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“Cuando empecé a hacer stand up comedy me dijeron que tenía que ser lo suficientemente incómoda. Cumplo el primer requisito: soy mujer. Como si eso no bastara, soy feminista. Ser feminista es casi tan malo en estos tiempos como ser americanista. Pareciera que a las personas les parece suficiente provocación, pero nosotras no vamos gritando “ódiame más” y por el contrario, a nosotras sí nos matan.”

Así comienza la primera parte de mi show que titulé “Empoderada”. Un monólogo un tanto sarcástico sobre los lugares comunes de vivir sola: cómo prender el boiler o cargar un garrafón. Acciones cotidianas que (sigo sin entender el porqué) parecieran reservadas al sexo masculino en el hogar.

De ahí continúo hacia lo gracioso que se vuelve conseguir pareja cuando eres mamá y estás soltera, el oportunismo de algunas personas y finalmente, cuento las vicisitudes de tener un papel intocable en la sociedad mexicana: la maternidad. Me declaro mala madre porque “eso no es para mí», puesto que no puedo ser perfecta como la mayoría de la gente lo esperaría.

Nunca he considerado que mi comedia sea agresiva, ni mucho menos incendiaria. ¿Feminista? Sí ¿Sarcástica? Totalmente. Yo vivo en Morelia y aquí somos varias las comediantes y aunque no todas manejamos el mismo perfil, se sigue trabajando con las herramientas necesarias para hacer reír: el ridículo, la ironía, la cotidianidad. Existe tanto para hacer chistes… ¡Toma eso, Eugenio Derbez!

Sin embargo no puedo negar que mi línea sigue siendo definida y mi público un tanto específico.

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Recuerdo perfectamente la noche en que me subí a un escenario donde la mayoría eran hombres y mis aventuras no fueron muy bien recibidas. Recuerdo también las recomendaciones que amablemente me han hecho: no te expongas, cuida lo que dices, debes ser más “para todo público”, debes ser “menos feminista”. De plano recibí la “amable recomendación” del dueño del lugar donde me presenté como una advertencia generalizada, como si mi trabajo estuviera condicionado a complacer-lo.

Con toda la buena intención, alguna vez una amiga me dijo “ten cuidado, recuerda que aquí sí matan”. Me dejó helada. No porque fuera una amenaza, sino un recordatorio de lo peligroso que es esta profesión: a veces, no se perdona la risa.

¿Violencia? Mucha

Se dice que las mujeres corremos peligro en todos lados: principalmente en la casa y el trabajo. Paradójico. En este ámbito abunda el acoso. Recibimos mensajes de todo tipo, desde invitaciones a salir hasta contenido sexual explícito. Nunca falta la persona que prefiere hacer tratos con hombres “porque con ellos sí se entienden” o quienes confunden a la mujer comediante-empresaria con una mujer desesperada por tener sexo (y se autonombran los indicados para resolver su problemita).

Los comentarios agresivos salen con gran ligereza. No hace mucho tiempo, una amiga y compañera de escenario recibió mensajes de muerte por hacer una broma sobre la inyección anticonceptiva masculina. El responsable fue otro comediante de la Ciudad de México. El acoso pasó de redes sociales hasta su número privado. Aún con las denuncias correspondientes, la respuesta general fue: tú lo provocaste.

Y sí, una debería provocar con la comedia. Sin embargo, las respuestas a esas provocaciones no deberían ser atentados personales… O eso creo…

La comedia como crítica social

“No vas a cambiar el mundo con el stand up” me han dicho varias veces. No es mi objetivo, pero sí. A ver, me explico. Seguro no voy a cambiar todo el mundo, pero si pretendo alzar la voz y tengo el escenario para hacerlo, sería terrible desperdiciarlo.

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El mismo tema de hacer reír ya es socialmente desacreditado. Se asocia al comediante con el bufón, el personaje absurdo y en ocasiones estúpido. Los chistes ligeros y las actitudes insensibles reafirman dicha postura. Sin embargo, existimos quienes trabajamos en hacer ironía todo aquello que nos parece digno de cuestionar.

El mundo de la comedia sigue plagado de temas machistas y violentos, donde para hacer reír están los lugares comunes: como ridiculizar a las mujeres demostrando una falsa hombría (ejem, Mau Nieto). Ante este panorama es preciso que tomemos la escena con la responsabilidad que el micrófono merece. Debemos retar a la imaginación para salir del estereotipo, buscar formas ingeniosas para abrirnos paso en un mundo donde los obstáculos abundan, pero sobre todo, hacerlo con gracia. Que de eso se trata todo esto.


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