Tengo la fortuna de haber crecido rodeada de personas mayores: mi, familia y personas que se volvieron muy cercanas y que tuvieron una increíble influencia en mi crianza y que además, me formaron con dichos sabios, esos que mi madre dice que son la sabiduría del pueblo.

«El diablo está en los detalles» y «En la confianza está el peligro», son dos frases que me repetía constantemente uno de mis jefes en mi primer trabajo, a mis 19 años.

Al principio no entendía para qué o por qué me lo decía a cada rato. Yo era una estudiante de la Facultad de Derecho y trabajaba de pasante, con el tiempo comprendí que significaba revisar todo, una, dos o más veces y no confiarme nunca en que ya todo iba a salir bien porque sí.

Para mí ambas frases me llevan a considerar que son las pequeñas cosas, esas que a veces pasamos por alto, que damos por hechas o que simplemente no consideramos en la ecuación, las que nos llevan a lograr o no, lo que sea que queremos.

Cuando por ejemplo tenemos un proyecto intelectual, académico, financiero, etc., casi siempre consideramos las grandes tareas, las que requieren o mucho tiempo o mucho trabajo, cuando en realidad «todo» es relevante, y esas pequeñas o cortas tareas a las que no les dimos la suficiente importancia y que por lo general procrastinamos, son las que nos retrasan o no nos permiten concluir del todo.

Si se trata de actividades físicas, pasa lo mismo, por ejemplo: pintar una habitación, calculamos rápido a ojo de buen cubero -«me toma una tarde o dos»-, pero qué tal el tiempo que toma retocar las orillas o las uniones al techo, las esquinas… los detalles, y al final resulta que de dos o tres días, nos acaba tomando una semana.

Si se trata de atuendos, por ejemplo, ¿cuántas veces no has visto en alguien más o tú misma usando algo que es sencillo o básico, pero que con el accesorio adecuado (detalle) se levanta por completo y quienes lo aprecian solo se acuerdan de ese detalle: sombrero, zapatos, cinturón, aretes, etc.?

Lo mismo pasa en los documentos importantes: ¿Cuántas veces te aseguras de leer y de entender las letras chiquitas? O, ¿cuántas veces lees completos los términos y condiciones de lo que sea que firmas, contratas o usas?

Me parece que de la sabiduría popular podemos tener y obtener grandes lecciones de vida sin que para ello tengamos que experimentar todo en cabeza propia. Claro que de pronto resulta fácil desechar o discriminar esas enseñanzas porque tal vez nos parecen tan básicas, tan fuera de contexto o hasta anticuadas, pero si ponemos atención, si realmente escuchamos, algo vamos a aprender.

«El diablo está en los detalles»… ahí les van unos cuantos ejemplos:

  • Puedes arreglar una mesa de lo mas simple y un detalle diferente la deja verse increíble.
  • Un detalle puede resaltar o hacer memorable u original el maquillaje, el peinado, el arreglo personal, los trabajos entregables, la envoltura de los regalos.
  • En una habitación (sin importar si está linda o no para el gusto de todos), el detalle de unas flores puede cambiar completamente e ambiente de lugar.
  • Si se trata de personas: los detalles de las pláticas, los mensajes que damos y recibimos entre líneas en una conversación, lo que denota nuestro lenguaje corporal cuando no hablamos o cuando lo hacemos y nuestras palabras dicen una cosa, pero nuestra actitud otra.
  • Puedes estar en medio de un duelo, de una pérdida o hasta de una situación grave o trágica, pero te vas a acordar de la palabra amable, del detalle agradable o desagradable que alguien tuvo contigo…

«En la confianza está el peligro», nos lleva a considerar por ejemplo:

  • ¿Cuántas veces te confiaste de saber algo y reprobaste el examen o quedaste fuera de un proceso de selección por confiado?
  • ¿Te ha pasado que no doble checaste una fecha y perdiste un vuelo, un curso, un evento importante?
  • ¿Alguna vez has minimizado una consecuencia o el efecto por hacer o dejar de hacer algo?, y al consumarlo ¡PUM! resulta que sí debiste pensarlo dos veces…
  • Igual con las personas, de pronto se te prende la alarma, un ruidito interno que no te deja en paz, pero decides confiar y entonces… tal vez debiste haber levantado la duda y no confiarte, ¡oh decepción!

Ahora bien, ojo, esto te puede funcionar a favor y en contra: a favor si pones atención a los detalles y sacas el mejor provecho posible sin demasiado esfuerzo, foco, gasto, etc…. y en contra; si fijarte en los detalles te obsesiona al punto de no disfrutar de algo o de alguien hasta que no sientas en control todo. El balance siempre será la justa media, cuidar los detalles o no descuidarlos (como quieras), pero no volverte una loca del control.

La confianza es una situación que se gana y que nos hace sentirnos seguros en muchos aspectos, pero una leve dosis de análisis, de preguntas, ante ciertas situaciones o personas puede ser una alerta, algo que puede llevarte a tomar una mejor decisión y no solo una confianza ciega que a la larga te dañe.

Con mis hijos uso mucho los dichos que aprendí de niña, los que me repetían a veces mis abuelos o maestros; me han servido para ilustrar cualquier cantidad de situaciones; pero sin duda me siento orgullosa de transmitirles a los cuatro algo de lo que he aprendido en este tiempo de vida adulta: «El diablo está en los detalles» y hasta cuando le pongo salsa Tabasco o algo de canela a la comida, me viene a la mente esta frase.

¿Con qué frases crecieron ustedes que aún usan o comparten?

Un abrazo,

Karla Lara


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