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Estamos a nada del regreso a clases para preescolar, primaria y secundaria, porque algunas preparatorias y universidades ya terminaron sus vacaciones escolares y por todos lados están las familias haciendo compras de último momento (uniformes, útiles, materiales varios y mochilas…).

Tenemos a la mano las reglas y reglamentos para este ciclo escolar y estamos regresando de a poco a la rutina, pero hay algo importante que perdemos de vista: no se trata solo de «cumplir» con la asistencia, la puntualidad, los uniformes o los útiles completos para el regreso a clases. No solo es presentarse y aprender, también importa y mucho, lo que nuestros hijos lleven de la casa en la escuela y no son cosas materiales, me refiero a lo que llamo la mochila emocional.

La vida en la escuela

Pensar en la escuela es reconocer que durante muchas horas, todos los días y en diferentes situaciones, nuestros hijos enfrentarán cambios y retos: nuevos maestros, nuevos compañeros, nuevas materias, nuevos conocimientos, perder amigos, quizás acoso escolar… y debemos darles desde la casa, herramientas emocionales para afrontarlas y que puedan salir airosos para que la experiencia escolar sea positiva y no algo que los drene.

Los seres humanos llevamos siempre información emocional que puede transformarse en una carga, esa carga de emociones que nos acompaña a todos lados y que usamos (queramos o no) para relacionarnos con otros, porque es nuestra, porque se vuelve parte de nosotros y porque no es sencillo olvidarla, no importa la edad que tengamos, esa mochila que llevamos en la espalda y que no siempre es ligera… Los niños entonces también llevan esa mochila emocional que van llenando diario, esa mochila que forma parte tan importante durante sus primeros dos septenios de vida…

Y mi reflexión personal va de lo siguiente: ¿Qué metes en la mochila emocional de tus hijos? ¿La revisas por la noche? ¿Metes algo de último momento por la mañana antes de dejarlos en la escuela? ¿Podrías saber o adivinar qué tiene dentro esa mochila emocional?

Se habla de que los niños necesitan la guía de los mayores para canalizar y dar nombre a sus emociones, pues bien, el no hacerlo con absoluta responsabilidad puede llenar esa mochila de emociones y sentimientos negativos y hasta peligrosos que pesan, que se echan a perder si no los cambiamos…

¿Cuáles son las emociones que provocamos en nuestros hijos cada mañana y cada noche? ¿Cuáles las que los nutren en el alma, en el pensamiento, en el corazón?, ¿Cómo encauzamos la espiritualidad de nuestros niños?

Y es que sí, que son tiempos de inmediatez, de prisa, de estar ocupados, de estar desconectados, sumergidos en la tecnología, en problemas, de estar distraídos… y lo importante nos pasa por enfrente dando por hecho que “no pasa nada” y a veces… tristemente… pasa mucho… pasa todo.

No esperemos a que algo irremediable suceda para estar atentos a las emociones de nuestros hijos y a las propias, porque no olvidemos que son y somos espejo.

Revisemos en consciencia la manera en que les hablamos, las cosas que les decimos, la información que les proporcionamos y la que les negamos, si acaso los escuchamos lo suficiente, si los abrazamos y los besamos lo suficiente, si les damos los buenos días, las buenas noches o las gracias, si nosotros mismos identificamos que llevamos en nuestra propia mochila emocional… y qué hacemos con ella… ¿llenarla?, ¿ignorarla?, ¿seguirla cargando?

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Foto de
@mscheid

Nunca es tarde para revisar la carga emocional, el rastro o la siembra que vamos dejando en nuestros hijos. Nunca es demasiado tarde para hacer ajustes y aligerar la carga, ir mejorando, disfrutando, gozando la crianza, abiertos a aprender y a escuchar desde adentro también lo que nos dicta el alma que conoce y reconoce a nuestros hijos y lo que los propios hijos quieren enseñarnos.

Deja una pausa larga, profunda, presente para estar con tus hijos todos los días, varios momentos al día, para que los llenes de memorias, de experiencias, de aprendizajes poderosos, positivos, de caricias y besos, fantasías, y cosas que hacer por primera vez.

Revisar la mochila emocional de nuestros hijos es entonces una tarea diaria y esencial, es nuestra responsabilidad llenarla de emociones positivas que se repliquen en su entorno, entre su comunidad: escuela, amigos, vecinos… familia. Vamos haciendo la tarea y revisando esas mochilas, seguro que se vuelve un hábito positivo, un gran ejercicio de consciencia.

¡Feliz regreso a clases!

@KarlaDoula

 


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