El segundo día de ‘Haute Couture’ en París fue un día feliz. La mañana se inició con Chanel, quien presentó, en el Grand Palais, un show poco ostentoso -algo diferente-, inspirado en jardines franceses repletos de rosas de color rosado claro y pérgolas floreadas en el mismo tono. Una fuente fue el centro de la pasarela que lució una variedad del clásico Chanel Tweed, vestidos de chifón, construcciones ovaladas en la presentación de los vestidos de noche, minivestidos metálicos y voluptuosos acabados en las colas de los atuendos que venían de tallo al cuerpo.
Interesante fue la presentación de combinaciones de bouclé en trajes de noche, con botas altas y curiosamente una especie de bouclé en pantaloncillos cortos. Manteniendo el tema sobre el poderío de la mujer. La novia, quien cerró el desfile, lució un tux de mujer acompañado por una capa falda, dejando claro quién ha de vestir los pantalones -en caso de que el mensaje pase por debajo de la mesa-.
Aunque algunos críticos sugirieron que este show falló en innovar, lo que percibí fue un sentimiento joven, de progreso, algo que trasciende las pasarelas y se siente en París. La ciudad, desde que goza de nueva presidencia -Macron- se siente más joven, más progresista y mucho más grácil. Esto fue lo que Karl Lagerfeld transmitió: ligereza, felicidad, confort y progreso, en un show que bien emula la primavera. El mensaje es justamente eso… primaveral, dulce y esperanzador.
La noche culminó con una grata sorpresa, el primer show de ‘Haute Couture’ de Givenchy por Clare Waight Keller. Sin hacer mucho alarde en las redes sociales, ni presentando una forma demasiado elaborada, la diseñadora simplemente entregó un sumario llamado ‘Mystereis of a Garden at Night’, donde una extensa explicación narraba sus motivos de inspiración para esta colección. En resumen, quiso usar lo femenino como progresión gradual del poder de la mujer. Mantuvo una vibra moderna, a la vez que revivió la esencia del creador de la casa, Hubert de Givenchy, en sus líneas características, e indudablemente nos recordó a Audrey Herpburn en sus diseños coquetos, femeninos y elegantes. Fue una colección pensada para la noche, en la elegancia del vestir de noche. Si bien en la colección predominó el negro, se vieron colores metálicos y combinaciones de degradés en plumas combinados con trajes de caída suelta, color gris brillante. De mis favoritos, la falda de arcoiris, acompañada por un cuello tortuga negro. Este atuendo simplemente flotó en la pasarela. Cortes triangulares y profundos resaltando ese ‘Audrey-Esque’ que solo Hubert logra; la pasarela causó furor, cautivó y fue ovacionada en su final, regresándole a una casa reconocida por su glamour y a una industria en duda, un sentimiento de esperanza y vanguardismo elegante que mucha falta le hacía.
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