Daniela nos dejó ver la importancia de reinventarnos y adaptarnos con dignidad a los cambios que nos presenta la vida. Lo que significó Kabah en su adolescencia y durante sus veintitantos. 

¿Cuál es el mejor recuerdo que tienes del Kabah noventero? 

¡Buenos recuerdos son muchísimos! Nuestras navidades eran momentos increíbles, cada año hacíamos un intercambio, una cena y todos los años cenábamos lo mismo. Eran fechas muy lindas en donde nos divertíamos, esperaba casi todo el año a que fuera diciembre. Este año lo volvimos a hacer después de mil años y estuvo igual de lindo, para mí esas eran las mejores épocas. Empecé casi de 17, estaba en primero de prepa.

¿Qué fue lo más divertido y lo más difícil de estar en el medio artístico en esa etapa de prepa y universidad? 

Por una parte era increíble, el éxito llegó justo cuando salí de prepa, que fue cuando salió “La calle de las sirenas”, ese mismo verano. Todo lo anterior fue increíble también porque fuimos a Valores juveniles, prepararnos era muy divertido. Pero por otro lado, era mucho trabajo, mis papás me dijeron “no hay manera de que te salgas de la escuela, entonces hazle como puedas”. Me quedé estudiando en la escuela que estudié toda mi vida. Todos batallaban con las tareas y las calificaciones, yo que trabajaba y ensayaba tanto, se me dificultaba en ese aspecto, pero por el otro lado, le echaba muchas ganas, quería sacarlo adelante, de prepa tenía la tirada de salir muy bien, con muy buen promedio y lo logré. Saliendo de prepa entré a la universidad, como todos estudiábamos, más o menos nos respetaban los horarios de escuela, pero igual sí trabajábamos el doble.

¿Qué pasó con Daniela cuando terminó Kabah, en 2005? 

Fue un año difícil para mí en el sentido de muchos cambios. Tenía una relación de casi 8 años con un ex novio y justo al mismo tiempo se terminó. Fue un renovarme total, reinventarme, y por un lado sentí alivio porque cuando Kabah terminó, fue porque nosotros lo decidimos. Ya llevábamos muchos años trabajando sin parar y estábamos cansados. Necesitábamos un respiro y encontrarnos también a nosotros mismos, como adultos. Al crecer juntos en un núcleo tan cerrado y con, de cierta manera, tanta protección, ya teníamos ganas de salir al mundo y ver qué había afuera. Nos conocíamos desde chiquitos, fue un año difícil, de mucha incertidumbre, pero también un año que disfruté porque por fin era dueña de mi tiempo y podía hacer, ir y venir y hacer lo que quisiera. Por ejemplo, mi mejor amiga desde los 12 años, y yo siempre nos queríamos ir de viaje y nunca podíamos por mi culpa, ese año hicimos un viaje de un mes y medio juntas por primera vez. Entonces sí disfruté cosas distintas que no había podido por el trabajo.

Lee la entrevista completa en nuestra edición de mayo.


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