Hola. Soy Alis. Tengo 37 años. Y ya no menstrúo.
No sangro. Ni tantito. Y tampoco me dan cólicos. Ni tengo que cargar con una bolsa dentro de una bolsa de otra bolsa para esconder la copita y un calzón extra o las pastillas de paracetamol, ni los panti protectores. Ya borré la aplicación que llevaba el conteo de mi ciclo y para ser sincera, lo único que me hubiese gustado borrar de mi sistema es la necesidad de atragantarme de chocolate una vez al mes, porque este antojo voraz sí que lo sigo teniendo con regularidad.
No menstrúo desde hace 6 años. Y este hecho ha sido más difícil, doloroso y duro que la menstruación misma.
La resección de mi útero (y ausencia de la menstruación en consecuencia) sí tuvo repercusiones emocionales en mí, y aunque resultó un alivio para esos periodos dolorosos, escogería mil veces sangrar, sangrar y sangrar más. Pero así como no tuve opción al nacer mujer, tampoco la tuve sobre cómo y cuándo terminaría de menstruar.
Hay varios simbolismos que acompañan a la menstruación de los que nunca estuve tan consciente como ahora: fertilidad, feminidad y plenitud. Las investigaciones han demostrado que estos simbolismos tienen efectos profundos en la vida futura de las niñas. Y en mi caso, la pérdida dramática y trágica de la menstruación, acentuó estos 3.
Hola infertilidad. Mi potencial reproductor estaba muerto. Mi órgano transmisor de vida se iba a la basura junto a varios sueños. La pérdida de la opción era lo que me entristecía. No tener más la oportunidad de decidir si quería o no, en algún punto de mi vida, tener más hijos. Me habían arrebatado por completo esta posibilidad.
Es un hecho que para muchas mujeres, especialmente cuando no han tenido hijos (y sí los quieren) y avanzan por la etapa reproductiva, la histerectomía puede afectar negativamente su identidad femenina.
Adiós feminidad. Había en mí mucha tensión psicológica. Me invadía la sensación de mutilación. Como si mi condición de mujer hubiese bajado de rango (como si esto siquiera existiera). Imposibilitada físicamente a hacer lo que se supone que mi cuerpo debía hacer. Me sentía incompleta.
Es un hecho que la irrupción abrupta de la menstruación (o forzada) causa en muchas mujeres sentimientos de inferioridad frente a otras mujeres, una perturbación en su imagen corporal al sentirse “vacías” y encontrar un “hueco” donde antes no lo había.
¿Y la plenitud, ´apá? A esta difícil situación se suma la depresión. Ese constante pain in the ass que nos recuerda constantemente que fuimos despojadas de una característica innata. Y estamos ahora incapacitadas para llevar a cabo esa obra maestra de gestar y parir. “Ya no me siento mujer y fallé como mujer” fueron 2 de las frases que más rondaban mi cabeza durante mi proceso de recuperación. Sentí que sin ambas funciones, la plenitud era algo que nunca experimentaría.
Me costó 2 años entender que estos 3 simbolismos que acompañan la menstruación, no comunicaban más que emociones y realidades abstractas y representaban irracional, fantástica y subjetivamente el rol de la mujer en este mundo. Independientemente del nivel socio-cultural y económico siguen prevaleciendo ideas erróneas y creencias forjadas.
Me emociona saber que la menstruación es ahora un tema que se mastica en muchas conversaciones. Que sobre ella se habla más abiertamente que nunca. Hemos aprendido a entenderla, asimilarla, aceptarla, quererla y defenderla.
Menstruar es tan importante como no hacerlo. Porque ambos procesos requieren atención, cuidado y control.
Ya no menstrúo. No. Esta es mi nueva condición. Ya no mancho sábanas ni faldas. Ya no me sincronizo con mis amigas. No tengo que hervir copitas ni lavar toallas. Planeo vacaciones en la playa sin revisar calendarios.
Adiós, soy Alis. Y la vida es igual de bonita para personas con y sin menstruación.
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