
Ansiedad, altos niveles de estrés, agotamiento crónico… el burnout. Estas palabras se han convertido en una epidemia silenciosa en los equipos de trabajo de hoy. Ante este panorama, la empatía ha sido aclamada como la cualidad fundamental que todo líder debe poseer. Y si bien es un pilar indispensable, las investigaciones más recientes en psicología y neurociencia nos revelan algo sorprendente: la empatía por sí sola no solo no resuelve mucho, sino que puede ser contraproducente. La verdadera clave para un liderazgo efectivo y sostenible en el siglo XXI es la compasión.
Para navegar los complejos desafíos del entorno laboral moderno, es crucial entender la sutil pero poderosa diferencia entre sentir con alguien y actuar para alguien. Este artículo es una guía para comprender qué es el liderazgo compasivo, por qué es un paso evolutivo de la empatía y cómo puedes cultivarlo a través de estrategias prácticas para proteger a tu equipo y a ti misma.
La escalera de la conexión: diferencias entre lástima, simpatía, empatía y compasión
Estos términos a menudo se usan como sinónimos, pero representan niveles de conexión y acción muy distintos. El autor Rasmus Hougaard, en un artículo para Harvard Business Review, ilustra esta diferencia en cuatro niveles claros, que nos ayudan a entender dónde nos encontramos y hacia dónde debemos aspirar como líderes.
Niveles:
1. Lástima («me compadezco de ti»). Este es el nivel más distante. Sentimos pena por la situación de otra persona, pero la observamos desde una posición de superioridad o lejanía. Hay un reconocimiento del sufrimiento, pero nuestra intención de actuar es casi nula.
2: Simpatía («lo siento por ti»). Aquí damos un paso más cerca. Nos unimos al sentir del otro y expresamos nuestro pesar. «Lamento que estés pasando por esto». Hay un deseo genuino de que la persona se sienta mejor, pero aún mantenemos una barrera emocional. Nos preocupamos, pero no necesariamente nos involucramos en la experiencia.
3. Empatía («lo siento contigo»). Este es un salto cuántico en la conexión. La empatía es la capacidad de sentir lo que la otra persona siente, de ponernos en sus zapatos y experimentar vicariamente su emoción. Cuando un miembro de tu equipo está angustiado, tú también sientes una punzada de esa angustia. Esto es increíblemente poderoso para hacer que la otra persona se sienta acompañada, vista y entendida. Sin embargo, aquí reside el principal peligro para un líder: si te quedas atrapado en el «sentir con», corres el riesgo de ahogarte en la emoción del otro, lo que puede llevar al agotamiento y a la parálisis.
4. Compasión («estoy aquí para ayudarte»). Este es el nivel más elevado y efectivo del liderazgo. La compasión incluye la empatía —el profundo entendimiento de la experiencia del otro— pero le añade un componente crucial: el deseo y la voluntad racional de actuar para aliviar ese sufrimiento. La compasión no solo siente; piensa. Ocurre cuando usamos tanto el corazón como la mente para explorar posibles acciones que verdaderamente puedan ayudar. No es una reacción emocional, es una respuesta intencionada.
La «trampa» de la empatía y el salto a la compasión
Paul Bloom, profesor de psicología en la Universidad de Yale y autor de Against Empathy (Contra la Empatía), argumenta que la empatía pura puede distorsionar nuestro juicio. Cuando sentimos el dolor de una persona de forma muy intensa, nuestra toma de decisiones puede volverse sesgada. Podemos tender a favorecer a esa persona por encima del bien del equipo o de la organización, o podemos sentirnos tan abrumados emocionalmente que evitamos tomar cualquier decisión.
Para un líder, quedarse atrapado en la empatía es un camino directo al burnout. Por ello, es vital aprender a moverse de la empatía a la compasión, un espacio donde la conexión emocional se equilibra con la claridad mental.
5 estrategias para cultivar un liderazgo compasivo
Aquí te compartimos cinco consejos de expertos para hacer esta transición de manera efectiva.
1. Adopta una perspectiva objetiva (distancia mental y emocional). Cuando un miembro de tu equipo te comparta una situación difícil, escucha con todo tu ser. Permítete sentir empatía para conectar. Pero después, conscientemente, da un paso atrás. Sal del espacio puramente emocional para observar la situación con una perspectiva más objetiva. Esta distancia no es frialdad; es sabiduría. Te permite analizar la situación de manera lógica y explorar alternativas racionales que realmente puedan ayudar, en lugar de solo ofrecer consuelo.
2. Pregunta directamente: «¿qué necesitas?». A menudo, en nuestro afán por «solucionar», asumimos lo que la otra persona necesita. La compasión, en cambio, es humilde. A veces, la pregunta más poderosa que un líder puede hacer es simplemente: «¿Qué necesitas de mí en este momento?». Esta pregunta hace dos cosas maravillosas: primero, valida a la persona, dándole el poder de definir su propia necesidad. Segundo, la impulsa a reflexionar sobre qué pasos o herramientas concretas le ayudarían a salir de la situación.
3. Guía en lugar de rresolver: fomenta la autonomía. El verdadero liderazgo no se trata de ser el héroe que le resuelve los problemas a todo el mundo. Se trata de guiar y desarrollar a las personas para que puedan resolver sus propios problemas. Una vez que has escuchado y entendido, ayuda a tu colaborador a descubrir sus propias fortalezas y recursos. Hazle preguntas como: «¿Qué fortalezas tuyas crees que podrían ayudarte a afrontar esto?» o «¿Qué pequeño paso podrías dar hoy?». Esto fomenta la resiliencia y la confianza a largo plazo.
4. Reconoce el poder de la escucha activa. No todo problema requiere una acción inmediata. A veces, la compasión se manifiesta en su forma más pura a través de la escucha. Cuando un líder es capaz de sentarse en silencio, sin interrumpir, sin juzgar y sin planear su respuesta, está «sosteniendo el espacio» para la otra persona. En muchas ocasiones, lo mejor que puedes hacer por alguien es, simplemente, permitirle expresar su sentir y hacerle saber que ha sido comprendido y valorado. Ese acto, por sí solo, puede aliviar una gran parte del sufrimiento.
5. Practica la autocompasión: no puedes servir de una jarra vacía. El liderazgo compasivo. empieza en casa. La llamada «labor emocional» de guiar a otros puede ser increíblemente desgastante. Si no te cuidas a ti mismo, no tendrás la capacidad de cuidar a los demás de manera sostenible. La autocompasión implica reconocer tus propias necesidades y atenderlas. Esto significa comer a tus horas, dormir lo suficiente, hacer ejercicio, poner límites y cultivar relaciones que te nutran. Convertirte en un ejemplo de autocuidado es una de las acciones más poderosas que puedes tomar.
En conclusión, el liderazgo moderno nos exige ir más allá. Nos pide que conectemos con el corazón, pero que lideremos con la cabeza y el corazón al unísono. La compasión no es una habilidad «blanda»; es la estrategia más inteligente y humana para construir equipos resilientes, innovadores y verdaderamente comprometidos.
Fuente: Nora Taboada, modificado por Mariel Gadaleta
Fotos: Freepik
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