¿Te ha pasado que no crees en lo que haces, que los cercanos a ti te dicen «Eres muy buena pero no te la crees»? ¿O que piensas que lo que has aprendido no es suficiente, que te falta experiencia? Y frente a esa sensación, las personas que te rodean te dicen lo contrario…

Esa falta de auto confianza, que a veces deriva de la falta de auto estima y esa barra bien alta que nos ponemos las mujeres cuando se trata de demostrar lo que somos y lo que sabemos, y que se traduce en una voz que nos susurra: «no eres capaz», «no sabes», «no digas que sabes», «no te lo mereces»… todo eso son síntomas del «síndrome de la impostora«.

Cuando creemos que no vamos a poder resolver una dificultad, que a pesar de saber que somos buenas para algo o incluso excelentes queda un dejo de duda interna, de no ser suficientes o capaces, nos topamos con una trampa mental real, que responde en mucho a: la presión constante (individual y colectiva) del estilo de vida que se nos exige tener; a la falta de apoyo para las mujeres (es mas evidente que entre hombres) en la vida laboral/profesional; y los estereotipos que se nos achacan por mera rutina: «Las mujeres se casan, se distraen», «Las mujeres tienen hijos, ya no rinden igual en el trabajo», «Las mujeres solteras tienen mal carácter», «No son buenas negociando», «No saben ser jefas», etc.

No sentirnos capaces nos demanda un esfuerzo descomunal, agotador, que muchas veces detona el síndrome de burnout, o nos estanca en una posición (aparentemente cómoda) que nos mantiene alejadas del riesgo de triunfar y del miedo que ello implica.

Mujeres exitosas y triunfadoras como Michelle Obama han confesado haber experimentado el sentimiento de impostura. Ojo, esto no es gratis, detrás hay factores históricos, como décadas de no ser validadas, escuchadas, reconocidas en roles mas allá del hogar; años de no figurar (a pesar de hacerlo) en la ciencia, la tecnología, los descubrimientos importantes, en los gobiernos o en los grandes movimientos activistas; años de ser violentadas; la desigualdad en salarios (vigente a la fecha), en educación; en oportunidades laborales, las exigencias familiares, emocionales; una lista enorme de frenos y obstáculos.

Nos hemos creído ser multitareas, nos hemos creído ser o parecer perfectas, nos hemos creído que podemos con todo: la súper mujer, la súper mamá, la súper ejecutiva, la súper emprendedora, la súper agotada, y eso también nos ha llevado (para bien o para mal) a poder con todo y seguimos sintiéndonos inadecuadas porque la culpa es otro gran ingrediente del éxito femenino: «tengo lo que quiero, o soy exitosa, pero a que costo».

Igual que los hombres, a las mujeres nos toca experimentar la edad, el matrimonio, el divorcio, los hijos, las pérdidas, la enfermedad, la soltería, pero a diferencia de ellos; muchas veces creemos que los efectos que se derivan de cada situación (por decir algunas), son culpa nuestra.

Por otro lado, está el mundo de las elecciones, las contradicciones y de la ambivalencia: del «sí, pero no», en este escenario a las mujeres se nos pide ser fuertes, pero no imponentes; decir nuestra verdad, pero no gritar; ser vulnerables, pero no débiles; tener objetivos, pero no alcanzarlos, o hacerlo sin ser agresivas; todo es sí, pero no. Ser guapa, pero no tonta; trabajar pero no ganar suficiente; tener hijos, pero no delegar su cuidado; no tener hijos, pero no ser feliz con ello; es el mundo al revés. Nos dicen «son libres» y nos siguen matando y desapareciendo solo por ser mujeres. Es fácil perderse entre el mundo del ser y el debe ser. Nos perdemos en el intento y creemos de nuevo que no somos adecuadas.

Hay cosas sutilmente reservadas para los hombres: el humor negro, las adicciones, el amor libre, ser espíritu libre, vivir sin apegos, ser ambicioso, ser egoísta, ser agresivo en los negocios, todo ello tiene un permiso social para el género masculino, pero no para las mujeres.

Nosotras por la derecha: recato, auto control, fidelidad, ser conservadoras, echar raíces, conformarnos, darlo todo, ser pasivas y pacientes… De nuevo el mundo al revés. Es como el mundo paralelo de Stranger Things; en los dos planos aparentemente hay lo mismo, pero para nada es igual. En un lado te cuesta la vida, y en el otro no.

Luego están las ideas de ser eternamente bella, de ser siempre amadas y aceptadas, ser dignas de ser tomadas en serio y en cuenta y confirmar constantemente que somos mas fuertes de lo que creemos. También existe lo que nos pretende dividir: «mujeres juntas ni difuntas», esta falsa idea que supone dividirnos y alejarnos unas de otras, cuando lo cierto es que juntas somos mas fuertes; pero el entorno nos grita: competencia y rivalidad como si fueran banderas que tenemos que agitar para ser notadas, cuando lo cierto es que, a nadie el importa.

Romper la cadena sí importa. Nos lo han dicho hasta el cansancio, la confianza viene de adentro y el amor propio es el más grande y el único incondicional, ¿Entonces por qué carajos sentimos que siempre nos falta algo para ser suficientes? Y vamos pensando que somos impostoras, porque «algo» falta. Para empezar hay que salirnos de los absolutos: ni todo es bueno, ni todo es malo, pero todavía hay muchas diferencias.

En mi nunca humilde opinión comparto que durante años me he desenvuelto en círculos con mayoría de hombres: la facultad de derecho, hospitales en mi rol de doula, ambientes corporativos y tengo esposo y 3 hijos varones: y la mayoría (si no es que todos los hombres de esos círculos) se han sentido siempre suficientes, capaces, preparados y aptos en cualquier rol: estudiante, profesionista, vida familiar, etc., en contraste con las mujeres de esos mismos círculos que sienten que deben aprender más, crecer más, ganar más experiencia, etc. ¿Y qué creen?, la mayoría de esos hombres saben menos o son menos capaces que las mujeres que menciono, pero todas ellas (me incluyo), de una o de otra manera hemos sentido la sensación de impostura. Muy mal. Los hombres piden y exigen aumentos de sueldo, promociones, cambios de responsabilidad y hasta matrimonio sin estar listos; nosotras a veces renunciamos a todo eso por creer que no estamos listas, cuando lo estamos. «Amiga date cuenta».

¡Basta!, claramente no lo sabemos todo y tampoco somos las mejores en todo, pero a veces sí. ¿Y sabes qué?, ya es momento de dar tu opinión, de alzar la voz si no te escuchan, de explicar tu punto hasta que quede claro, de pedir lo que quieres, de exigir lo que mereces, de hablar de dinero, de política, de violencias y desigualdades sociales; de no dejarnos encasillar en estereotipos; de romper con modelos obsoletos que ya no nos representan; desmentir lo que no nos define; de cambiar las reglas del juego y de dejar de movernos como si fuera un campo minado y que nuestra voz detona pisar la fragilidad de un hombre, con la pena, que explote lo que tenga que explotar.

Es un momento de dejar de sentirnos menos o inadecuadas, de atrevernos y si nos equivocamos pues ni modo. Dicen y dicen bien que lo que no te mata, te hace más fuerte, cámbialo; por lo que no te mata te hace más sabia. Y si quieres ir profundo en todos los datos que refuerzan la falta de autoestima y confianza que tienes en ti, y las causas psicológicas de este fenómeno, ya puedes correr a leer: «El síndrome de la impostora», de Élisabeth Cadoche y Anne de Montarlot; Editorial Planeta.

«Aún hay días en los que me despierto con la sensación de ser un fraude, no estoy segura de que deba estar donde estoy» -Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook-.

«Todavía tengo un poco de síndrome de la impostora. Aún hoy me cuesta trabajo entender que hay alguien interesado en escuchar lo que tengo que decir». -Michelle Obama-

Y si quieres subirte el ánimo bailando desnuda frente al espejo diciéndote cuánto te amas, lo poderosa que eres y lo mucho que mereces, ya puedes ponerte a escuchar:

-I will survive, Gloria Gaynor

-Strong enough, Cher

-Run the World, Beyonce

-Respect, Aretha Franklin

-Girl on fire, Alicia Keys

-Girls like you, Maroon Five

-Stronger, Kelly Clarkson

-Stronger, Britney Spears

-Unstoppable, Sia

-Roar, Katy Perry

-You´re beautiful, James Blunt

-Arrasando, Thalía

-Set fire to the rain, Adele

-I kissed a girl, Katy Perry

Con amor,

Karla Lara (que también me he sentido impostora)


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