Un llamado a cuidar una herencia cultural de 115 años – Elegante, solemne y profundamente mexicana, la figura de la catrina se ha convertido en uno de los símbolos más reconocidos de nuestra identidad en el mundo. Su imagen, una fusión de la festividad de la vida y la ineludible presencia de la muerte, es mucho más que un disfraz para el Día de Muertos; es el reflejo de una cosmovisión única. A 115 años de la creación de la “Calavera Garbancera” de José Guadalupe Posada, la pieza que inspiró este ícono, surge un llamado urgente a cuidar, proteger y defender esta valiosa tradición nacional, asegurando que su esencia y significado perduren para las futuras generaciones.
Este esfuerzo por mantener viva la tradición encuentra una de sus expresiones más vibrantes en colectivos que entienden a la catrina no como una reliquia, sino como un arte vivo. Estos grupos buscan expandir su presencia más allá de las festividades de noviembre, llevándola a las calles y espacios públicos como un estandarte de la mexicanidad. La misión es clara: fomentar una mayor presencia pública de esta expresión artística para que continúe identificando a México en todo el mundo.

El nacimiento de un ícono: de la calavera garbancera a la catrina
Para entender la importancia de la catrina, es fundamental viajar en el tiempo hasta 1910. En pleno ocaso del Porfiriato, el célebre grabador, ilustrador y caricaturista aguascalentense, José Guadalupe Posada, creó una de sus obras más icónicas: la “Calavera Garbancera”. Este grabado no era un mero adorno, sino una mordaz crítica social. La «garbancera» era una figura popular que se refería a las personas de origen indígena que pretendían aparentar un estilo de vida europeo, negando sus raíces y su cultura para encajar en una sociedad clasista. La calavera de Posada, con su sombrero de plumas pero despojada de carne y ropa, era un recordatorio irónico de que, bajo las pretensiones, todos somos iguales ante la muerte.
Décadas más tarde, el muralista Diego Rivera tomaría esta calavera y la inmortalizaría en su monumental obra «Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central» (1947). Rivera no solo le dio un cuerpo completo y un atuendo elegante, sino que la bautizó oficialmente como “La Catrina”, representándola al lado de su creador, Posada. Fue este acto el que la catapultó a la fama, transformándola de una crítica social a un símbolo complejo de la aristocracia mexicana y, paradójicamente, de la naturaleza democrática de la muerte.

Más allá del día de muertos: una tradición viva todo el año
Aunque su vínculo con el Día de Muertos es innegable, limitar la presencia de la catrina a esas fechas es reducir su profundo significado. Esta es la filosofía que impulsa a las Catrinas Regionales, un colectivo fundado en la Ciudad de México en junio de 2019. Para sus integrantes, la expresión pública de las catrinas en cualquier momento del año no solo difunde esta herencia cultural, sino que manifiesta la manera única en que los mexicanos concebimos la vida y la muerte, un legado transmitido de generación en generación.
Esmeralda Cortés, fundadora del colectivo, afirma que, afortunadamente, cada vez más personas y agrupaciones reconocen el valor de incluir la presencia de las catrinas en exposiciones, congresos y diversas festividades a lo largo del año. La imagen de la catrina, comenta, no es solo una expresión artística aislada; está íntimamente ligada a otras manifestaciones culturales como la música, la poesía —a través de las tradicionales calaveras literarias— y el arte escénico, creando una experiencia cultural integral.

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La fusión perfecta: trajes típicos y elegancia mortuoria
Una de las innovaciones más notables del concepto creado por este colectivo es la fusión de la iconografía de la catrina con los trajes típicos de las diversas regiones de México. Se trata de un modelo único con un alto contenido de diseño, en el que la majestuosidad de un huipil oaxaqueño, la gallardía de un traje de charro jalisciense o la colorida falda de una china poblana se integran con el maquillaje solemne de la calavera.
Este enfoque ha resonado notablemente con el público, ya que conecta dos de los símbolos más potentes de la identidad mexicana. Además, según añade Cortés, ha fomentado un renovado interés entre las nuevas generaciones. Al participar activamente en estas presentaciones, los jóvenes conocen y comprenden la importancia de la mexicanidad a través de un concepto visualmente impactante y profundamente respetuoso de las tradiciones.

Un llamado a proteger y celebrar nuestra herencia cultural
El llamado de Esmeralda Cortés es claro y contundente: todos los mexicanos debemos valorar y fomentar este tipo de expresiones culturales. «Llevarlas a las calles y los espacios públicos», explica, no solo enriquece la vida cultural de nuestras ciudades, sino que también fortalece la presencia de una manifestación que distingue a México internacionalmente. Es una forma de construir un museo vivo, accesible para todos.
Para aquellos que deseen ser testigos de esta vibrante tradición, las Catrinas Regionales tendrán presencia en diversos eventos en lo que resta del año, ofreciendo una oportunidad única para apreciar la belleza y profundidad de este arte. Entre sus próximas apariciones se encuentran:
- Festival Artesanal de Café, Chocolate y Pan de Muerto
- Desfile de Alebrijes Monumentales CDMX
- Muerteada Carnavalera en Cuajimalpa
- Vela Catrina en Coyoacán
- Carnaval de Villa Zapata CDMX
Preservar la tradición de la catrina es más que un acto de nostalgia; es una afirmación de nuestra identidad, una celebración de nuestra historia y una promesa de que las futuras generaciones seguirán encontrando en su elegante silueta un espejo de lo que significa ser mexicano.

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Fuente: Catrinas Regionales, modificado por Mariel Gadaleta.
Fotos Catrinas Regionales
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