
Estamos en tiempos de Juegos Olímpicos, los más peculiares de la historia, diferentes, después de haberse preparado todos los deportistas programando su participación en sus justas para el año pasado, cuando se tienen que cancelar y posponer posiblemente para el siguiente año.
Como todos sabemos la pandemia es algo de lo que se ha venido aprendiendo sobre la marcha; el virus pone la pauta y nosotros nos acomodamos alrededor de todo lo que se va decidiendo con relación al contagio o cuidado de las personas y al virus. Todos (la gran mayoría) cuidándose y buscando la manera de vivir una vida con virus incluido, y los Juegos Olímpicos de igual manera se han tenido que adaptar a esta nueva condición. Todavía unas semanas antes de que empezaran, se barajaba la posibilidad de que se suspendieran, incluso había protestas de los ciudadanos en contra de que se llevaran a cabo, y con todo ya estamos; «entrados en gastos”.
Una vez trascendido ese obstáculo (que dijo mi mami que siempre sí…) se da inicio a la recepción de los deportistas que los esperan 5 días antes, para que se queden en cuarentena esos días sin salir de la burbuja de la Villa Olímpica. Todos encerrados ahí, creo que estar en esa ciudad llena de grandes personajes ¡debe ser una gozada! Conocerse y platicar, debe hacer que la experiencia se vuelva maravillosa, sin embargo, cada uno trae su agenda y sus restricciones, sus enfoques y sus tareas. Dependiendo de cuándo les toca competir, entrenar e incluso, qué historias han vivido para llegar aquí:
Se elabora una guía o playbook que los deportistas deben seguir para poder preparase e ir a Tokio, que consta (entre otras cosas) de evitar lugares con mucha gente, una aplicación en donde se dice qué sí pueden hacer y qué no, y por la que se checan los signos de salud del deportista… se solicita una prueba negativa a COVID de máximo 72 hrs antes de su arribo, otra prueba llegando a Tokio y varios trámites que deben tener listos una vez que llegan al país, además de seguir varios lineamientos que se revisan y que pueden tardar hasta cinco horas para poder terminar. Y ahora sí y, ahora sí entrar al país sede de las Olimpiadas.
Una vez instalados, y con constantes pruebas para COVID-19, se preparan para sus competencias, y entre todo eso, debemos recordar a qué van.
De nuevo todo es diferente, no hay público, cosa que genera una forma diferente de competir, algunos lo verán como una ventaja, y a otros les faltará la motivación de los gritos y los aplausos. Estarán los días necesarios, el que deja de competir se retira para no poner en riesgo a los que quedan por competir y al terminar la competencia y entrenamiento, deben regresar a la villa olímpica, sin salir de ese lugar solo para entrenar y competir, aunque como decíamos, la Villa Olímpica es una burbuja de deportistas de élite y mientras no compites, ahí te encuentras.
Todo el tiempo de preparación 4 años más uno, además del ajuste que tuvieron que hacer porque todos se prepararon para el año pasado, y no sabemos por qué experiencias pasaron mientras estuvimos encerrados todos, en nuestras casas, todo es diferente hoy y aquí están, dándolo todo, haciendo lo mejor.
Trabajo, repetición y sacrificios para lograr la fortaleza y/o agilidad, y/o velocidad, y/o precisión, o lo que necesiten cada uno en sus especialidades, entrenar, entrenar y entrenar. Así construyes el cuerpo y la mente para crear al deportista de élite. Solo falta un factor: la emoción, esa experiencia que fluye por la esencia del individuo que es lo que hará que junto con todo el entrenamiento y capacidad física logre llegar a la meta y al triunfo, y es creer en sí mismo, tener la confianza de que hacen lo que hacen porque lo han practicado y porque pueden.
Sería maravilloso poder tener una pantalla en donde se vea lo que pasa por la mente y las emociones de cada uno de los que están ahí desde los deportistas hasta los entrenadores, todos tienen sus historias y las razones por las que están ahí haciendo lo que hacen, la cosa más curiosa es que éste es el “órgano” menos contemplado y el que define el último punto que lleva a ganar o perder a los competidores.
Toda esta reflexión la hago como antecedente a un tema que han salido a la luz a cerca de competidoras olímpicas, sí, dos de las mejores deportistas del mundo. Una es Naomi Osaka, tenis, (quien prende el fuego olímpico), de 23 años y la otra Simone Biles, gimnasia, de 24 años de edad. Las dos son de las mejores deportistas en el mundo; han sido muy reconocidas y famosas, por lo menos sus nombres han traspasado la referencia de su deporte. Yo no soy fan de ningún deporte y he escuchado de las dos, como enormes deportistas, pero también porque han hablado de su estado emocional ante la presión que se vive en el desempeño de sus respectivos deportes.
A lo largo de la historia se ha enseñado a través de la represión y el sometimiento a “fortalecer el espíritu” para conseguir ser exitoso en el deporte, desgraciadamente eso ha lastimado profundamente a jóvenes en edades muy vulnerables con el fin de conseguir avanzar en el desempeño de lo que hacen.
Novak Djokovic cuenta que pasa el mayor tiempo que puede en la Villa Olímpica platicando con todo el deportista que puede, y les aconseja qué hacer cuando se desenfocan, cómo motivarse si van perdiendo, cómo repuntar si no les está yendo bien… Es curioso que todos los consejos de los que se hablan los grandes del deporte se refieren a la emoción y la concentración de la mente que enfoca la acción y la confianza en el que está compitiendo.
Todos se han preparado para dar lo mejor de sí mismos, pero solo uno gana, el que tiene la capacidad, la confianza en sí mismo, el que cree que puede hacerlo, el que ve a su rival como un ser humano como sí mismo, y que sabe que si va con todo puede pasar, porque se preparó para ello.
Hemos enfocado nuestra atención en la preparación física, pero el proceso interno-emocional es fundamental para alcanzar las metas que cualquier deportista de élite quiere.
Me sorprende saber que los entrenadores personales, es decir, los terapeutas de los deportistas no son pieza fundamental en el entrenamiento de los deportistas. Hay deportistas que ni siquiera tienen, porque no necesariamente el entrenador físico es la persona indicada para acompañar y “entrenar” al deportista para soportar el peso emocional de las miradas del mundo, de saber lidiar con lo que recae en tu desempeño y tu performance; que te admiren, te repudien o ignoren por alcanzar o no las metas definidas, aprender a lidiar con lo que sienten, piensan, ven; con todo lo que está pasando al rededor.
Este entrenamiento es fundamental y no lo consideramos con esa importancia, aunque mucho se habla en estos tiempos del impacto de la pandemia en nuestro estado mental y emocional.
Cuando Naomi dejó el Roland Garros para proteger su salud mental y luego Simone Biles se retira de la competencia de equipos, se dice inicialmente que había tenido una lesión física y luego ella sale a decir que no fue eso, y explica que se siente muy presionada y que es mejor “dar un paso atrás”.
Hablar claramente de la razón de fondo es lo más valiente que puede hacer una persona, creo que muchos habrían querido hacerlo en algún momento de sus vidas y fueron reprimidos a ni siquiera pensarlo. Hoy las cosas están cambiando, la valentía de Naomi y Simone son de reconocer y celebrar, necesitamos darle relevancia y atención para trabajar con esa parte del individuo, La mente, las emociones la esencia de lo que nos hace ser lo que somos y lo que hacemos. Esta es de las experiencias que más celebro de estas Olimpiadas, creo que esta es la medalla de Oro más importante para todos los deportistas que deben ponerse y abrazar, y si hay que replantear la forma de competir, pues replanteémoslo ¡pues será para el bien de todos!
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