Es disforia, no estás loca.

La disforia es un desorden o desarreglo de las emociones, que se puede experimentar en respuesta a acontecimientos como la enfermedad o el duelo. También es un rasgo de muchos trastornos psiquiátricos, como los trastornos por ansiedad. En algunas personas se manifiesta como un padecimiento, en otras, como un síntoma.

La disforia es una emoción que resulta molesta e incómoda. Queda fuera de tu voluntad sentirte así y es lo opuesto a la euforia.

Mientras que en la euforia presenta un estado de felicidad extrema, la disforia es lo contrario: es una profunda sensación de malestar o insatisfacción.

Si bien no es un diagnóstico de salud mental en sí misma, es un síntoma asociado con una variedad de enfermedades mentales, como el estrés, la ansiedad, la depresión y los trastornos por uso de sustancias.

Resulta que me tocaba mi revisión anual ginecológica, pero mi adorado doctorcito (sí, así como el de Frida Kahlo) me hizo el favor de hacerme tantas preguntas sobre mi salud en general, hasta que llegó al vértigo que supone hablar de la salud mental y luego de 45 minutos de un monólogo describiendo cómo me sentía últimamente, y cerrando con frases como «a veces me siento como loca», «parece que no soy yo», «cuando luego pienso las cosas me doy cuenta que exageré», «siento que invento más de lo que recuerdo», etc., él concluyó: -es disforia, no estás loca-.

Esa palabra ya la había yo descubierto en el libro «El peligro de estar cuerda» de Rosa Montero, incluso subrayé el párrafo: «Siempre he sabido que algo no funciona bien en mi cabeza», cuando llega el miedo al miedo, la falta de fiabilidad en el mundo ordinario, y el cansancio que genera parecer normal.

Para entender la importancia que ha cobrado la salud mental y que no es algo menor, resulta que más de trescientos millones de personas sufren de depresión y parece que va en aumento.

Cerca de 800.000 personas se suicidan cada año.

Estudios revisados por la Organización Mundial de la Salud comparten que el 1 % de los humanos desarrollará alguna forma de esquizofrenia a lo largo de su vida y el 12,5 % de los problemas de salud mundiales se deben a enfermedades psíquicas, una cifra mayor que la del cáncer o las enfermedades cardiovasculares.

Una de cada cuatro personas padecerá en algún momento de su existencia un trastorno mental.

Y solo para darnos una idea los problemas psíquicos son muy variados y van desde síntomas leves que te permiten ser funcional, o graves que van de a poco limitando y paralizando a las personas (angustia, paranoia, pánico, depresión, trastornos obsesivos compulsivos, trastornos bipolares, psicosis…).

La disforia puede acompañar a otros signos de depresión o problemas de salud mental, como llanto, pérdida de interés en actividades placenteras y trastornos del apetito o del sueño (comer en exceso o sufrir de insomnio o de un descanso interrumpido). Algunos de los signos comunes de la disforia incluyen:

  • Apatía
  • Fatiga
  • Baja satisfacción con la vida
  • Tristeza
  • Inquietud
  • Preocupación excesiva

Las personas que experimentan disforia también parecen pensar de manera diferente. Un estudio de 2019 publicado en Investigación en psiquiatría encontró que la disforia estaba relacionada con pensamientos más frecuentes sobre el futuro y tener pensamientos negativos. Es más, especialistas aseguran que hasta desarrollan cierta personalidad.

La buena noticia es que es un estado temporal y manejable, siempre y cuando lo identifiques.

Es importante acudir lo antes posible a tu médico, psicoterapia u otros profesionales de la salud que puedan ayudar.

Y ojo aquí, no todo se arregla con terapia, a veces ni siquiera lo amerita, porque el origen pueden ser desde el estilo de vida, hasta factores genéticos y biológicos, tampoco creas que todo desorden emocional requiere que vayas a hablar de tu vida, pasado y presente para arreglarlo.

Por ahí dicen que ¡Vivir es increíble! y lo es, pero a veces la mente nos juega malas pasadas, y la vulnerabilidad al estrés y a la ansiedad nos van generando una sensación que se vuelve tan pesada que, en ocasiones es difícil de cargar.

Para ello también se ha acuñado el término PAS por su acrónimo que se refiere a «personas altamente sensibles» que, en la química del cuerpo humano, esa alta sensibilidad provoca que se desregulen algunos neurotransmisores.

Ya sea una condición patológica o por acontecimientos vitales estresantes, como un duelo, la asistencia psicológica será fundamental para disminuir la disforia, desarrollando estrategias para prevenirla y manejarla en el futuro.

Y retomando a Rosa Montero, si tú, como yo eres de la familia de los nerviosos, aprovecha entonces tu creatividad, de esa imaginación ilimitada, de esas visiones inverosímiles del futuro que tu mente construye y saca el mejor provecho, porque esa intensidad con la que vivimos nos mantiene vivos, por incomprensible que parezca.

Es común que las personas que sufren disforia busquen atención en salud mental, sobre todo cuando son sentimientos intensos. Gracias a la psicoterapia se identificarán las causas o condiciones que han provocado la disforia, luego se trabajarán estos sentimientos negativos cambiando pensamientos y conductas. Dependiendo de la causa de la disforia y su gravedad a veces puede utilizarse medicación en combinación con la psicoterapia.

Es posible que la disforia se deba a una condición de salud física (como alteraciones endócrinas). En este caso, es importante controlar y supervisar las condiciones físicas, también ayudan los cambios o ajustes al estilo de vida: ejercicio, calidad del sueño, hidratación, alimentación…

Si acaso «algo» no te deja ser plenamente feliz, lo cual es posible, trata de identificar si es algo que puedes manejar tú misma, si te supera, pide ayuda. NO asumas que es normal, será común pero no es normal, todos merecemos la plenitud de ser felices. Yo puedo darte testimonio que apenas unos días en tratamiento y mi vida, mi sueño, mi energía y mis pensamientos son otros, son mejores, son más «normales», por eso te comparto…

Y en palabras de Vanesa Martin confirmo: «De todas las mujeres que habitan en mí, juro que hay algunas que yo ni conozco…».

El terapeuta puede ser de gran ayuda para identificar los cambios positivos que podrían hacerse en el estilo de vida de cada paciente, con el objetivo de reducir o eliminar la disforia.

Foto de Anthony Tran en Unsplash


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