Si les dijera que conozco a una jovencita que ha sufrido un episodio de violencia relacionada con su sexualidad y que por ese hecho hoy sufre de ansiedad, depresión e incluso ha intentado suicidarse, quizá la mayoría de ustedes pensaría en que la chica ha sido abusada o violada. Pero si yo les aclaro que lo que le pasó es que unas fotos íntimas que se tomó con su novio fueron difundidas por él, sin el consentimiento de ella, quizá muchas de ustedes pensarían que ella tiene parte de culpa por haber permitido que le tomaran esas fotos y en última instancia, hay quien incluso pensaría que la niña exagera en su reacción.
Bueno pues estas exageradas forman parte de los cerca de nueve millones de mujeres mayores de 12 años que han sido víctimas de algún tipo de acoso por medios digitales (redes sociales, blogs, chats, foros) de acuerdo con datos recabados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Visto así ya no parece un tema menor ¿verdad? Porque no lo es.
De hecho, ya la Organización de las Naciones Unidas está trabajando en el tema.
Si bien el derecho de las personas en línea es un asunto en evolución, ya existen pilares en la normativa internacional sobre los que se pueda basar el combate a este tipo de agresiones y aquí mencionaré solo dos: el derecho a una vida libre de violencia por razones de género y el derecho a la vida privada y a la protección de datos.
La #LeyOlimpia
En 2013 una chica de 18 años grabó un video íntimo con su novio. Sin saber cómo, un día esas imágenes empezaron a circular por los celulares y periódicos de su pequeña ciudad en el estado de Puebla y su vida se convirtió en un infierno. Ocho meses y tres intentos de suicidio después y gracias al apoyo de su familia se animó a denunciar. Nadie le hizo caso. De lo que ella se quejaba no era considerado delito.
Su nombre es Olimpia Melo y en diferentes ocasiones ha declarado que “la gente no tiene idea de lo que causa este tipo de violencia. Limitan tu libertad, tu intimidad, tu movilidad, tu vida. Y tú lo aceptas porque crees que eres culpable. Cada like a esas publicaciones es una agresión, un golpe. Cada vez que alguien comparte contenido íntimo de una persona que no lo permitió es como una violación”.
Olimpia se organizó con otras víctimas como ella y con otras activistas. Fueron armando una propuesta ciudadana que hoy es una realidad. La conocida como Ley Olimpia implica que se reconozcan los delitos contra la intimidad, o sea la difusión de contenido íntimo sin consentimiento y el ciber acoso, que es violencia sexual en internet.
Hoy a seis años de distancia, los distintos puntos de la reforma han sido aprobados en la tercera parte del territorio nacional (doce estados hasta ahora) y sigue avanzando, con penas que van de los tres a los seis años de prisión para las personas agresoras y una multa.
Afortunadamente Olimpia no logró su cometido cuando intentó suicidarse. Muchísimas otras niñas, sí. La depresión, el suicidio y el ciberacoso están íntimamente relacionados y van en aumento. Las víctimas en su mayoría son menores de edad.
En alguna ocasión durante las discusiones legislativas en torno a la Ley Olimpia, un diputado local de Puebla declaró que respaldar la reforma equivalía a avalar la putería.
Como en tantos temas polémicos aquí no se trata de aprobar o no comportamientos más que personales, íntimos. De lo que sí se trata es de garantizar los derechos de las personas que ya están tomando decisiones sobre sus cuerpos, su sexualidad y su manera de vivirla.
Las prácticas de algunas personas pueden resultar moralmente reprobables para otras, pero eso no puede ser justificación para que se violen los derechos de nadie.
La irrupción de los dispositivos y plataformas digitales en la vida diaria es un hecho que llegó para quedarse y lo que ahí sucede no puede ni debe estar al margen de la ley, porque como dice Olimpia “lo virtual, es real”.
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