En muchos países del mundo no es novedad usar pronombres para nombrar a las personas que se identifican con el género masculino, con el género femenino y a los que se consideran no binarios. Sin embargo; en nuestro país y en nuestro idioma español aún llama la atención que se utilice el llamado «lenguaje inclusivo» y cuando se hace es sujeto de críticas y opiniones a favor y en contra, sobre todo cuando algunas situaciones se vuelven virales porque se accede o no a llamar a los presentes: «compañeras», «compañeros» o compañeres».

¿Qué significa ser «No Binario?

Se trata de la persona que no se identifica ni como hombre ni como mujer y que rechaza que se le limite a alguna de esas dos categorías. En el idioma inglés ha resultado sencillo adaptar el pronombre «theirs» cuya versión en español se traduce como «ellos» (un grupo de personas sin ser específicos con su identidad de género). Si usamos este pronombre en español por el hecho de terminar con la vocal «o» se identifica para un grupo de personas que en general asociamos al sexo masculino (porque en español el plural es justo, masculino).

Por lo anterior, en español se ha adoptado el uso de la vocal «e» para nombrar a las personas que se identifican como no binarias o de género neutro, ejemplo: «niñes», «elles» «todes», «compañeres»…

Ahora, el debate NO es si nos gusta o no, si con el uso de esta terminología se afecta la gramática, la secuencia lingüística o la comodidad de quien lo lee o lo pronuncia, es un tema que vas más allá de una aprobación de la Real Academia de la Lengua o de cualquier otra «autoridad» en la materia, es una muestra de la evolución constante de la humanidad y del mundo cambiante a nuestro alrededor que demanda modificar lo que damos por hecho y que en algún momento asumimos definitivo: como el idioma.

Imagen de Wikipedia

Resulta interesante conocer las reacciones y posturas al respecto, porque mientras que el lenguaje en español se adapta día a día a anglicismos y pocos o nadie le ven lo inadecuado, el uso de las palabras terminadas en «e» para identificar a las personas no binarias causa ámpula y hasta rechazo.

Casey Horner en Unsplash

Hay quién afirma que no las usa, pero que de serle solicitado lo haría para no excluir a nadie. Hay quién expresa franca resistencia basado en lo que considera representa una deformación al idioma, y hay quienes no se han enterado que estos cambios están pasando y lo ven como algo innecesario y hasta ridículo.

Aquí me regreso de nuevo: NO se trata de si nos gusta o no, o si nos aprieta la talla del zapato, se trata de usar herramientas reales como el lenguaje para dar visibilidad a la realidad.

La identificación binaria (hombre y mujer) es un constructo social que ha predominado a través de los años, pero no es sinónimo de verdad absoluta, como no lo es nada en la vida y sin embargo; nos cuesta trabajo aceptarlo.

La diversidad es la mínima muestra de la impermanencia de las cosas, y sin entrar en el lado filosófico que puede que lo amerite; la diversidad existe y se manifiesta en todo. Pero el ser humano es experto en querer racionalizar todo antes de aceptar algo y es un momento histórico en el que tener más y más opciones enfrente nos hace creer que somos dueños de la verdad y nuestro comportamiento se vuelve radical en lugar de estar abiertos a ser flexibles.

«Lo que NO se nombra NO existe», cita de George Steiner. Y para explicarlo hay que reconocer que el pensamiento está ligado a la palabra, nos comunicamos hablando (o al menos esa es la intención) y si no damos un nombre a lo que requiere visibilidad sigue justificándose su inexistencia y quien decide no reconocer esta situación gana fuerza porque otros deciden no pronunciar lo que no consideran necesario.

Hoy es necesario usar el lenguaje inclusivo nos guste o no, nos acomode o no, ya no somos solo «nosotras» o «nosotros», también existen «nosotres» y todos merecemos coexistir sin requerir el permiso o la validación de otro alguien.

Nuestra sociedad en general, ya tiene un alma o un espíritu cargado de rechazo, de prejuicio, de exclusión, no vale la pena detenernos y paralizarnos en el análisis lingüístico y fonético, o en justificaciones irrelevantes, hoy la humanidad está mostrando cada vez más las consecuencias de la violencia de género, de las heridas que causan las diferencias entre seres humanos por ser diversos en ideología, en etnia, en color de piel, no merece más quebrarnos la cabeza. Ya aprenderemos a usar la terminología correcta, hoy ni el corrector ortográfico lee como correctos el uso de tales pronombres, pero no se trata de una regla ortográfica, se trata de la existencia de las personas, de reconocernos como seres que merecemos trato digno, suficiente, igualitario, ya no hay espacio ni corazón que aguante mas diferencias, mas resistencias.

No cuesta nada cambiar una vocal, cada mini ajuste es un logro: si ya podemos entender términos como «photoshopear», «blog», «selfi», «top», «shopping», «spam», «spoiler», «password», «trendy» por citar algunos, o usamos de manera cotidiana palabras adoptadas de otros idiomas y de uso común equivalentes en español como (chalet, amateur, chef…) del francés; del árabe (aceite, almohada, alcalde…), del italiano (novela, balcón, pizza…), de las lenguas indígenas americanas (patata, tiburón, chocolate) todas para identificar cosas que existen, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo nombrar a las personas quienes damos sentido a las cosas?

Bueno, siempre he dicho que «el sentido común es el menos común de los sentidos» y aplica para todas, todos y todes.

Karla Lara


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