Mamá, esta columna contiene información sensible, te la puedes saltar ( 😳 :oops:), jejeje.
Jaz, el tema del próximo mes es sexualidad. Tinguiringuiringui. Puedes hablar del sexo después de los hijos, si te sientes cómoda; me escribió Cris Mendoza, la editora de este su espacio llamado Kena, por WhatsApp.
Le dije sí de inmediato, me pareció interesante y hasta reflexivo, y pues que me voy como gorda en tobogán…
Recuerdo que cuando era novia de mi ahora esposo, el sexo era frecuente y maravilloso. Sin duda, fue una de las razones por las que decidimos casarnos pronto, tan sólo tres meses después de hacernos novios, jajaja. ¡La urgida! Y no, no me casé porque me embaracé, sino porque queríamos vivir libremente nuestra pasión y romance sin pedir permiso, ni respetar horas de llegada. ¡Vaya que la gozamos!
Nos íbamos de fiesta, llegábamos tardísimo a casa, moríamos de risa juntos, nos cumplíamos nuestras fantasías, etc.; la pasábamos genial pues, justo como lo habíamos planeado.
Así transcurrieron dos años de nuestro matrimonio y las salidas nos empezaron a pesar, sentíamos que ya era hora de dar el siguiente paso y formar una familia. Nos pusimos a hacer la tarea y pum, un día pegó y nueve meses después ya éramos padres; una feliz, ilusionada e inocente pareja que no tenía idea del giro que daría su vida en general, pero más en la intimidad.
Los amantes que antes amanecían bien empiernados y con ganas del mañanero, ahora lo hacían ojerosos, cansados y con una criatura en medio de los dos. Sí había ganas, pero no energía. Las desveladas se acumulaban día a día y, por lo tanto, la fatiga también; entonces nuestras relaciones sexuales eran más esporádicas, silenciosas y rápidas, con un “apúrate, no vaya a despertar”, en mente.
A pesar de lo terrible que suena, esta etapa nos dio un crecimiento importante como pareja; aprendimos a dormir juntos, a sabrosearnos sin encuerarnos, a destender la cama sin furor y hasta bromear con el tema.
Lo cierto es, que todo pasa, Vale empezó a crecer y, poco a poco, comenzamos a retomar nuestros encuentros íntimos con naturalidad y espontaneidad; creo que en el sexo la rutina mata toda pasión. Y así, en un abrir y cerrar de ojos nuestra bebé cumplió ocho años, nuestra niña linda, la que parecía que había llegado a dividirnos, nos unió más y nos enseñó que el amor de una pareja no se mide por la cantidad de sexo que tiene a la semana o al día (¡OMG!), sino por la capacidad que tiene de superar etapa tras etapa.
¡Jaz! Pero ya, dinos, ¿por fin retomaste el estupendo sexo que tenías con tu marido cuando eran novios?
Ese nunca se fue, simplemente aprendimos a desearnos más, a ser cuidadosos y menos escandalosos, uno le va midiendo el agua a los tamales, jajaja. Lo que cambió fue la periodicidad, pero el sexo en abundancia no es el pilar de un matrimonio, aunque cada quién habla como le va en la feria, dice el dicho.
¿Y ustedes, cómo han superado esta etapa? Cuénteme en Twitter en @jaz_mendoza.
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