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Vivimos en una cultura de la quejitis aguda pero en un sentido no muy constructivo, ¿a qué me refiero? En muchos países hay buzones de quejas en tiendas e instituciones públicas que sirven de puente para que el usuario y el prestador del servicio se comuniquen. ¡Y la gente los usa!

En México, podría decir que he visto pocas y no tengo idea si realmente se utilizan. Más allá de aprovecharnos de Twitter para quejarnos amargamente, la cultura de la queja constructiva o en busca de una solución no es realmente profunda.

Lo que se usa es el desahogo sin mucho fundamento y a veces de manera inadecuada (no se pierdan el artículo de Bianca Pescador en la que habla de las trampas del desahogo en redes sociales).

Diferencia entre «decir lo que nos molesta» y la «quejitis aguda»

Tendremos que hacer una diferencia entre expresar libre y sanamente lo que no nos parece bien y otra cosa, vivir en el grito, en lo negativo y en la constante queja… ¡por todo! A esto yo le llamo «quejitis aguda».

En nuestra cultura está «mal visto» reconocer nuestros logros o estar siempre de buenas, a pesar de que de alguna forma se nos exige estarlo. Por otro lado, el papel de la sufrida madre mexicana, impuesta en las películas del Cine de Oro y luego en las telenovelas que seguimos viendo en la tele abierta, nos refuerzan la idea de que «está bien sufrir», entonces pues entre una más sufre, «más fácil irse al cielo», ¿no?

Pero no basta con sufrir, hay que decirlo. Hay que quejarnos. Y si bien de cierta forma es permitido, en el fondo una persona que se la pasa quejándose termina alejando a las personas.

¿Por qué habría de quejarme todo el tiempo?

He reflexionado mucho sobre las razones para que nuestra comunicación sea siempre negativa. ¿Les pasa que tienen a esos conocidos o familiares a los que TODO les sucede? Siendo objetivos ya no sabemos si tienen de verdad un mal karma -o están «salados»- o simplemente es en lo único que se enfocan y de lo que hablan.

¿Qué agenda escondida hay detrás de todo eso? Me refiero a las ganancias que tienen con ciertas actitudes. Por ejemplo, «si estoy enferma y todo me duele me vienen a visitar mis hijos», así que mejor estoy siempre enferma porque si estoy sana, ya no tendrán una razón para venir a verme.

Agendas escondidas habrá tantas como seres humanos, pero seguro que tiene varias cosas en común: creemos que sin lo malo, no viene lo bueno.

¿Te pasa?

Es probable que el miedo nos paralice… miedo a que no nos van a querer si estamos bien o… miedo a no dar el ancho. A nosotros no poder solucionar el problema entonces vamos dando gritos de ayuda porque no nos consideramos adecuados para resolver el problema. O bien, porque nos encanta ser víctimas y dar lástima. ¡Poooobres de nosotras!

Ok, ok, si en este punto ya estás molesta, enojada porque «es que sí me pasa todo a mí», te invito a que respires un poco y no avientes tu celular y digas «no me digas que me gusta estar mal, ¡porque no es cierto!»

A nadie nos gusta estar mal… en teoría. En teoría, todos queremos estar felices como gif saltando por las montañas, pero eso es poco real.

Estoy viendo una serie que se llama «Está bien no estar bien» -ya les contaré más de la trama- pero el primer cuento del que habla la protagonista, escritora de cuentos infantiles, trata sobre un niño que pide a un ser superior que le quite la tristeza del corazón. Después de años de no tener tristeza, ese ente se le vuelve a aparecer y el niño, que ya creció, le dice que ha vivido en un estado de zombie, sin gozo. Y, claro, es que sin tristeza no hay alegría, ¡no lo sabemos distinguir!

¿Será así?

Cada cosa con su dimensión correcta

No quiero que se me malinterprete y suena a la señora juzgona que no entiende… ¡es que sí que entiendo! El punto es la reflexión, ¿por qué nos gusta llamar la atención con tanta queja? ¿Es un concurso para ver quién la pasa peor? ¿Por qué nos sentimos todo el tiempo y para todo que no podemos resolverlo todo nosotras mismas? Ojo, que del otro extremo del péndulo está la gente que no pide ayuda nunca, y eso tampoco es saludable. Pero esta es una invitación para revisar y reflexionar sobre nuestros discursos, tanto internos como extremos.

¿En serio nos va tan mal?

¿Por qué no nos comunicamos para expresar lo bonito que nos sucede?

¿Qué pasaría si dejo de estar mal?

Con esta mosca en la oreja -imagina que suena y suena- te dejo, para que lo reflexiones, para que te observes.

El ejercicio de auto observación es magia para el crecimiento personal. ¡Recuerda que sin ser tu propia jueza!, con amor y compasión. Míralo, obsérvalo y reconócelo. Es el primer paso para sanar eso, lo que sea, que se esconde detrás de esa negativa quejitis aguda.


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