Cien días documentados es lo menos en una vida que atraviesa ya 95 años de ver y de sentir cosas invaluables, muchas de las que se ha perdido el recuerdo y otras que mantienen la llama prendida.

«La Tata», la hermana de la bisabuela del actor español Miguel Angel Muñoz, es un personaje real que contagia inspiración, sabiduría y el arte de la paciencia (esa magia de vivir con paz, la ciencia de la paz).

He visto esta semana en Netflix, Cien días con la Tata, un documental que registra lo que tantos hemos olvidado: la felicidad que da el vivir de manera simple y con calma (la magia de las pequeñas cosas), el intercambio sabio que la vida nos pone enfrente entre «viejos y nuevos»; la forma en que el mundo en que vivimos ahora se ha transformado tocando la vida de millones.

Este documental de @PacienciaFilms, te arranca las carcajadas y las lágrimas, es la dulce reafirmación del «como me ves, te verás y como te veo, me vi», en amor total. Un bisnieto, una bisabuela y la vida en común que deciden documentar durante la pandemia y que se ha convertido en una ventana al mundo de las personas mayores y sus verdaderas necesidades, emociones y sentimientos.

Es un bello recordatorio de la rueda de la vida, de las altas, las bajas y de la ley de la correspondencia, donde se nota que lo natural es regresar, lo que alguna vez se recibió.

Hablando de los adultos mayores la necesidad vital de conservar la independencia, la vida autónoma antes de que el cuerpo pierda la memoria y se indigne el alma por vivir allí. Un experimento amoroso que nos da esperanza porque el amor lo puede todo, los cuidados, la devoción, el tiempo compartido, las «emboscadas amorosas» que ponemos a los que amamos para que no se rindan, para que no se vayan, a pesar de la edad.

Tenemos (al menos una gran mayoria de personas), la idea de que la edad nos juega en contra y que es inevitable perder (y puede ser que sí); creemos que a los viejos se les debe dar lo mínimo para ver por ellos, empezando por decidir por ellos (grave error) porque «más sabe el diablo por viejo que por diablo»… a muchos se les quita su espacio propio para vivir (se les da comodidad a cambio de perder su identidad).

Creemos que dar sustento, medicamentos, un lugar digno para vivir es suficiente en la vejez, y olvidamos que el viejo tiene para dar lo que nadie más: el archivo humano de memorias y experiencias que mueren con él y que de no aprovecharlo, muere un trozo de nosotros también.

Es una delicia de documental, sin dejar de lado el desgaste que causa en los cuidadores dedicar tiempo, esfuerzo, emociones y hasta elecciones que pueden impactar la economía. Al verla (y sentirla) podemos tener otra versión de la edad en la que, a pesar de saber el fin cercano; no hay miedo, tampoco resignación: Hay agradecimiento, plenitud, satisfacción, amor de ida y de vuelta.

Entendemos (si estamos abiertos) que la edad es un acierto, que la edad da valor, da sabiduría y que los mayores lo saben todo, saben hasta lo que no les decimos porque son mayores. También está el sitio donde la salud nos desmejora pero el amor compensa y nos regresa lo que se creía perdido, como la agudeza mental, la ilusión de cada día y la resiliencia máxima de aprender a compartir a través de una red social como Instagram en la que pueden seguir a @SoyLaTataReal y llenarse de momentos que valen la pena en la vida.

Si quieres recordar a tus abuelos, si quieres relacionarte con ellos, si te falta paciencia y amor para tus padres; si crees que siempre puedes aprender algo mas en la vida no te pierdas «Cien días con la Tata».

Observa y aprende, el amor lo puede todo. Yo tuve la fortuna de crecer con mis abuelos, mis abuelos (los cuatro vivieron muchos años dando y recibiendo amor); tuve la fortuna de tener padres que amorosamente acompañaron la vejez de los suyos. Espero ser lo suficientemente digna y amorosa para hacer lo propio con mi madre.

Imperdible: Kena recomienda «Cien días con la Tata».

Un abrazo,

Karla Lara

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