
La obesidad ha sido, por décadas, un tema rodeado de prejuicios y comentarios que, aunque disfrazados de consejos, terminan reforzando estereotipos y discriminación. A pesar de los avances en la comprensión médica de esta condición, muchos siguen pensando que se trata únicamente de “comer menos y moverse más”, ignorando que es una enfermedad crónica, progresiva y tratable que involucra factores genéticos, hormonales, metabólicos y sociales.
En pleno 2025, frases como “solo tienes que hacer ejercicio” o “toma más agua” siguen circulando tanto en conversaciones cotidianas como en redes sociales. Lo preocupante es que estas afirmaciones reducen un problema complejo a una cuestión de fuerza de voluntad, perpetuando la idea de que quienes viven con obesidad simplemente no se esfuerzan lo suficiente.
Estigmas sobre la obesidad: ¡Vamos al conteo!
1. “Si usas medicamentos para bajar de peso, estás haciendo trampa”
Este estigma es uno de los más extendidos y peligrosos. Los medicamentos para el manejo de la obesidad forman parte de un tratamiento integral y a largo plazo. No están diseñados para fines estéticos ni como una “solución rápida”, sino como una herramienta clínica para ayudar a controlar una enfermedad compleja. Siempre deben usarse bajo supervisión médica, integrados a cambios de hábitos y seguimiento profesional.
Negar el valor de estos tratamientos es minimizar el papel de la ciencia y la evidencia médica, que han demostrado que pueden reducir riesgos graves como enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2.
2. “Yo no tengo nada contra las personas con obesidad, pero…”
Esta frase suele preceder comentarios sobre la apariencia o hábitos de otros, disfrazados de preocupación. Sin embargo, refuerza estereotipos y normaliza la discriminación. La obesidad no se limita a lo físico; afecta la salud general, aumentando el riesgo de complicaciones graves como apnea del sueño, problemas cardíacos y alteraciones hormonales.
Además, comentarios así contribuyen a que las personas afectadas enfrenten barreras sociales y emocionales, como la baja autoestima y el aislamiento.
3. “La obesidad es una excusa para no cuidarte”
Esta creencia desconoce la complejidad del metabolismo humano. Muchas personas con obesidad han intentado durante años perder peso sin lograrlo, debido a mecanismos biológicos que el cuerpo activa para defender su reserva energética. Entre estos mecanismos están la reducción del gasto calórico y el aumento del apetito, que dificultan mantener la pérdida de peso a largo plazo.
Atribuir la obesidad únicamente a la “falta de disciplina” es ignorar factores como la genética, la salud mental, el entorno social y el acceso a una alimentación saludable.
4. “Todos los que usan medicamentos lo hacen por estética”
Con la mayor visibilidad de los medicamentos para la obesidad, ha surgido el mito de que su uso es principalmente estético. Sin embargo, su indicación médica está respaldada por la necesidad de reducir los riesgos de más de 200 complicaciones asociadas. Usarlos con un objetivo superficial no solo es irresponsable, sino que distorsiona su valor clínico.
El peso de los estigmas: consecuencias reales
Los estigmas no son simples opiniones; tienen consecuencias tangibles. La discriminación por obesidad puede limitar el acceso a oportunidades laborales, atención médica adecuada y participación social. Incluso, puede llevar a que las personas retrasen la búsqueda de ayuda profesional, empeorando su salud.
Los prejuicios también afectan la salud mental, provocando ansiedad, depresión y aislamiento. El estrés crónico derivado de la discriminación puede, paradójicamente, contribuir al aumento de peso y a la dificultad para perderlo.
Cómo cambiar la narrativa
Transformar la forma en que hablamos de obesidad implica:
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Reconocerla como enfermedad crónica y no como un fallo personal.
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Promover un enfoque integral que incluya alimentación saludable, actividad física, manejo emocional y, cuando sea necesario, tratamiento médico.
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Evitar comentarios sobre el cuerpo de los demás, incluso si parecen inofensivos.
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Escuchar y aprender de las experiencias de quienes viven con obesidad.
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Combatir la desinformación y compartir información basada en evidencia científica.
Factores invisibles en la obesidad
Más allá de lo que se ve, la obesidad está influida por procesos internos que escapan al control consciente. La genética puede predisponer a una mayor acumulación de grasa o a un metabolismo más lento. Las hormonas regulan el apetito y el almacenamiento de energía, y alteraciones en su funcionamiento pueden favorecer el aumento de peso.
El entorno también importa: vivir en zonas con poco acceso a alimentos saludables o espacios para ejercitarse aumenta el riesgo. Asimismo, factores como el estrés laboral, la falta de sueño y problemas emocionales pueden alterar los hábitos alimenticios y la regulación metabólica.
Abordar la obesidad requiere mirar más allá de los hábitos visibles y considerar todos estos elementos en conjunto.
La obesidad y el impacto social de los estigmas
La obesidad no solo afecta la salud física, también tiene un peso importante en el bienestar emocional y social de quienes la viven. Los estigmas sobre la obesidad se han normalizado al punto de aparecer en conversaciones familiares, entornos laborales e incluso en medios de comunicación, perpetuando la idea errónea de que es un problema de falta de voluntad.
Sin embargo, la obesidad es una enfermedad crónica que requiere atención médica integral, y los comentarios discriminatorios solo agravan la situación. Quienes enfrentan estos prejuicios pueden experimentar ansiedad, depresión, aislamiento social y un menor acceso a oportunidades laborales o educativas.
Además, los estigmas influyen en la atención médica: algunas personas retrasan acudir a un especialista por temor a ser juzgadas, lo que retrasa el diagnóstico de condiciones asociadas como diabetes tipo 2, apnea del sueño o enfermedades cardiovasculares.
La solución no está en “motivaciones” simplistas, sino en un cambio de narrativa que involucre a toda la sociedad. Comprender que los factores genéticos, hormonales, metabólicos y sociales influyen en el desarrollo de la obesidad es clave para reemplazar los juicios por empatía.
Promover la pérdida de peso saludable, acompañada de hábitos sostenibles, seguimiento médico y, si es necesario, medicamentos para el tratamiento de la obesidad, puede marcar la diferencia. El cambio comienza en el lenguaje que usamos y en la información que compartimos, evitando frases que minimicen esta condición médica.
Sociedad sin paradigmas e inclusiva
Una sociedad informada y libre de prejuicios no solo mejora la calidad de vida de quienes viven con obesidad, sino que también fortalece la salud pública. El reto está en reconocer que la empatía y el respeto son tan importantes como los tratamientos clínicos para lograr un verdadero avance.
Desde mi opinión personal, considero que es momento de darle un giro a estos estigmas sobre la obesidad. Cada realidad y cada cuerpo es diferente y entender esto, nos hace más empáticas y nos permite apoyar y cuidar la salud mental de las demás personas. En Kena, promovemos una sociedad más justa e inclusiva, y nos encanta hacer reflexión sobre este tipo de temas, ¿y tú, qué opinas?
Fuente: Lilly, modificado por Mariel Gadaleta
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