Si las mamás son nuestro pilar, muchas mujeres no pueden decir lo mismo de los papás; algunos hijos felicitan a su madre el Día del Padre por haber sido ambos en su vida. Sin embargo, hay personas que simplemente no podemos imaginar la vida sin el padre. Estoy convencida de que yo sería otra persona si nunca lo hubiera conocido; es más, ni escribiría. Quién sabe quién sería sin él, porque los genes no engañan.

Paulina Rubio contaba que su papá nunca fue una figura ausente, a pesar de que sus padres estaban separados desde que ella era muy niña. Durante sus años boyantes en España, La Chica Dorada era vista constantemente en compañía de Enrique Rubio Sr., así como también en Miami o la Ciudad de México. En los preparativos para su espectacular boda en Cancún hace algunos años ya, era él quien la acompañaba al scouting y a las pruebas de menú. Cuando su padre murió, Paulina dijo que moría con él una parte de ella.

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Como en la canción de Timbiriche que ella misma interpretaba, “cuando llegas de noche y el sueño ya me venció, me miras dormir”. Una siempre se hace la dormida por temor a que la regañen por estar despierta esperando a papá, pero siempre lo haces.

Mi padre, por ejemplo, veía el futbol conmigo y los programas musicales con mi hermana; me dejó ver obras maestras del cine a una edad en la que no me correspondían, y me dejaba tomar los libros que yo quisiera de la sala de mi casa aunque no entendiera la mitad. Cuando íbamos a Acapulco, nadaba y jugaba en la alberca con nosotras por siete horas seguidas, y no era ningún jovencito. Yo nací cuando él tenía 45 años… Nunca me faltó papá.

El otoño le llegó en mi adolescencia; no así en la de mi hermana, de carácter más tranquilo. Me tuvo paciencia hasta donde pudo, y cuando uno entiende que los padres son personas adultas, con problemas, defectos y dolores, una deja de exigirles como si fueran un Ser Supremo que no se puede equivocar… El problema es entenderlo, y eso lleva mucho tiempo, adolescencia, adultez y hasta madurez (conozco gente de 50 que sigue atorada en ello).

Vernos crecer no es fácil para ellos.

El doctor Octavio Rivas, recientemente fallecido, pionero en la sicología del deporte en México, me dijo en aquel tiempo: “el momento más difícil para los padres es ver cuando las niñas crecen, y admitir que no podremos abrazarlas ni dejarlas que se duerman a nuestro lado o subirse a nuestras piernas como antes. Han crecido y no quisiéramos vivirlo. Hay que darle tiempo a la idea de que la hija se está convirtiendo en adulta”.

Mi papá y yo dejamos, entonces, de compartir muchas cosas, pero la hora del futbol y el cine nunca desaparecieron. Mi afición por el arte y la literatura tampoco. Sigo siendo quien él me hizo ser.

Generalmente, las niñas recibimos una enorme influencia del quehacer de nuestros padres. ¿Cuántas veces no hemos visto que a una chica le gusta el automovilismo porque su papá la llevaba a ver carreras? Lo mismo que pasa con los hobbies, sucede con los trabajos. Abogadas hijas de abogados; creadoras hijas de creadores; empresarias hijas de empresarios.

Un caso así es el de Blanca Treviño, CEO de Softtek, consultora dedicada a las finanzas a través de la tecnología. Se atrevió a ser una mujer de negocios por influencia de su padre, quien era un emprendedor en Monterrey.

Blanca Treviño, CEO de Softtek

“Mi papá nunca me permitió ponerme límites. Cuando escogí mi carrera estaba interesada en estudiar sistemas, pero me dio miedo y me apunté en mercadotecnia. Él me dijo que no me podía salir, que aceptaba que pudiera tener una hija tonta pero no miedosa”, dijo a la revista especializada SG el año pasado. Hoy es una de las mujeres más poderosas de México.

 

La actual Canciller Claudia Ruiz Massieu decidió seguir los pasos de su padre, el malogrado secretario de estado Francisco Ruiz Massieu, no con la firme idea de entender la política y querer hacer un cambio desde su corazón; eso le dijo a sus amigas íntimas cuando decidió incursionar en el PRI.

Cuando Agamenón muere, Elektra enloquece porque siente que su vida no tiene sentido. ¿Quién la querrá sin dote ni padre?

Pero el tema aquí es que, en algún momento de nuestra vida, nuestro Agamenón muere y no físicamente, sino metafóricamente: dejamos de ser niñas y él deja de ser el rey de Micenas, nuestro pequeño reino conquistado por la adultez en el que tendremos que crecer sin su abrazo. El único secreto es no convertirnos en Elektra y dejarlo ir. Crecer no es opcional.

Si has tenido padre, si ha sido importante para ti, si su enseñanza, por muy sencilla que fuera, sigue presente en tus acciones, entonces sabes que es irremplazable. Si por el contrario no has tenido padre o no ha sido una presencia positiva en tu vida, sabes también que esa ha sido su enseñanza: aprender a vivir sin necesitarlo. Al final, todos los caminos nos llevan a Elektra y a ese clímax dramático en tu vida en el que te preguntas: ¿quién sería yo con o sin mi padre?

¿Estás lista para responder?

Feliz día del padre, amigas, a quien ustedes quieran decirlo.

Gabriella Morales-Casas y su papá

Gabriella Morales-Casas y su papá

 

 


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