En el pináculo de su prestigio como investigadora de los grandes primates, Dian Fossey comenzó a radicalizar su postura en defensa de los gorilas de Ruanda, una actitud que le costó la vida en 1985.
Por Albinson Linares
Para fines de los sesenta, las cosas no pintaban bien para Dian Fossey. Había montado casi sola su campamento de estudio dedicado a los gorilas de la niebla y no era fácil conseguir alimentos, provisiones y materiales en Karisoke, Ruanda.
“Ella misma sufrió mucho durante la rebelión en el Congo, cuando cayó en manos de los soldados en Rumangabo. Ellos abusaron de ella, por eso se volvió hostil con los congoleses”, cuenta el fotógrafo de National Geographic Bob Campbell.
Además, muchos cazadores furtivos de la etnia batwa capturaban y herían a los gorilas de la zona. Aunque Fossey se apresurara a darles atención médica a estos primates, casi siempre las heridas se gangrenaban y muchas veces morían por eso.
“La conservación activa de los gorilas implica salir al bosque, a pie, día tras día, en un intento por capturar a los cazadores furtivos, matar sus perros, que lamentablemente transmiten la rabia dentro del parque, y talar las trampas”, comentó Fossey en una ocasión.
Impresionante final
Con las cosas así, pocos se sorprendieron cuando el 26 de diciembre de 1985 Dian fue brutalmente asesinada a machetazos. La reconstrucción de los hechos demuestra que el asesino vigiló los pasos de Fossey hasta conocer su rutina y poder atacarla al entrar en su vivienda, cuando era más vulnerable. Al parecer Fossey intentó defenderse cargando su arma, pero eligió la munición equivocada, por lo que no pudo disparar. El arma con que la mataron fue un machete que muchos años antes le confiscó a un cazador furtivo en una de sus patrullas anticaza y que había guardado en su cabaña como decoración.
Las autoridades gubernamentales bailaron danzas tradicionales, realizaron discursos y depositaron coronas de flores en su tumba ubicada en el cementerio que ella construyó para los gorilas y que se encontraba al lado de su vivienda, una pequeña choza en medio de las montañas de Ruanda.
Durante años su muerte fue un misterio, pero, finalmente, las investigaciones apuntaron como autor del crimen a Protais Ziriganyirago, cuñado de un presidente ruandés y gran capo de los cazadores furtivos de gorilas.
Poco queda de la labor material de Fossey luego del genocidio de Ruanda. Sin embargo, sus aportes académicos son invalorables, llenos de descubrimientos y nuevas visiones de los grandes primates.
Recordemos lo que escribió sobre su primer encuentro con un gorila: “Nunca olvidaré mi primer encuentro con los gorilas. Su sonido llegó antes que su presencia. El intenso olor almizclado era un aroma abrumadoramente semejante al de los humanos. El aire se rasgó de repente por una serie de gritos en tono alto, seguidos por el sonido rítmico de los chasquidos de un gran macho que emergió de lo que parecía un muro impenetrable de vegetación”.
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