Tengo un rato hablando, reconociendo y sintiendo que todos somos seres de luz… sí, que todos los individuos que deambulamos en este mundo somos luces que nos hemos privado de nuestro brillo para pasar desapercibidos y no “encandilar” al otro… 

Tristemente nos han enseñado a adaptarnos, a creer que brillar es malo, arrogante y prepotente, y que si no nos hacemos pequeñitos como los demás somos incómodos e inadecuados.

Si me has leído en otras ocasiones, no será nada nuevo saber que siempre me he sentido la rara, “la loca de la cuadra”, siempre creí que no encajaba, y me adapté lo más que pude para hacerlo… me ha costado mucho trabajo y años de proceso (¡más dinero invertido en terapia y cursos metafísicos y de desarrollo personal!) darme cuenta que nunca he estado mal, y “eso” que quería “arreglar” era inarreglable, porque ¡estaba bien! Porque nunca estuve rota, nunca ha habido defecto, y ahora sé que brillar es lo que es, y así deberíamos ser todos desde que pasa justo eso… que nos dan a luz es una maravillosa expresión, la que menciona el significado de nacer.

Cuando nacemos deberíamos tener la certeza de que somos luz y así deberíamos mantenernos, con esa confianza, con esa seguridad…

Sin embargo, nos olvidamos que somos la mismísima fuente de luz, amor y conciencia, para pasar, un tiempo (vidas, o años… según el proceso de cada uno) buscando la respuesta afuera, allá donde no está, cómo he dicho muchas veces, buscando las llaves que perdí donde nos las perdí.

Hace 27 años, este mismo 13 de octubre en que estoy escribiendo esto, a esta hora 16:05 acababa de dar a luz. Sí, mi hija nació y con ella yo y mi conciencia, aunque hacía casi 30 años a mí me habían dado a luz, ese día que yo daba a luz, me di a luz a mi Ser también.

A 27 años de distancia y con mucha conciencia despierta y activa, y mucha luz liberada de mí misma, puedo entender tantas cosas que he pasado a lo largo de toda mi vida, una vida, quizás con deseos de despertar a mi conciencia y dispuesta a brillar.

Mi hija Sabina

No sé si cada año le doy las gracias a mi hija por haberme traído a mi despertar, siempre tengo una sensación paradójica, el día de su cumpleaños, la celebro a ella, pero no puedo evitar celebrarme a mí. Me hace tan feliz que el momento de dar a luz, haya sido mi momento de darme a luz, pero me incomoda porque me siento como usurpando su día, que es de ella. Yo tengo mi propio cumpleaños, este es de ella, sin embargo, extrañamente también se volvió mío. Y aunque siempre celebro su vida, y su existencia independiente y maravillosa como el ser que es, que admiro amo y celebro, a la vez siento un regocijo dentro que me lleva a festejarme a mí también.

Celebro mi despertar

Me gustaría no emparejarlos, sin embargo, no es posible, porque el hecho de dar a luz es lo que me despertó, y cada vez me gusta más la similitud de eventos, DAR A LUZ… dar luz, alumbrar.

El evento consciente y presente que elegí vivir puso toda la luz que requería para ver lo que podía ser mi vida si decidía abrazarla desde la luz, aceptarme como esa luz que era, y dejarme brillar.

Sí, hoy lo entiendo y lo celebro, entonces me tomó 3 años más quedarme en la sombra, en el hoyo y cavando antes de decidir acercarme a aquel puntito de luz que brillaba en mi oscuridad, y creo que de ese momento del alumbramiento fue que saqué la fuerza para elegir emprender el camino a encontrarme, a verme brillar y a ser orgullosamente yo.

Creo que tengo como unos 3-5 años en los que he aceptado mi ser y mi esencia tal cual es, he ido aprendiendo a reconocerme y a amarme por quien soy, eso quiere decir que tengo muchos más años habiéndome sentido inadecuada, paria, indigna, una más del montón… y bueno, hoy sé que no soy eso, y agradezco que un alma tan bella y pura como la de mi hija, me empujara a salirme de ese lugar sombrío y oscuro para comenzar mi camino a mi luz, a mi canto del alma a quien realmente soy.

Hoy es su cumple, y lo celebro profundamente. Veo una mujer fascinante, fuerte, aventada, decidida, brillante, inteligente, y sobre todo, sensible, profunda, amorosa, divertida, con su luz y su sombra abrazándolas con más consciencia de la que ella puede reconocer por el momento.

Sé que hay procesos que toman tiempo y hoy más que nunca, ahora lo entiendo. Lo que sé que ella tiene para siempre es una mamá que caminará a su lado, sin meter las manos ni decir nada si es lo que necesita; andaré mi camino al lado del suyo, porque no hay cosa más maravillosa que verla crecer por sí misma, pero no me pierdo ni un instante para celebrar sus éxitos y acompañar sus oportunidades para descubrir más de sus cualidades. Siempre me tendrá a un lado, apoyando todo lo que decida, viéndola volar, viéndola crecer, viéndola brillar. Buscando ser un espejo para que se refleje en mí si así lo quiere y se mire con esa libertad que nos deja ser de formas diferentes auténticas y únicas.

Hoy, como cada 13 de octubre, celebro la vida, su vida, y mi conciencia despierta y brillante. Lista para compartirla y expandirla.

¡Gracias hija por tanto y por todo!


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