El lunes 1 de agosto de 2016 murió a los 92 años Ana de Borbón-Parma, la reina que nunca reinó. La llamaban “la valiente”, porque fue reconocida con altas distinciones gracias a su participación en la II Guerra Mundial. El exilio de su esposo fue lo que no le permitió reinar, una vez que Miguel I de Rumania fue despojado del trono a “mano armada” por los comunistas. Pero de lo que te queremos hablar es de las cinco cosas destacadas que hizo.
- Vivir en el exilio.
Una de las realidades que vivieron muchos monarcas durante las guerras mundiales, fue el tener que huir de los enemigos. En el caso de Ana, nacida en París el 18 de septiembre de 1923, sus padres se mudan en 1939 a España para refugiarse de los nazis. Así que desde muy temprana edad conoció el exilio.
- El arte en las venas
Desde 1940 a 1943, estudió en la escuela de arte de Nueva York, a donde llegó con su familia después de haber pasado por España y Portugal.
- ¡A la guerra!
Le llamaban “la valiente” porque en 1943 se enlistó en las Fuerzas Francesas Libres -FFL-, quienes sirvieron en distintos frentes, desde Argelia, pasando por Marruecos, Italia, Luxemburgo y finalmente en Alemania. Siempre se opuso a las fuerzas nazis, como su familia, y nunca temió enfrentárseles. De hecho, recibió la Cruz de Guerra y, al finalizar el conflicto, fue ascendida al grado de teniente.
- Toca el amor
La verdad es que la historia de amor de Ana y Miguel es inspiradora. Porque él la vio por primera vez en un reportaje de la guerra en Marruecos, en la sala de cine del Palacio Real; allí había imágenes de ella trabajando de enfermera. Luego pidió al operador que cortase los fotogramas para convertirlos en pequeñas fotos y las guardó durante 4 años.
Finalmente se conocieron en Londres durante la boda de la princesa Isabel -futura reina de Inglaterra-. Y su amor fue tan verdadero, que aun cuando Miguel ya había perdido el trono en diciembre de 1947, ella se casó con él en junio de 1948, en Atenas.
- Excomulgación
Se casaron bajo la religión de Miguel, ortodoxos, contraviniendo la disposición del Papa Pío XII, que pidió al novio jurase que sus hijos crecerían bajo la fe católica, aun en contra de la tradición Rumana. El caso es que, de todas formas, hicieron lo que sus corazones les dictaban.
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