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Un día estás hablando por teléfono en el teléfono fijo de tu cuarto, y al otro chateas con tu amiga de los podcast, los Youtubers, los bloggeros…

Sí, tengo más de cincuenta años. Es un honor para mí saber que he pasado todo este tiempo en el planeta y he vivido un chingo de cosas, experiencias maravillosas y otras no tanto pero igual de importantes… la cosa es que he vivido. Y soy feliz por ello.

Algo que ha sido parte de mi historia, de alguna manera, porque elegí nacer en un tiempo muy peculiar, es que he vivido en dos siglos. Nací en el siglo XX y voy a morir en el XXI, y he vivido muchas experiencias maravillosas en el antes y el después.

Cuando era adolescente (obvio, de niña más) no había celular. Usábamos casetes y acetatos para escuchar música, andábamos en la calle con las amigas dando vueltas en el carro platicando, fumando y saludando amigos, haciendo nada y todo. Le poníamos $15 pesos de gasolina al carro de la amiga para “dar el rol” y llegábamos a la casa entre 8 y 9 de la noche para llamarnos por teléfono y seguir platicando entre el grito de mi mamá a lo lejos: “¡niña cuelga! ¡¡¡Llevas una hora en el teléfono, si alguien quiere hablar va a estar ocupado!!! ¡El teléfono es para emergencias! Tienes toda la tarde con tus amigas y llegas a hablar con ellas, ¿pues de qué tanto hablan?” Veía tele un rato, algún programa de los cinco canales que existían (seguro alguno de ellos era Ensalada de Locos) y me iba a mi cuarto a escuchar música de la radio que tenía en mi buró o algún casete que recién había grabado, quizás de la radio, o de algún disco favorito, mío o de alguna de mis amigas.

Sí, la vida no era tecnológica y eso lo disfruté mucho. Es un honor y un gusto haber vivido esos tiempos, tan de vivir y ya.

Las cosas cambian

Hoy, a mis casi cincuenta y cinco años, he tenido que aprender a comunicarme con muchos aparatos: con una computadora, con un iPad, con un teléfono celular (con miles de funciones), con mensajes escritos. He aprendido a vivir en la era de la inmediatez, en donde la tecnología marca una pauta y que cuando estaba en mi cuarto, escuchando un casete quizás con Telephone Line (de ELO), no había manera de que me imaginar cómo estaría viviendo a mis cincuenta y cinco años.

En el camino, me convertí en mamá y eso me ha ayudado a correr en la brecha generacional para estar al tanto de lo que mi hija hacía y conocía de forma tan natural. Para ella picarle a la compu es algo con lo que nació, y eso hace que una tenga que echarle más ganas para estar al día, con los “devices” que ellos manejan.

El hecho de que me hayan tocado todos los cambios me lleva a haber vivido muchas transiciones, por ejemplo, cuando estudié la carrera de Diseño Gráfico aprendí a ser una maestra con el “cutter”, todo lo hacíamos a mano: lo cortábamos y lo pegábamos. Más tarde hice la carrera de Ciencias de la Comunicación y en mi clase de diseño tuvimos una clase (en todo el semestre) en la que solamente nos mostraron cómo se hacía diseño en computadora, no lo hicimos, solo vimos cómo se hacía. Y ni hablar del video. Nosotros grabábamos con cámaras de 3/4 y editábamos en consolas de 3/4 que eran máquinas “modernísimas” para entonces -y carísimas-, con muy buena calidad y nos sentíamos súper chidos por poder hacer las cosas con la mejor calidad.

A los pocos años, cuando me di un año sabático para dedicarme al cuidado de mi hija, cuando volví a querer hacer algo de mi carrera ya estaba obsoleta. La era de la tecnología me había alcanzado y ya no sabía cómo se operaba una cámara digital y mucho menos ¡¡cómo se editaba con una computadora!!

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Era un cambio total de mundo. Todo esto lo viví y me encanta haber pasado por tanta cosa diferente. Porque son experiencias que le podré contar a mis nietos y eso ¡me enorgullece!

Ya del otro lado, habiéndome actualizado, en la década pasada aprendí a usar la tecnología cuando comencé una revista virtual que tuvimos que pasar a blog para actualizarla por ahí de 2007. Publicar y llegar a gente de todo el mundo era algo que me impresionaba.

Después de algunos años que me salí de la vida pública y dejé de escribir para el mundo por varios años, he decidido volver y a estas alturas del partido me siento toda una “señora” porque ¡tengo que actualizarme un montón!

Ahora la inmediatez está más cañona, y por supuesto, que estoy aprendiendo las nuevas formas de comunicarme con el mundo dependiendo de la edad; que si Facebook, que si Instagram, que si Podcast, que si Facebook live, ¡en fin! Es increíble todas las forma que hay de transmitir un mensaje. Y aprender de los grandes que hacen esto ¡¡como estornudar!!

Hace un rato escuchaba  Bla, bla, blá podcast de Cris Mendoza, quien me inspiró a querer usar esta herramienta, ha sido una gran maestra de la actualización en estos medios y de quien he prendido tanto en la vida. Con ella empezamos esa revista en el 2006, yo me salí de la vida pública pero ella no; ella siguió compartiendo con el mundo todo lo que sabe y es una chingona. He conocido otros Podcast, bloggers, que no tenía idea que existían, chavos que ahora son celebridades porque hacen cosas y se vuelven virales porque la gente los sigue. Obvio todo esto es nuevo para mí y con todo y mis cincuenta y tantos estoy dispuesta a aprender y utilizar todos estos nuevos formatos para todas estas nuevas ideas que merecen ser expresadas en todas las formas posibles.

Estoy dispuesta a que mi edad nunca sea algo que me limite a compartir lo que quiero compartir, ¡al contrario! Deseo aprovechar toda la experiencia que he tomado de la vida para continuar aprendiendo de todo lo nuevo que me trae ésta. Actualizarme en los medios de comunicación es algo que me entusiasma y me permite sentirme joven y activa con mis años y mi experiencia.

Yo sé que la edad es una actitud, y mi actitud es de aprender y compartir hasta el último día de mi vida.

 

De cosas que pasan en la vida


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