La piel es, más que un simple órgano protector, un vasto y complejo sistema que funciona como la primera línea de defensa de nuestro cuerpo. Se trata de la barrera más grande que poseemos, y sus manifestaciones externas son a menudo un reflejo directo de lo que sucede en nuestro mundo interior. Con el implacable paso de los años, nuestro cuerpo muestra signos ineludibles de la edad, como las líneas de expresión que se acentúan o la aparición del cabello blanco. Sin embargo, estos cambios no son meramente superficiales; por dentro, nuestro sistema inmune también envejece.
Este proceso, conocido científicamente como inmunosenescencia, reduce gradualmente la capacidad de nuestro organismo para defenderse con la misma eficiencia de la juventud, haciéndonos progresivamente más vulnerables a enfermedades e infecciones que pueden mermar seriamente nuestra salud y calidad de vida. Una de las formas más claras y dolorosas en que este declive interno puede manifestarse en la piel es a través del Herpes Zóster, conocido popularmente como culebrilla.

La amenaza latente: virus de la varicela en el 99% de los adultos
El Herpes Zóster es una enfermedad insidiosa, ya que su origen se encuentra en un virus que la mayoría de los adultos ya ha enfrentado: el virus de la varicela-zóster. Después de superar la varicela en la infancia, el virus no desaparece; en lugar de eso, se acuartela de forma silenciosa e inactiva en los tejidos nerviosos cercanos a la médula espinal y el cerebro, permaneciendo latente durante décadas. El problema surge cuando las defensas naturales del cuerpo se debilitan, momento en el cual el virus encuentra la oportunidad de reactivarse.
Esta reaparición es completamente impredecible. No hay manera de saber cuándo ni a quién afectará exactamente, pero las estadísticas son contundentes y ofrecen un panorama de riesgo masivo: se estima que el 99% de los adultos de 50 años o más ya tienen este virus en su cuerpo. Esta cifra tan elevada significa que prácticamente toda la población en este rango de edad vive con el riesgo potencial de desarrollar la enfermedad en algún momento de su vida. El factor edad es el más significativo en la reactivación, ya que es el principal impulsor de la inmunosenescencia.

Síntomas y el impacto en el bienestar
Aunque el Herpes Zóster es conocido por su manifestación cutánea, la enfermedad comienza con una sensación muy distinta en la piel. Los primeros síntomas incluyen ardor, dolor, comezón y una hipersensibilidad en la zona, generalmente localizada en un lado del cuerpo o de la cara. Días después, aparece el característico sarpullido doloroso, que evoluciona a ampollas llenas de líquido que se rompen y forman costras.
Este sarpullido no es una molestia menor; a menudo es descrito como un dolor intenso, punzante o quemante. Pero la verdadera preocupación del Herpes Zóster reside en lo que puede dejar tras la desaparición de las ampollas.
La enfermedad puede evolucionar a una complicación llamada neuralgia posherpética, un dolor intenso y duradero que persiste en la zona afectada incluso meses o años después de que el sarpullido ha sanado. Este dolor neuropático puede ser tan debilitante que llega a limitar severamente actividades cotidianas básicas, como la capacidad de dormir bien, realizar ejercicio, viajar o simplemente salir a caminar sin incomodidad constante. El impacto en la calidad de vida de los afectados es profundo.
“Más allá de una erupción cutánea, el Herpes Zóster puede reflejar cómo evoluciona el sistema inmune con el paso del tiempo. Su aparición suele relacionarse directamente con la edad, con momentos de estrés, o con un sistema inmunológico comprometido”, explica la Dra. Gloria Huerta, gerente médico Sr. de Vacunas en GSK México.
Su comentario subraya la tesis central: la piel no está mintiendo; es un espejo de la batalla interna que el sistema de defensa libra a diario contra el envejecimiento y los virus latentes. Comprender esta conexión es esencial para adoptar un enfoque proactivo hacia la salud y bienestar a partir de los 50 años.

La inmunización como parte del autocuidado integral
Ante un riesgo tan generalizado y con consecuencias tan debilitantes, la herpes zóster prevención se convierte en una prioridad ineludible. La buena noticia es que, gracias a los avances médicos, existe una estrategia eficaz para reducir significativamente el riesgo de desarrollar la enfermedad y sus complicaciones a largo plazo: la vacunación.
El concepto moderno de autocuidado integral va mucho más allá de las medidas básicas. Así como hoy en día se promueve con insistencia el cuidado de la alimentación para mantener un peso saludable, la protección de la piel del sol para prevenir el fotoenvejecimiento y el mantenimiento de una rutina de ejercicio para la salud cognitiva y física, la inmunización también debe encontrar un lugar primordial dentro de las estrategias de wellness y longevidad.
Cuidar lo que se ve en el espejo debe ir de la mano con cuidar las defensas que no se ven.
La Dra. Huerta, portavoz de GSK en el área de vacunas, subraya la necesidad de un enfoque proactivo que incorpore la inmunización a partir de los 50 años. Es un acto de responsabilidad hacia uno mismo y hacia la propia calidad de vida.
No se trata solo de evitar un sarpullido, sino de protegerse contra el potencial desarrollo de un dolor crónico que puede robar la independencia y limitar la participación en actividades sociales y personales. La piel está hablando, y la mejor manera de responder a su mensaje de riesgo es fortaleciendo el sistema inmune de manera específica.

Pasos esenciales hacia la protección
Para cualquier persona de 50 años o más, el primer y más importante paso es tomar una decisión informada. El riesgo de herpes zóster aumenta exponencialmente con la edad, y la reactivación del virus latente es una cuestión de probabilidad en lugar de posibilidad. Acude a tu médico de cabecera y pregunta sobre el Herpes Zóster y las opciones de prevención disponibles. La consulta profesional es el canal idóneo para evaluar tu estado de salud individual y determinar el mejor curso de acción preventiva.
La vacunación adultos 50 no solo ayuda a reducir el riesgo de padecer la enfermedad, sino que también protege contra el desarrollo de esa temida complicación, el dolor neuropático persistente. La inmunización es hoy la manera más efectiva y científicamente probada para protegerte contra esta y otras enfermedades que amenazan la continuidad de una vida activa y plena. La prevención es la mejor forma de demostrar que le estás prestando atención a lo que tu piel revela sobre tu vitalidad interna.

Fuente: GSK, modificado por Mariel Gadaleta
Fotos Freepik
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