
Cada 7 de julio se conmemora el Día Internacional de la Conservación del Suelo, una fecha que nos invita a reflexionar sobre un recurso vital que muchas veces damos por sentado: la tierra que pisamos. El suelo es la base de la vida. De él obtenemos el 95% de los alimentos que consumimos, actúa como filtro natural del agua y regula el clima. Sin embargo, la salud del suelo está gravemente amenazada. Entre los factores más críticos —y menos discutidos— se encuentra la contaminación por pilas mal desechadas.
¿Por qué deberíamos preocuparnos por el suelo?
Cuando hablamos de medio ambiente, solemos pensar en los océanos, el aire o la biodiversidad. Pero rara vez miramos hacia abajo, a lo que está bajo nuestros pies. El suelo no solo sostiene nuestros pasos: es un ecosistema complejo, lleno de vida, esencial para la agricultura, la salud ambiental y nuestro propio bienestar.
En la actualidad, más del 30% de los suelos del mundo están degradados, y en América Latina, el avance de la desertificación y la erosión es alarmante. A esto se suma la contaminación por residuos tóxicos, como las pilas domésticas, que representan una bomba de tiempo ambiental.
Pilas usadas: el enemigo invisible
Aunque pequeñas, las pilas contienen metales pesados altamente tóxicos como mercurio, cadmio, plomo, zinc o litio. Al desecharse incorrectamente —es decir, tirarlas a la basura común— estas sustancias se filtran lentamente al suelo y al agua, contaminando los mantos acuíferos y afectando la salud humana y la vida silvestre.
Un solo botón de pila puede contaminar hasta 600 mil litros de agua, lo suficiente para abastecer a una familia durante años. Estos elementos no solo son difíciles de eliminar, sino que además pueden ingresar a la cadena alimentaria a través de cultivos contaminados.
¿Qué sucede con el suelo contaminado?
El daño no es inmediato, y por eso es tan peligroso. Los contaminantes tardan años en manifestar sus efectos, deteriorando lentamente los microorganismos del suelo, alterando el pH, reduciendo su capacidad de retención de agua y afectando directamente la productividad agrícola.
Esto impacta particularmente a las comunidades rurales, pero también afecta las zonas urbanas: muchas de las pilas desechadas terminan en vertederos clandestinos o se mezclan con basura orgánica, creando un cóctel tóxico que nadie ve pero todos sufrimos.
¿Qué se está haciendo al respecto?
Afortunadamente, hay soluciones. Una de las iniciativas más destacadas en México es IMURecicla, un programa impulsado por Grupo IMU, que desde hace años trabaja en la recolección segura de pilas usadas. Con más de 800 contenedores distribuidos en espacios públicos de ciudades como Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, esta red ofrece una alternativa accesible y gratuita para que las personas puedan desechar sus pilas sin contaminar.
El programa ha logrado recolectar más de 1,400 toneladas de pilas desde su creación, evitando que estas terminen en rellenos sanitarios y protegiendo miles de hectáreas de suelo.
Además, IMURecicla complementa su labor con campañas educativas en escuelas, oficinas y espacios comunitarios, generando conciencia sobre la importancia de la economía circular y el consumo responsable de baterías.
¿Qué puedes hacer tú desde casa?
No necesitas ser activista ni ingeniera ambiental para marcar una diferencia. Aquí tienes una pequeña guía de acciones cotidianas que pueden ayudar a conservar el suelo:
- Acopia tus pilas usadas en un frasco o recipiente seguro, lejos del alcance de niños.
- Llévalas a un punto autorizado de recolección, como los contenedores de IMURecicla.
- Opta por pilas recargables, que pueden reutilizarse cientos de veces.
- Reduce el consumo de dispositivos que requieren pilas desechables.
- Participa en campañas locales de reciclaje o conservación ambiental.
- Informa a otras personas sobre el impacto silencioso de las pilas en el suelo.
- No tires tus pilas usadas a la basura común.
- Almacénalas en un frasco cerrado y deposítalas en lugares adecuados o sitios
- autorizados para un acopio seguro.
- Únete a campañas de reciclaje como IMURecicla.
- Usa pilas recargables siempre que sea posible.
¡Cada acción cuenta para conservar el suelo y proteger nuestro futuro!
La conexión femenina con la tierra
Desde tiempos ancestrales, la mujer ha estado conectada simbólicamente con la tierra. Ambas crean, transforman y sostienen vida. Cuidar del suelo es también un acto de autocuidado colectivo, una forma de honrar esa energía femenina que alimenta y protege.
Las lectoras de KENA tienen hoy una oportunidad poderosa: ser agentes activas de cambio, desde sus hogares, trabajos y comunidades. Una acción tan simple como desechar bien una pila puede tener repercusiones positivas durante generaciones.
¿Por qué hablar de esto en una revista femenina?
Porque la conservación del suelo es también una causa de justicia social. Las mujeres —en especial en zonas rurales— son las primeras afectadas por los suelos degradados: cultivan en ellos, crían a sus familias con sus frutos y beben el agua que pasa a través de ellos.
Además, las mujeres lideran el 80% de los hogares donde se toman decisiones de consumo. Esa cifra nos dice algo: cuando una mujer toma conciencia ambiental, el impacto es exponencial.
Un llamado a la acción desde el corazón de la tierra
El Día Internacional de la Conservación del Suelo no es solo una fecha conmemorativa: es un recordatorio urgente de que el cambio está, literalmente, en nuestras manos. Cada pila que decides no tirar a la basura, cada acción consciente que tomas, suma.
Hoy más que nunca, necesitamos mirar hacia abajo, cuidar lo que no siempre se ve, y actuar con la convicción de que la tierra que protegemos hoy será el legado que dejemos mañana.
¿Sabías que…?
Una sola pila de botón puede contaminar hasta 600 mil litros de agua, lo suficiente para abastecer a una persona durante más de 40 años.
Además, esos metales pesados permanecen en el suelo durante siglos, afectando cultivos, fuentes de agua y toda la cadena alimentaria.
El mercurio liberado por pilas mal desechadas puede acumularse en frutas, verduras y agua potable, afectando especialmente a niños y mujeres embarazadas.
Este metal pesado interfiere con el desarrollo neurológico y hormonal, incluso en dosis mínimas.
El suelo tarda más de 500 años en regenerar solo 2.5 cm de capa fértil.
Cada pila desechada incorrectamente acelera la pérdida de este recurso vital, afectando cultivos, biodiversidad y hasta la estabilidad climática.
Fuente: IMURecicla, modificiada por Mariel Gadaleta.
Mira este post: Educación ambiental: clave para el futuro del planeta
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