de la Federación Mexicana de Diabetes, ha enfatizado la urgencia de abordar este problema. En su participación en el webinar «Impuestos, salud y economía: evidencias y desafíos en América Latina», Ayala señaló categóricamente que el azúcar es uno de los principales factores de riesgo que detonan el sobrepeso, la obesidad y el desarrollo de diabetes tipo 2 en México. La complejidad de estas tres condiciones hace imperativo que los consumidores cuenten con opciones viables para modular su ingesta calórica.

La Asociación Latinoamericana de Diabetes (ALAD) respalda el uso estratégico de estos compuestos. Según sus directrices, incorporar edulcorantes no calóricos dentro de un plan de alimentación estructurado y supervisado puede ser de gran ayuda para controlar los niveles de glucosa en sangre y contribuir activamente al mantenimiento del peso corporal. Además, una ventaja frecuentemente olvidada es su capacidad para reducir el riesgo de caries dentales, lo que los convierte en una opción útil para cualquier persona con restricciones o deseos de reducir el consumo de azúcar.

Ayala explicó que estos edulcorantes son una herramienta valiosa en el proceso de cambio de hábitos alimenticios. No se trata de una solución mágica, sino de un puente que permite a las personas realizar una transición gradual hacia dietas menos azucaradas sin experimentar una privación total del sabor dulce, siempre que su uso sea con moderación y como parte de una dieta equilibrada.

Seguridad y regulación: la ingesta diaria aceptable (IDA)

Una de las preocupaciones más comunes del público es la seguridad de los sustitutos del azúcar. Es fundamental destacar que en México, al igual que en la mayoría de los países, los edulcorantes utilizados están estrictamente regulados. Las autoridades sanitarias nacionales han aprobado un listado de compuestos seguros que incluyen aspartame, acesulfame potásico, sucralosa, sacarina, glucósidos de esteviol (estevia), ciclamatos, alitame, neotame, advantame y alulosa.

Para garantizar la seguridad alimentaria, las agencias de salud a nivel mundial establecen una Ingesta Diaria Aceptable (IDA) para cada tipo de edulcorante. Esta IDA representa la cantidad específica de un edulcorante que puede consumirse de forma segura todos los días a lo largo de la vida de una persona sin riesgo de efectos adversos.

Santiago López Jaramillo, Director Ejecutivo Regional para América Latina y el Caribe del International Council of Beverages Associations (ICBA), subrayó este punto al destacar la rigurosidad en la aprobación: «Todos los ingredientes utilizados en las bebidas deben contar con la aprobación de las autoridades sanitarias de cada país. Esto incluye a los edulcorantes bajos y sin calorías, que se emplean para reducir o reemplazar los azúcares, manteniendo o aportando el sabor dulce».

Esta supervisión constante por parte de agencias como la FDA en Estados Unidos o la EFSA en Europa proporciona una garantía robusta sobre la inocuidad de estos ingredientes.

Ayala añadió que, además de estas regulaciones, es vital fortalecer la educación en diabetes y nutrición, para que las personas puedan comprender no solo las recomendaciones, sino también la seguridad y el rol de los productos que consumen en su salud pública individual.

Desmitificando efectos secundarios y mitos

La desinformación ha generado muchos mitos en torno a los edulcorantes. Entidades de prestigio como la Mayo Clinic han revisado la evidencia científica, concluyendo que los sustitutos del azúcar no provocan problemas graves de salud cuando se utilizan dentro de los límites de la IDA. La clave está en la moderación y en la comprensión de su rol como herramienta de reemplazo, no como un ingrediente para el consumo indiscriminado.

No obstante, es cierto que un consumo excesivo de ciertos tipos de edulcorantes puede ocasionar efectos secundarios leves, como una acción laxante o alteraciones menores en la microbiota intestinal en personas sensibles.

Por ello, la recomendación de salud es generalizada: los edulcorantes no calóricos deben utilizarse con moderación y deben complementarse siempre con una dieta rica en alimentos frescos y bajos en procesados. Son un medio para lograr una ingesta calórica menor y favorecer una alimentación más saludable.

El debate sobre la fiscalidad  y las alternativas

En los últimos años, ha surgido en algunos países la propuesta de gravar o imponer impuestos a las bebidas que contienen edulcorantes bajos o sin calorías. Los especialistas y la industria, representada por organismos como el ICBA, han coincidido en que esta medida carece de una base científica sólida. No existe evidencia que demuestre que este tipo de gravámenes tenga un impacto positivo en la reducción del consumo de azúcar o en la mejora de la salud pública a nivel poblacional.

Por el contrario, imponer impuestos a las alternativas bajas o sin calorías podría resultar contraproducente. Esta iniciativa limitaría las opciones disponibles para aquellos consumidores que están activamente buscando reducir su ingesta calórica o que necesitan controlar condiciones médicas preexistentes como la diabetes y el sobrepeso. Mantener la disponibilidad y la asequibilidad de los edulcorantes no calóricos es crucial para apoyar a los consumidores en sus esfuerzos por adoptar un estilo de vida más saludable y en el control de glucosa.

En resumen, los edulcorantes no calóricos son una herramienta de salud con el aval de la ciencia y las agencias regulatorias. Utilizados con moderación y dentro de una dieta balanceada, ofrecen una vía segura para satisfacer el gusto por lo dulce, mientras se combate el verdadero enemigo de la salud pública moderna: el consumo excesivo de azúcar.

Fuente: ICBA, modificada por Mariel Gadaleta 


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