Las relaciones humanas son experiencias complejas; las hay pasajeras, esas personas que pasan por tu vida y dejan enseñanzas y se van. Hay otras que llegan y se quedan grandes temporadas y ayudan a que una crezca junto con la otra, que por lo que sea se dan oportunidad de compartir experiencias que ayudan a que una descubra cosas de sí misma y pueda ver más de lo que una es.
También hay esas personas que ves por primera vez y que, aunque parece ser una persona nueva en tu vida, pareciera que la conoces de toda la vida, o quizás sí, ¡la conoces de todas tus vidas! Y esas personas sorprenden mucho, porque pareciera que sabes todo de ellas y nunca antes la habías visto, pero sientes en tu corazón como un gran cariño añejo y las comprendes… sabes cómo se sienten y hasta asusta de lo que uno siente a cerca de una persona que acaba de conocer.
Están esas personas que forman parte de tu vida, y en el proceso de evolución dejan de coincidir en lo que una o la otra o las dos sienten y/o piensan, entonces se bifurca la relación y la amistad termina. Aquí hay que decir que es importante saberlas soltar, porque muchas veces generamos apegos por lo importante que fueron algún día. Este tipo de relación se puede percibir mucho en pareja, que fueron muy intensas y al paso del tiempo se pierden los vínculos comunes y requieren continuar por sus propios caminos que no suelen ser paralelos, y se trata de mantener el vínculo, exigiendo de una relación que no puede dar más; esto lleva al rompimiento o a lastimar o lastimarse.
Sí, las relaciones son algo que prevalece en la experiencia de vida de cualquier ser humano que habita esta tierra, no hay manera que evitemos este tipo de vínculo en nuestras vidas y lo más hermoso es que están ahí para que aprendamos de ellas de todas formas. De las personas con las que nos relacionamos íntimamente, de las personas con las que tenemos un vínculo de sangre, de las personas que pasan delante de nosotros y siguen su curso, de la chica que nos atiende en el súper, del hombre que recibe tu dinero en el transporte público, del camionero que se te cierra en el tráfico… todos, todas, están ahí para que aprendamos algo, para reflejar algo y para aprender más de mí misma… incluso si se tratara de un ladrón o un agresor, esos también tienen una razón de ser en nuestro camino y en nuestra vida.
Una pareja que me rompe el corazón, está ahí porque hay algo que tengo que aprender de esa relación. Un dependiente de un supermercado que me trata agresivo, está ahí porque hay algo que tengo que aprender de esa relación. La persona que se sienta a mi lado en el transporte público, está ahí porque hay algo que tengo que aprender de esa relación; el taxista platicador que me lleva y en el camino trata de convencerme que la Biblia es el camino, está ahí porque hay algo que tengo que aprender de esa relación; la persona con la que duermo y todos los días, está ahí porque hay algo que tengo que aprender de esa relación; la amiga que tienes años llevándote de forma cotidiana y cercana aunque esté en otra ciudad, está ahí porque hay algo que tengo que aprender de esa relación… así, todas las personas que habitan el planeta, que han pasado y has tenido algo que ver con ellas, directa o indirectamente están ahí porque hay algo que tengo que aprender de esa relación.
Y ¡sí! Parte fundamental de la vida es lo que hacemos con nuestras relaciones, aprender de ellas y encontrar eso que veo afuera, dentro de mí y así dejar brillar más mi propia luz.
Hoy sólo quiero reflexionar y compartir lo importante de las relaciones humanas en nuestras vidas, porque en estos tiempos de festejos, celebraciones y reuniones, compartimos y convivimos con tantas personas, que sería maravilloso que las podamos ver con estos ojos conscientes y las descubramos y agradezcamos por todo lo que aprendemos y tomamos de ellas.
¡Felices fiestas! ¡Y relaciones humanas, en esta Navidad!
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