Hay series que entretienen. Hay series que emocionan. Y luego, hay series que, como una partida de ajedrez magistral, se quedan grabadas en nuestra mente, moviendo piezas en nuestro interior mucho tiempo después de haberlas terminado. La serie «The Queen’s Gambit» («Gambito de Dama») es, sin lugar a dudas, una de ellas.
Cuando se estrenó, el mundo entero se obsesionó con el ajedrez. Pero, ¿por qué una serie sobre un juego tan cerebral y aparentemente lento cautivó a millones de personas? La respuesta es simple: nunca fue solo sobre ajedrez. Fue sobre poder, control, adicción, soledad y, sobre todo, sobre el ascenso implacable de una genio femenina en un mundo diseñado por y para hombres.
Esta es una reseña de la serie «The Queen’s Gambit» que va más allá de la trama. Es un análisis de las poderosas lecciones que nos deja su protagonista, Beth Harmon, y un recordatorio de que todas llevamos una estratega dentro, esperando hacer su jugada maestra.
Una reina en construcción (sin spoilers mayores)
La serie nos presenta a Beth Harmon (interpretada por una hipnótica Anya Taylor-Joy), una niña huérfana que, en el lúgubre sótano de su orfanato en los años 50, descubre dos cosas que cambiarán su vida para siempre: las pastillas tranquilizantes que les dan a las niñas y un tablero de ajedrez.
Guiada por el conserje del orfanato, el señor Shaibel, Beth revela un talento prodigioso, casi sobrenatural, para el juego. Lo que sigue es su meteórico y vertiginoso ascenso a través del competitivo y asfixiantemente masculino mundo del ajedrez internacional. Pero mientras su genialidad la lleva a Moscú para enfrentarse a los grandes maestros soviéticos, lucha simultáneamente una batalla interna igual de feroz contra sus propios demonios: el trauma de su infancia, la soledad y una creciente dependencia de las pastillas y el alcohol.
3 lecciones de poder estratégico que nos deja Beth Harmon
«The Queen’s Gambit» es una de las series de empoderamiento más sutiles y eficaces porque no nos da discursos, nos muestra acciones.
1. Tu talento es tu superpoder (especialmente en un ‘club de hombres’)
Una de las imágenes más potentes de la serie es la de una joven Beth entrando a un salón de torneo lleno de hombres mayores, vestidos con trajes grises idénticos, que la miran con una mezcla de condescendencia y curiosidad. Ella es una anomalía. Pero en el momento en que se sienta y mueve la primera pieza, su género, su edad y su origen desaparecen. Solo queda su talento.
La serie es una clase magistral sobre cómo la excelencia es el argumento más irrefutable. Beth no pide permiso para entrar al mundo del ajedrez; lo conquista con una preparación obsesiva y una ejecución brillante. Es un poderoso recordatorio de que tu talento, tu inteligencia y tu pasión son tus credenciales más importantes, muy por encima de cualquier prejuicio o barrera social. Tu trabajo habla por ti.
2. El control es una ilusión, la disciplina es tu verdadera ancla
Beth es una mujer obsesionada con el control. Es lo que busca en las 64 casillas del tablero, un universo predecible y lógico donde puede anticipar cada movimiento. Sin embargo, fuera de ese tablero, su vida es un torbellino de caos. Recurre a las pastillas y al alcohol en un intento desesperado por controlar sus emociones, silenciar su trauma y visualizar las partidas en el techo.
La serie nos muestra de forma magistral que el verdadero poder no reside en el control absoluto (que es una ilusión), sino en la disciplina. La genialidad de Beth no solo radica en su talento innato, sino en las horas de estudio obsesivo, en la deconstrucción de partidas históricas, en el profundo respeto que le tiene al juego. Es una de las mejores series de superación personal porque nos enseña que, incluso cuando nuestras emociones están fuera de control, la disciplina en nuestras pasiones puede ser nuestro salvavidas, el ancla que nos mantiene a flote en medio de la tormenta.
3. La verdadera victoria es construir y aceptar a tu equipo
Beth se ve a sí misma como una loba solitaria, una genio aislada del resto del mundo. Durante gran parte de la serie, aleja a quienes intentan genuinamente ayudarla, desde su madre adoptiva, Alma, hasta sus rivales convertidos en admiradores, como Harry Beltik o Benny Watts.
El clímax emocional de la serie no es solo su victoria final contra el campeón ruso Borgov. Es el momento previo, en esa llamada telefónica transatlántica, cuando se da cuenta de que no está sola. Sus antiguos rivales, su «familia elegida», están del otro lado de la línea, trabajando juntos, analizando la partida para ayudarla a ganar. En ese instante, Beth entiende que la fuerza no es sinónimo de soledad. Ser una de esas series sobre mujeres fuertes no significa no necesitar a nadie; significa tener la sabiduría de construir una red de apoyo y la humildad de aceptar la ayuda cuando se ofrece.
Más allá del jaque mate: una obra de arte visual
Además de su potente guion y su inolvidable personaje, la serie es un absoluto festín visual. La cinematografía es impecable, las partidas de ajedrez se filman con la tensión de un thriller de acción, y el diseño de vestuario es una narrativa en sí misma, mostrando la evolución de Beth desde el uniforme del orfanato hasta convertirse en un ícono de la moda de los años 60. Es, sin duda, una de las mejores series de época de Netflix.
Tu vida es tu tablero de ajedrez
La serie «The Queen’s Gambit» es mucho más que una de las producciones más aclamadas de los últimos años. Es una invitación a mirar nuestra propia vida como un gran tablero de ajedrez.
No hay duda que todas somos unas grandes estrategas de nuestra vida, donde podemos hacer libres movimientos anticipados, con la sabiduría absoluta de cuando saber atacar, defender y sacrificar. No olvides, querida amiga KenaLovers, que cada derrota nos impulsa para una busqueda más potente de una victoria increíble. Así que, analiza y jaque mate.
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