
En el vertiginoso mundo de la gastronomía contemporánea, una gran cena ha dejado de ser simplemente una sucesión de platos deliciosos. Hoy, las experiencias más memorables son aquellas que nos transportan, que cuentan una historia y que estimulan cada uno de nuestros sentidos. Son una fusión perfecta de ambiente, creatividad líquida, audacia culinaria y un servicio que roza la telepatía. Es, en esencia, una velada que se convierte en un recuerdo imborrable.
En el corazón de la Ciudad de México, en el piso 56 de uno de los rascacielos más icónicos de Paseo de la Reforma, existe un espacio que ha perfeccionado este arte. Un destino gastronómico donde la cocina asiática moderna se encuentra con una coctelería vibrante y una de las vistas más espectaculares de la capital.
Este artículo no es una simple reseña, sino la deconstrucción de un menú perfecto, un viaje a través de una experiencia gastronómica en CDMX que nos enseña cómo se construyen los momentos inolvidables, desde el primer trago hasta el último bocado.
El escenario: cuando la ciudad se convierte en parte del plato
Antes de que llegue la primera copa, el primer plato que se sirve es la propia ciudad. Cenar a esta altura, con el Campo de Marte y el Castillo de Chapultepec extendiéndose a tus pies y un mar de luces parpadeando hasta donde alcanza la vista, es una experiencia que te saca del día a día y te coloca en un estado de asombro.
Los mejores restaurantes con vista en CDMX entienden que el entorno es fundamental. No se trata solo de tener un ventanal, sino de diseñar un espacio que dialogue con el paisaje. Una iluminación cálida que no compita con las luces de la ciudad, una distribución que ofrezca intimidad sin sacrificar la sensación de amplitud y una banda sonora que eleve la energía sin interrumpir la conversación. Este ambiente vibrante es el lienzo sobre el cual se pintará la experiencia culinaria; es el que establece el tono y te prepara para lo que está por venir.
El primer acto: la coctelería como declaración de intenciones
La coctelería de autor es la carta de presentación de un restaurante moderno. Es el primer indicio de la creatividad y la filosofía de la cocina. Un cóctel de bienvenida no solo debe ser refrescante, sino también sorprendente, una invitación a abrir la mente y el paladar.
Imagina un cóctel de un vibrante tono rosado, servido en una copa elegante. La base es un vodka suave, que se eleva con las notas florales y complejas de un licor de flor de saúco. Un toque de cítricos recién exprimidos aporta el balance y la frescura necesarios para despertar los sentidos. Y entonces, el giro inesperado, el toque de genialidad: una delicada nube de algodón de azúcar que corona la bebida, disolviéndose al contacto con el líquido para añadir un dulzor lúdico y un elemento de pura fantasía. Este tipo de creación no es solo una bebida; es una declaración de intenciones que te dice: «prepárate, esto no será una cena ordinaria».
El viaje culinario: platos que cuentan historias
Una vez que el ambiente y la coctelería han establecido el tono, comienza el viaje a través de los sabores. En la alta cocina de hoy, los platos están diseñados para ser compartidos, para generar conversación y para ser, en sí mismos, una experiencia.
El Plato insignia: una dosis de audacia. Todo gran menú tiene un plato que define su carácter. En este caso, es una muestra de atrevimiento que fusiona el lujo con lo exótico. Visualiza una combinación que desafía las expectativas: la suavidad y el marmoleado perfecto del wagyu japonés, la explosión salina y lujosa del caviar y, para marcar la diferencia, un crujiente y sorprendente alacrán comestible. Este no es un plato para los tímidos. Es una experiencia diseñada para ser recordada, para generar una historia que contarás al día siguiente. Es la prueba de que la gastronomía también es riesgo y emoción.
Los platos para compartir: el corazón de la experiencia. Tras la audacia, llega el momento de los sabores que reconfortan y deleitan en comunidad. Los platos al centro de la mesa son el corazón de la velada.
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Frescura y textura. Unos tacos servidos en hojas de lechuga crujiente en lugar de tortilla son una opción fresca y ligera. El relleno, una costilla de res (short rib) braseada lentamente durante horas hasta que se deshace, aporta una profundidad de sabor increíble. La combinación de la lechuga fresca y la carne jugosa es un juego de texturas magistral.
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Decadencia y umami. El arroz frito, un clásico de la cocina asiática, se eleva a otro nivel. Aquí, se enriquece con la untuosidad y la riqueza del tuétano, que se mezcla con los granos de arroz, creando un plato profundamente sabroso, lleno de umami y absolutamente adictivo.
Estos platos demuestran que la cocina asiática moderna puede ser a la vez sofisticada e increíblemente satisfactoria, invitando a los comensales a interactuar y a compartir.
Un postre para recordar
El postre no puede ser una ocurrencia tardía; debe ser el broche de oro, el punto final que redondee la sinfonía de sabores. Un postre maestro lleva la experiencia a otro nivel, como una creación que juega con un solo ingrediente en múltiples texturas. Imagina un postre de chocolate que se presenta como una escultura: capas de un intenso y aireado mousse de chocolate negro, una tarta de chocolate fundido que se derrama al contacto con la cuchara y, para equilibrar la dulzura, el toque amargo y frío de un helado de café artesanal. Es el tipo de despedida que te deja suspirando, una conclusión dulce y sofisticada.
Creando recuerdos: el verdadero significado de una comida inolvidable
Una experiencia gastronómica en CDMX de este calibre es una obra de arte cuidadosamente orquestada. Es la suma de un lugar extraordinario, una atmósfera vibrante, bebidas que despiertan la imaginación y una cocina que respeta la tradición mientras abraza la innovación.
Estos son los lugares a los que acudimos no solo para alimentarnos, sino para celebrar un logro, para encender la chispa en una cena romántica o simplemente para regalarnos un momento de puro placer. Son espacios que entienden que el verdadero lujo no reside en un ingrediente caro, sino en la capacidad de crear un recuerdo que perdure mucho después de que la cuenta haya sido pagada. Porque al final, la mejor comida es aquella que se convierte en una gran historia.
Fuente y fotos: Ling Ling, modificado por Mariel Gadaleta
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