Los roles se invirtieron: ahora nosotros somos los que no les tenemos paciencia a nuestros padres. Esto es muy común a medida que ellos envejecen y nosotros enloquecemos con la vida cotidiana: el trabajo, el celular, los niños, el marido, los dates, las amigas, la mascota, las deudas… todo es un pretexto perfecto para explotar a la menor provocación. Con ellos, nuestros padres.

Hace unos días fui a ver Dolor y Gloria (la más reciente película de Almodóvar) en la que el personaje de Antonio Banderas (Salvador) tiene una relación muy cercana con su madre. Es una belleza la manera en que la trata cuando ella es mayor. Y un golpe en la cabeza para la audiencia.

Yo iba con varias amigas y una de ellas comentó que ese detalle le había calado hondo: cómo la trataba cuando ella misma (mi amiga) le tenía «menos un millón» de paciencia a su madre.

Dolor y gloria: no se la pierdan

Es cierto, nos volvemos unos maltratadores de diversas formas. Quizá no son gritos y golpes, pero sí los ignoramos y ponemos los ojos en blanco cada vez que cuentan la misma historia. ¿Te pasa a ti también?

¿O qué tal que ya no les queremos marcar porque siempre tardamos horas en el teléfono porque no les para la boca y nosotros no tenemos tanto «tiempo que perder» con ellos?

Se siente feo aceptarlo, ¿a poco no? Así que hoy quise compartirles unos consejos para cambiar estas reacciones que tenemos y convertirnos en seres pacientes y amorosos, como el personaje de la película.

  1. Verlos como seres humanos. Muchas veces idealizamos a papá y mamá y no captamos que son tan humanos como nosotros. Este es el primer paso para llegar a la paciencia.
  2. Perdonar el pasado. Si no has ido a terapia a superar todos esos rencores que tienes contra tus padres… ¡te estás tardando! La paciencia vendrá de la empatía y la empatía de la compasión. Compasión no es tenerles lástima, ¡no!, es mirarlos con tanto amor que los entiendes y no puedes actuar mal con ellos.
  3. Hacerlos sentir seguros. Es probable que comiencen a tener miedos y eso te desespere muchísimo. Miedos reales y otros imaginarios; miedos que te parezcan tonterías y otros que no entenderás… ¡si él o ella eran tan seguros antes! Por ejemplo: a utilizar la tecnología, andar en lugares desconocidos y hasta abrir una cuenta bancaria. Sí: para ti no tiene gran ciencia y no representa un peligro ninguna de las situaciones descritas, pero no es tu miedo, es el de ellos. Recuerda cuando algo te daba (o te da) terror, ¿está padre que alguien te diga “eres una exagerada”? No, ¿verdad?
  4. Resolver tus problemas contigo misma. ¡¿Que qué?! Si tú estás en un estado de estrés máximo, en la neurosis total, vas a explotar con todos y todo. No tiene que ver con lo que ellos hagan, tiene que ver contigo y tus issues. Si sanas tú, es más probable que te lleves mejor con el mundo entero, incluyéndote a ti y tus padres.
  5. No darlos por hecho. Ya sé, eres grande, estás formando tu propia vida, y si bien en México muchas familias son muégano, no des por hecho la presencia, contención y sabiduría de tus padres.
  6. Aceptarlo: sí, es cierto, a veces es difícil. En ocasiones se vuelven súper gruñones, otras simplemente imposibles. Se vale quejarse, pero no desquitarse con ellos. Hay veces que no podemos solos y necesitamos ayuda.
  7. Tomar decisiones como adulta. Para muchos es impensable contratar un casa de retiro para los papás, para otros, traerlos a vivir a tu casa… pero también hay algunos que viven a través de sus padres (es más cómodo que ponerse a ver su propia vida). Cualquier situación es complicada, así que hay que tomar decisiones objetivas: lo mejor para todos. Sería muy ingenuo de mi parte sugerir que todos los hermanos (si es que hay) cooperen con el cuidado, mantenimiento y “chequeo” de los papás, pero ojalá fuera posible, porque una sola persona no puede con todo.
  8. Darte respiros. Si te toca lidiar con un papá o mamá muy complicado, date breaks. Ve con ellos, atiéndelos, escúchalos y después, tiempo para ti.
  9. Ser realista (pero en serio). Acepta que con la edad la memoria falla. Se les van a olvidar las cosas, deal with it!
  10. Darles la dignidad y el respeto que merecen. Esta frase me la robé de un sitio de internet, pero es totalmente cierto. No hay por qué humillarlos, pero tampoco exponerlos (por tanto, humillarlos). Bríndales su privacidad y espacio, su pudor. No los regañes (y menos en público), no les grites ni alces la voz (un reto para mí, lo confieso) por más que se lo hayas explicado mil veces. No-se-vale.

Como el personaje de Banderas: trátalos no con paciencia sino con amor. Que de ahí venga su relación… aunque haya sido difícil cuando tú eras pequeña. Aunque te hayan “quedado a deber” en educación, cosas, valores, cariños… (ve al paso dos). Tú no eres perfecta y ellos tampoco, por tanto, vas a seguir fallando como hija, así que te recomiendo: también sé muy paciente y amorosa contigo misma.

 


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