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La mayoría de nosotros al escuchar o pronunciar la palabra “amor”, pensamos o evocamos ese sentimiento lindo (que normalmente exagera reacciones), que nos provoca (o nos debería provocar) mariposas en la panza, que nos emociona y nos hace (o nos debería hacer sentir) que queremos estar y correr a los brazos de la persona amada y en general, al pensar en amor creemos que es algo que nos mantiene bien y felices a pesar de lo que sea, porque dicen por ahí que «el amor lo puede todo».

El amor es un concepto que ha existido junto con la humanidad desde los primeros tiempos y supone ser la fuente creadora de millones de historias que a la fecha nos inspiran (libros, películas, canciones, obras arquitéctónicas…). Asumimos (por aprendizaje) que el amor está lleno de momentos y detalles románticos que nos llevan a las nubes, que nos hacen sentir que flotamos y que la pareja en cuestión es perfecta, esto por redondear el amor a su forma más común y silvestre.

Desde afuera y desde niñes, los cuentos de princesas y de príncipes azules, no solo han asignado roles de género en el amor, que han limitado miles de relaciones a expectativas irreales, en donde sabemos por adelantado que hacer y qué esperar y que deja poco espacio a improvisar o a conocer nuevas formas (más reales) del amor.

Pero el tema es: hablar del amor bonito.

Esa expresión que se vuelve común y que al escucharla quizá, nos hace considerar un amor más aterrizado, menos extremo, mas del día a día porque les tengo un secreto bien guardado: una relación real es más sencilla de lo que creemos, lo que sucede es que queremos tener relaciones que basamos en ideales que ni siquiera hacen sentido en nuestro estilo de vida.

El «amor bonito», contrario al amor romántico y que nos pone de cabeza, nos da calma y nos suma en muchos aspectos de la vida, nos complementa y nos reconoce en lo individual.

En el amor bonito existimos uno sin el otro, pero somos felices juntos, pero «ojo», también éramos felices y completos antes de estar con la pareja…

…te encuentras con una persona para compartir y crecer, en donde realmente puedas estar con alguien sin renuncias de ninguna de las partes y en las que sí puede haber una relación verdadera y duradera sin que implique «trabajar» para «ganarte» la relación, lo que es diferente al esfuerzo o al mantenimiento: no tienes que ganarte nada porque lo que das y lo que recibes es mutuo, es equivalente y también, vale decirlo: felizmente conveniente.

¿Por qué queremos entonces entrar en relaciones complicadas, apasionadas, desgastantes?, sí hay un compromiso emocional y de otros tipo, pero ¿por qué queremos estar con alguien que requiere una batalla para llegar a acuerdos o hacer cosas impensables para ganar el amor?

Mejor apostar por una relación sencilla, en la que sea natural ponerse de acuerdo, sin drama, cómoda en lo cotidiano y feliz y satisfactoria en lo general, sin ir justificando el porqué reacciona el otro o la otra de tal o cual manera, tal vez aplica darnos cuenta de que si tienes que forzarlo… pues ahí no es.

También importa aceptar que el amor tiene muchas formas y que se transforma y cambia como todo en la vida y que no solo es representado por aquel que nos recuerda la vida de la princesa rescatada por el perfecto príncipe. Las mujeres y los hombres por principio, no somos perfectos; si acaso, somos perfectamente falibles. Dicho esto, no busquemos la perfección en el otro, mejor busquemos a quien pueda y quiera estar con nosotras con todo y nuestros errores y defectos. Claro que amamos la conquista, pero vivir conquistando es cansado para todos, si es ahí, es ahí, no hace falta convencer o impresionar todo el tiempo: lo que somos debería ser suficiente en la esencia más simple para que la persona que corresponde estar con nosotros se sienta cómoda y feliz.

Dejar de esperar algo nuevo, algo distinto, la eterna sorpresa, ser «ambiciosos» en el amor, es una demanda difícil de satisfacer siempre (propia y ajena), que cansado estar tratando de dar más y esperando recibir más, ¿más qué? Porque no simplemente ser y estar en un amor simple… en el que pueda resolverse todo o casi todo de manera sencilla. Y hay otro ingrediente que a veces estorba: querer tener un amor para enseñar, sí, como lo leen, para darle publicidad. Eso no, tarde o temprano tampoco funciona… Mi abuelo decía: «en esta vida hay algunas cosas que no se pueden ocultar: el dinero, el sueño y el amor» Y ¡es verdad! Si hay amor, hay amor, no tenemos que estar mostrando con bombo y platillo que tenemos una pareja, es nuestra pareja y eso es lo importante, sin comerciales, sin etiquetas, sin presumir. Las relaciones son hacia adentro y eso es lo más valioso. Un bajo perfil en lo que realmente nos importa y nos hace felices nos da más garantía de cuidarlo y mantenerlo.

Entonces, quizá si le damos al amor un peso más real en nuestras vidas, y con ello pienso, más justo, menos exigente, menos perfecto, no mediocre, pero tampoco inalcanzable, sería (como en realidad debe de ser), encontrar estar bien y felices con otro alguien desde un lugar que nos sirva a ambos, sin olvidar que el amor más bonito que existe es el amor propio, somos primero nosotros los que tenemos que estar enamorados de nosotros mismos para poder amar a otro y no es broma.

Buscar el amor bonito es sencillo, dejemos de idealizar la idea y el momento perfecto, porque la vida es ahora y el amor está en todos lados

Abrazo,

Karla Lara


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