La Sirenita

Recién vi con uno de mis hijos la versión live action de «La Sirenita» y desde mi nunca humilde opinión les digo: a mi me encantó. Peerooo, aunque en gustos se rompen géneros y por supuesto que puede no gustarte ni esta ni cualquier otra película, he estado escuchando y leyendo una serie de comentarios que no van sobre el fondo de la historia sino sobre la forma o «las formas que nos disgustan y que nos arden» y todo se resume a una buena dosis de «racismo» y otra tanta de ser poco flexibles, pero, me explico:

  1. ¿Qué más mítico, mágico, irreal e imposible que una sirena? Si se trata de una criatura mitológica, ¿por qué entonces no puede ser de cualquier color, de cualquier textura y dotada de cualquier magia..?
  2. Sí, reconozco a título personal que ya estoy cansada de la llamada «inclusión forzada», pero en el caso de «La Sirenita» en su versión live action, no es inclusión; me parece más un efecto visual llevado al cine para animar distinto la historia que ya conocemos.
  3. Es cierto que ya conocemos la versión adaptada a un cuento infantil, porque recordemos que la verdadera historia de la sirenita es un cuento escrito por Hans Christian Andersen, en el cual el personaje principal hace un trato con la bruja del mar para que le cambie la cola por piernas a cambio de su voz (porque la voz de las sirenas es lo que encanta a los hombres y los lleva a la muerte), con la condición de que, si el náufrago que la sirenita rescata no se enamora de ella, entonces ella se convertirá en espuma de mar y morirá, lo cual (te spoileo), sucede.
  4. En la versión de Disney de dibujos animados lanzada en 1989, Ariel es una sirenita te tez blanca y pelirroja que también hace el mismo trato con Úrsula, la bruja del mar y hermana de su padre el Rey Tritón, pero aquí, la tragedia no se consuma y a cambio el príncipe Erik sí se enamora de ella y son felices para siempre.
  5. Estamos en el 2023 y seguimos viendo lo negativo de lo bueno, una sirenita de piel oscura con cabello divino largo y rastas que no nos deja conformes porque NO ES IGUAL A ARIEL. Lo cierto es que nos quejamos por años y generaciones de las historias de las princesas de Disney y de su belleza, cintura y belleza imposibles, pero si nos cambian al personaje tampoco nos gusta.
  6. La realidad es que lo que no nos gusta es que exista la posibilidad de mirar GENUINAMENTE el mundo real y el mundo de la fantasía en todos sus colores y formas. La Sirenita es un ser o ente fantástico, puede ser de cualquier color. Se trata de una «versión» llevada al cine, donde vamos a reinterpretar la historia, en dónde veremos mas y distintos detalles y a una Ariel distinta y HERMOSA.
  7. ¿Por qué nos cuesta tanto y nos arde que no sea una versión fiel a la princesa de Disney? Porque detrás de nuestro discurso de queja, lo que hay es racismo. Si fuera rubia, tal vez no habría quejas.
  8. Lo que los niños opinan de la película es el reflejo de lo que sus mayores opinan: «niño ve, niño hace», y a los niños (a la mayoría de ellos) el color de piel les da igual. Dejemos de perpetuar conductas que solo restan, dejemos que la creatividad y la imaginación hagan lo suyo, porque este mundo y nuestras infancias necesitan un poco más de magia un mucho menos de prejuicios.
  9. Si tú eres de la generación que vio a La Sirenita en el cine, o que la tuvo en VHS o DVD o cualquier otro formato antes de la existencia del Streaming, abre la mente y disfruta lo que vas a ver, el mensaje es poderoso: «los hijos tienen una misión clara en la vida y no tienen por qué vivir el sueño de los padres», observa y aprende.
  10. Las historias fantásticas son para contarse y para disfrutar, los colores de la piel, los nombres de los personajes y los detalles de cada momento que recordamos no tienen que ser absolutamente fieles porque en medio de todo somos seres fantásticamente pensantes y nos podríamos regalarnos ser un leve más flexibles en la vida y más para contar, escuchar o ver un cuento.

Vayan a ver La Sirenita versión live action, lleven a sus hijos (sin importar el género), yo llevé a Iker que tiene 9 años y la amó, no corrompan la interpretación de los niños, dejan que simplemente sean eso: niños.

Un abrazo,

Karla Lara


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