Hace unos días una amiga me habló para ver si podía entrevistarme a cerca del tema de si “es una condena ser mujer”, y antes de que me acabara de preguntar pues ya le había dicho que sí, porque a cualquier proyecto que ella me invita me encanta participar. Es alguien con quien disfruto hacer cosas, ¡hasta pan!, si fuera el caso.

La cosa fue que después de la propuesta y mi rápida aceptación, me quedé pensando… “¿Es una condena ser mujer?”

Y ¿por qué siento que no, pero se que sí?

¿En qué momento siento normalizada la experiencia de ser mujer, o por qué no lo siento como una condena?

Una vez entrada en la conversación y mi exposición acerca de todo lo que pienso y todo lo que he hecho y aprendido con relación a ese tema a lo largo de mi vida, con la intención de “empoderar a la mujer”, de darle herramientas (que obvio sentía que me faltaban a mí) de hacer talleres, conferencias y cursos para la mujer, espacios y un foro en el que la mujer sintiera que tenía un lugar de empatía para saber que no iba sola por el mundo en su proceso de romper el paradigma de impotencia o de sometimiento a quedarse con un hombre por miedo a no poder salir adelante, o tener que recibir ayuda porque ella sola no podía, o todo lo que he pasado y creído como mujer… esos obstáculos que he tenido que vencer para hacerme un lugar en mi familia o en mi sociedad o en mi país como una mujer divorciada y criando a otra mujer, y que he elegido permanecer sola, ha sido un camino difícil.

Y entonces sí, aunque normalizado (que es aún peor) ¡sí!, ¡creo que ha sido una condena ser mujer! Y también sé que he hecho mucho para cambiarlo en mi vida.

Con esto no digo que lo hombres no la pasen difícil, y no sientan que sea una condena ser hombre, creo que también, pero son diferentes condenas, y una somete más a la otra. Y eso deja un lugar de desventaja para ambos lados.

Creo que el entender que las dos partes nos vivimos en desventaja es lo que me hacía cuestionarme si era condena o no…

Sí, sí es una condena ser mujer, así como es una condena ser hombre, en diferentes formas lo es por el desbalance de las energías que se vive en la relación hombre-mujer en la sociedad en la que vivimos, o más bien, en la civilización de la que somos, porque no es cuestión de nuestra sociedad, es cuestión de una civilización desbalanceada que venimos arrastrando desde el inicio de la humanidad.

Digamos que es parte de las reglas del juego que pusimos al comenzar este “juego” de la vida, lo que pasó es que nos lo tomamos en serio y ya no nos gustó jugar con estas reglas, así que ya estamos listos para cambiarlas, ya queremos vivir en mayor armonía entre la dualidad energética que representa la energía femenina y masculina. También creo que en estos tiempos que estamos viendo y aceptando tanta violencia de género, que dejamos de verlo normalizada, que nos empezamos a cuestionar, así como mi amiga haciendo su podcast hablando de lo que opinamos varias mujeres a cerca de la condena de ser mujer, poniéndolo sobre la mesa para poder discutirlo, poder verlo, poder pensarlo, para dejar de normalizarlo y hacer algo al respecto.

Sí, hay muchas irregularidades que se viven en la sociedad en la que vivimos que vienen de épocas ancestrales, y la idea es no continuar sosteniéndolas, hacer algo al respecto.

Por ejemplo, yo elegí escribir acerca de esto porque es importante que los cambios se apoyen, se acompañen con más propuestas; que nos sumemos a los esfuerzos que otros hacen para conseguir cambios, y como dice ella, “aunque no lo mencione, esto es feminismo, porque no es rayar monumentos y romper cosas,” es unirnos, exponer nuestro punto, levantar la voz, decir lo que sentimos, lo que pensamos y lo que queremos e ir por ello.

Y si algunas tienen la necesidad de romper, pues las acompaño, aunque yo no rompa, más bien quiero saber por qué quieren romper, qué quieren decirle al mundo con eso, quiero que sepan que para mí es más valiosa ella que cualquier cosa que sea destruida.

Quiero que sepamos que ser mujer es un privilegio (no una condena) y creo que tenemos que inventar nuevas reglas, nuevas formas y nuevos acuerdos para cambiarlo, y creo que eso estamos haciendo, para allá nos estamos moviendo, cada quién desde su trinchera, desde sus medios y desde lo que conoce. Eso hago cada día en cada terapia, cuando acompaño a una persona a que tome responsabilidad de sus vida y de sus actos, cuando escribo y alguien lee y se pregunta qué está haciendo con relación al tema que exponemos; cuando yo trabajo conmigo para encontrar más armonía en mí y así compartirla.

Quiero que todos nos sintamos orgullosos y felices de ser lo que somos, hombres, mujeres, o lo que sea que te defina como individuo humano habitando este planeta, viviendo esta aventura. Que recordemos que todos somos almas representando papeles en esta maravillosa obra de teatro que es mi vida, la vida, tu vida. 

Aprendamos a cambiar la condena por una experiencia de expansión, y que cada uno de nosotros nos apliquemos a esta transformación, que es lo que puede cambiar el mundo. Digo yo…

Aquí les dejo el resultado de la entrevista, el podcast:

Listen to «¿Ser mujer es una condena? Tem. 2 Ep. 1» on Spreaker.

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