No subestimaría jamás las razones sociales y políticas detrás de la elección del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer; pero me gusta mucho relacionar esta fecha también con las primeras flores del año, con la sabiduría animal, que elige el mes de marzo para traer al mundo a sus crías; con la asombrosa naturaleza que renace donde parecía ya no existir un rastro de vida, y que nos regala una fuerte declaración de renovación y esperanza. Y nosotras, mujeres, estamos también, y tan bien, representadas en esta metáfora de vida, evolución, transformación y sobrevivencia.

Creo; sin embargo, que a pesar de ser parte de la naturaleza, ésta nos quitó algo a las mujeres, y me refiero a la perfección y sabiduría innata con la que dotó a todos los seres vivos que habitan este planeta. Pero, con algo tenía que compensarlo, y, pensándolo bien, nos dio algo más que perfección. Nos dio un hilo invisible. Un hilo que nos conecta, más allá de las fronteras, más allá de las diferencias de raza, religión, idioma y circunstancias personales. Ese hilo nos fortalece, nos hace interdependientes y solidarias, provoca que nos necesitemos para construirnos en medio de nuestra hermosa imperfección y nuestras entrañables inseguridades; porque la vulnerabilidad nos hace empáticas, nos hace entender más y mejor al mundo, y nos da la capacidad de tejer una infinita red de buena voluntad y de ideas capaces de transformarlo y fortalecerlo todo…

A nosotras mismas, a la sociedad, al mundo…

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Cristina Rey


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