En un momento social en el que parece que debemos parecernos entre todos para caber, ser similares para pertenecer o coincidir en ideologías y preferencias para formar parte de un grupo; en estos tiempos en que se han acuñado los términos en inglés como «FOMO» (fear of missing out) o su versión en español «miedo de perderte algo» y que el «YOLO» (you only live once), o su versión en español «solo se vive una vez» es el mantra de muchas personas, ser uno mismo es un acto de rebeldía, como lo es aceptarnos como somos, o amar lo que somos, o vivir plenos como estamos.
Y es que mantenerte auténtico significa (eventualmente) no parecerte a nadie, que es lo más natural y esperado porque cada ser humano es único e irrepetible, ¿o no? Yo veo personas adultas «sufriendo» literalmente por estar con ciertas otras personas y haciendo hasta lo imposible por estar un grupo en el que hasta se diluyen, pero «están» y eso es lo que cuenta. ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo ser diferentes o simplemente mantenernos fieles a lo que somos en intenciones y pensamientos?, ¿por qué es tan fácil ceder actitudes, preferencias, versiones de las cosas y hasta valores con tal de no quedar fuera?
Las conductas anteriores me parecen totalmente aceptables en adolescentes, pero en adultos, no. Es más, a veces me parece que ciertos adolescentes son más maduros y más leales a ellos mismos y a la definición de su personalidad que muchos mayores, que de responsables tienen poco y de maduros nada…
Esta idea del «YOLO» ha reforzado la desconexión máxima de lo que trasciende, cada experiencia parece que puede ser inmediata y digerible de manera instantánea pero no necesariamente digna de recordarse.
Y así, estamos en una sociedad que se ofende de mucho, pero que cambia poco. Que cuando se trata de alzar la voz se vuelve acomodaticio porque hay actitudes que «no se ven bien», o peor aún, «que no venden bien en redes sociales».
Yo tengo redes sociales y paso mucho tiempo navegando en ellas, consumiendo y creando contenido y veo de todo, y me parece triste observar desde afuera y recordar cuántas veces se me dijo: «no publiques sobre esto o aquello; ejemplos: violencia doméstica, feminismo, orgullo gay, feminicidios, lactancia materna con fotos propias y ajenas, parto en casa, copa menstrual o política…» Hoy la verdad me carcajeo… ¿Cuánta ignorancia se requiere de ambos lados como para emitir y aceptar una recomendación de ese tipo?, es casi como aceptar «que no parezca que piensas en temas importantes porque eso no vende» o «eso no gusta». ¿Qué define que un tema sea o no políticamente correcto cuando lo hablas en público, cuando preguntas, cuando das tu opinión, cuando afecta e impacta el mundo real en el que todos vivimos?
No tenemos que saber de todo, no tenemos que opinar de todo, pero tampoco tenemos que quedarnos callados o no hacer nada, porque a veces esa pasividad nos vuelve parte de muchos problemas que están urgentes de solución. Por eso creo que los famosos «memes» son tan socorridos y asertivos, porque en forma de chiste nos sentimos seguros de opinar sobre algo serio, pero no somos serios sin el chiste, sin la muletilla del tercero que nos aplauda y nos valide, sin el círculo cercano que nos puede ver mal por pensar o ser diferentes.
Y así se vuelven actos de rebeldía ser nosotros mismos, compartir lo que nos viene en gana, apostar por uno o más sueños a mediano y largo plazo, elegir a alguien para compartir el viaje, o peor aún (Dios no permita) elegirnos a nosotros mismos para caernos bien, para amarnos y luego entonces, amar a otro alguien.
Es un acto de rebeldía defender y actuar en favor de una o más (ojalá más) causas sociales; o hablar bien de alguien mas; o no creer todo lo que dicen de otro; o desear la seguridad y la paz mundial (si así como en las series de reinas de belleza). Es un acto de rebeldía ver y enterarte de las aberrantes noticias de violencia, inseguridad y mala economía de tu país, y opinar sobre ello; pero no es escandalosa la indolencia o la indiferencia que da confort cuando en el mundo de las redes vemos pura cosa linda y que no siempre trasciende.
Pues a título personal he decidido desde hace ya varios años ser políticamente incorrecta para mostrar cuando lo siento necesario mi interés por lo que impacta el mundo en el que vivo: sean enfermedades, niños con cáncer sin medicinas, mujeres en situación de cárcel, hombres violentados en las calles, o la marcha del orgullo, o el retroceso de la libertad de expresión en Hungría o la pandemia en Colombia…, porque ese nuestro mundo y vivo en él, y también en él mis hijos.
Karla Lara
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