En todo el tiempo que tengo de sentirme despierta y en conciencia de quien soy, he pasado por lugares oscuros, por infiernos desgarradores, por terrores insostenibles, pero, ¿quién no ha pasado por lugares similares en la intención de encontrar su conciencia, claridad, cordura, paz?
Desde hace muchos años, digamos casi la mitad de mi vida (28) he buscado respuestas a las preguntas existenciales que he tenido toda la vida. En la primera mitad de mi vida busqué adaptarme para encajar, digamos que sometí mi “locura” para poder subsistir en el mundo en el que crecía, en un mundo en el que una mujer que hace muchas preguntas o preguntas raras es rara o loca, así que alcancé a notar esos arranques de posible “locura” y los dominé para subsistir, me adapté bastante bien y logré fingir la suficiente “cordura” para pasar desapercibida, para ser “normal” y hasta popular.
Continué mi vida de adulta lejos de la ciudad en donde crecí de niña y adolescente, eso me dio la oportunidad de poner distancia al entorno al que creía que debía complacer, y a su vez tuve la oportunidad maravillosa y enorme de encontrar algunos “locos” con ideas raras como las mías que me permitía sentirme un poco menos rara de cómo me había sentido anteriormente.
Sí, toda esta historia me hizo vivir una adolescencia difícil y solitaria, sintiéndome constantemente inadecuada y fuera de lugar, creyendo que había algo verdaderamente mal, pero al parecer había un atisbo de cordura que me hacía navegar con lo que, creía yo, se esperaba de mí. Así pasé desapercibida y logré llegar al punto en el que encontré suficientes señales con las que me podía sentir un poco segura para abrirme y poder romperme en esa contención desestructurada y me permitió empezar a sanar aquello que creía descompuesto, y pude ver por primera vez que eso que llamaba locura era mi cordura que impedía que yo pudiera ser quien realmente era, como todos en este mundo tenemos que vivir, en un engaño, sometidos en la ignorancia de nuestra verdad, que si no encontramos un pequeño rayo de luz que nos permita encontrar el camino de regreso al amor incondicional, nos podemos quedar perdidos en la oscuridad por un largo periodo de vidas.
Creo que yo tuve la oportunidad (inconsciente) de dejar una “bella luz encendida” en esa oscuridad en la que me adentré, y pude encontrar el camino de regreso a casa sabiéndome, hoy, un ser de luz que solo tiene que brillar, pero como decía al principio, me tomó media vida perderme en el bosque tenebroso de mis miedos y mis fantasmas para empezar a encontrar el camino a la claridad de mi alma y la que ahora ya puedo empezar a ver.
Creo que todavía me falta poco menos de media vida (si tengo 56, no pienso vivir más de 100), así que, con unos 40 más podría ser un maravilloso tiempo para disfrutar de una vida plena en conciencia de mi luz.
Parte del dolor que estoy acabando de soltar es ese sometimiento que vivimos las mujeres a lo largo de la historia por haber expresado algo que confrontara al mundo, ese mundo que era regido por hombres: el de la economía, el de la ciencia, el de la medicina, el de la religión; ese que domina el planeta entero y que cuando las mujeres levantan la voz y no les parece, las callan, en una gran cantidad de veces encerrándolas en lugares psiquiátricos para ser tratadas peor que delincuentes, o peor que animales, y no porque los animales debieran ser tratados mal, sino porque la inconsciencia del hombre ha llevado al mismo a tratar a los animales y a las mujeres como seres inferiores.
Ahora que veo el camino recorrido, que puedo voltear hacia atrás y veo los lugares oscuros por lo que anduve, el dolor de la víctima del sometimiento e impunidad a la que me sometí en tantas vidas, y el dolor de haberla ejercido sobre no sé cuántas personas en su momento también la debí de haber vivido, porque, así como fui víctima, igual fui verdugo, y la conciencia de haber vivido la línea de los dos extremos es que puedo sanar y perdonar la impunidad. Para sanar y liberarme del yugo del sometimiento, ejercido y victimizado.
Me perdono por haber sido parte del rol del miedo y dolor que a mí y a todos los que hemos vivido en este planeta nos ha tocado y que nos ha llevado a lugares dolorosos y destructivos, deseo liberarme de él. Me perdono y me libero de seguir identificándome con la víctima, con la sometida. ¡No! ¡No más!
Hoy elijo soltarlo, comprender y perdonar el lugar de dolor en el que he vivido, para aceptar un nuevo lugar en amor y luz, en donde pueda brillar y compartir mi luz con otros, aquellos que deseen verla e irradiar con ella, así, juntos sin lastimarnos, solamente dejándonos brillar unos a otros. Así nomás.
Aprender a reconocer el amor para soltar la locura o cordura que a estas alturas del partido ya no sabemos cuál es la que nos saca del hoyo. Usemos esa que es la que hace vibrar el corazón, esa que nos hace recordar esa luz que somos, esa que nos dice que ¡ya! Como soy estoy completa, y hermosa y maravillosa, que no hay nada que arreglar en mí, que así soy estupenda, y mientras crea en ello más brillaré y más brillaremos, y así para siempre, dándonos unas a otras esta fuerza que nos sostiene y nos abre la confianza en nosotras mismas.
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