Esta palabrita, «estar quedada», me da roña.
En serio, es que parece taaaan de abuelitas, «quedarte para vestir santos», lo cual, pues sí, algo así era: si no te casabas tenías que ocuparte de temas religiosos, de servir a la iglesia pues. No como sacerdotisa (porque ¿cómo vaya a usted a creer que las mujeres puede ejercer ese rol en la iglesia?), no, sino como voluntaria de la parroquia local.
Casarte antes de los 30, al parecer, es un must y si nos ponemos muuuy progres, tienes hasta los 35. Después de eso, incluso en pleno siglo XXI, te convierte en una «quedada».
Acabo de escuchar el término en un audio que compartió Bianca Pescador en una historia de Instagram en relación a su próximo curso para hacer buen uso de Tinder. El que hablaba era un hombre y sonaba joven, no le echo más de 40 y decía algo así como «bueno, pues por lo que veo tu curso es para… para, mayores de 35, o sea… para quedadas».
¡Plop!, para él: una mujer soltera después de los 35 es quedada. Para él y mucha gente más.
Creo que en algún punto yo también me la creí, ya que en los 30s sí tenía cierta urgencia de encontrar «un amor estable» y si bien los hijos no fueron prioridad en mi vida en algún punto, había cierto reloj social (y biológico por eso de que pasaban los años) que me hacía tic-tac.
La era de las solteronas
En inglés solterona es «spinster» y sí, se refiere a mujeres no casadas con una connotación despectiva y negativa. ¿Cómo se dice a los hombres «solterones»? «Old-bachelor». O sea: un partidazo mayorcito, mientras a las mujeres se nos pone en el rincón para trabajar como mano de obra barata (pero ganar algo para mantenernos), ya que una spinster es/era una mujer que teje cestas de mimbre. O sea: no católicas, a tejer, católicas, a vestir a los santitos en la parroquia.
Pero no se quedó ahí, la tradición/obligación de tener que casarnos se ha sostenido por diversas razones: para que nos mantengan (literal), para formar una familia y perpetuar la raza humana (no se vaya a extinguir, digo), dejar tus preciados bienes a un heredero, tener alguien que te cuide, preservar el buen nombre de las mujeres al alejarnos del «libertinaje» de la soltería, etc., etc.
Ahora que las mujeres ya somos parte importantísima de la fuerza laboral –y no está mal visto que una mujer trabaje-, sigue siendo un requisito social, si bien no estar casada al menos, sí emparejada.
Así que lo que este chavo del audio de Bianca decía viene al caso, es decir: no ha perdido vigencia.
Un movimiento por amor
Algo interesante que aprendí del término inglés (spinster), es que en el siglo XIX muchas mujeres (económicamente acomodadas, claro está), decidían ser solteras (abrazar el «spinsterhood«) antes que casarse por otra razón distinta al amor. Es decir: ya no querían matrimonios arreglados o por conveniencia.
En una revista femenina de esa época, Peterson’s Magazine, se publicó un artículo que hablaba de no casarse por escapar del ridículo de ser llamada una «vieja solterona». «¡Cómo se atreven a pervertir la más sagrada institución al convertirte en la esposa de un hombre por quien no sientes amor o siquiera respeto?»*
Y a esto es lo que quiero llegar: a elegir no casarte «solo por llenar el cuadrito de las formas migratorias».
En algunos lugares se ha quitado el estado civil dentro de las preguntas de rigor (cosa que no pasa en México y menos en las entrevistas de trabajo, ¿a quién no le ha pasado?). El estado civil sí sigue pesando, y recuerdo el dicho de una conocida mía: «mejor divorciada que nunca casada» en el que hacía referencia de que, al menos, vestirte de novia alguna vez es requisito obligatorio para no parecer defectuosa.
Defectuosa.
Auch.
Así me sentía yo, así que entiendo perfecto ese sentimiento.
Afortunadamente llegaron los 40, ¡bendita edad de sabiduría + suficiente juventud!
Ahora que veo hacia atrás, creo que más mujeres deberían de ver que el emparejamiento no es sinónimo de felicidad. Sí, seguro que a algunos/algunas les funciona, pero -como todo- no es para todas y todos.
Hay que quitarle el estigma a la soltería femenina y el peso de «solo así serás feliz» al emparejamiento. Porque también, ¡qué cansado!
Conozco mujeres que han aguantado cosas innombrables con tal de seguir «en pareja», y, ¿qué?… ¿el punto no era ser felices?
Es importante ver mujeres que elegimos -me incluyo- permanecer en soltería antes de aguantar patanerías, infidelidades y demás o bien, conformarnos «con lo que hay»; dejar de usar esas palabras despectivas (las palabras tienen poder) y erradicar de la mente que la única forma «de lograrnos» es a través de «el otro». Insisto, hay a quien le funciona, hay a quien no.
También el término «el amor de mi vida»… ¿de qué parte de tu vida? ¿Solo uno? Quizá para algunas personas, pero para algunas otras, tal vez haya más de un amor importante, relevante.
Si se nos antoja estar en pareja, ¡qué bien!, a buscarlo/a, pero sin bajar los estándares. Y no hablo de exigencia incongruente o irreal sino de valorarnos como personas y no aceptar menos de lo que nos merecemos.
Ya estoy tocando temas que tienen que ver con otro artículo, pero el punto es desmitificar el matrimonio y dejar de etiquetarnos, de ponernos en cajitas porque hemos o no firmado un papelito.
Estar casadas o solteras o separadas o divorciadas o arrejuntadas no nos hace más valiosas. Lo que somos como personas, sí. Cómo nos referimos a los demás, sí.
Así que antes de volver a llamarte a ti misma o a alguien más «solterona», piensa en el poder que tienen esas palabras.
Yo, en particular, no cambio mi paz y felicidad actual con «tal de pertenecer a…» A punto de terapia y más terapia he aprendido a quererme mucho y valorarme tanto, sin que tenga que ver la mirada externa, particular o social. Este es un gran ejercicio, sin importar la edad que tengas. Si estoy en pareja es porque gozo profundamente la compañía del otro, porque crezco con él y porque nos acompañamos, como dos seres completos sin depositar la responsabilidad de mi valía en él y la suya en mí. ¡Qué va!
La soltería o estar en pareja son decisiones que no deberían de importarle a la sociedad, así que si tú has sido denominada como «solterona», ¡qué diablos! No te dejes estigamatizar.
Vales por ti.
Que no se te olvide.
Les dejo un episodio de uno de mis podcasts en donde hablo de por qué tenemos «a fuerza» que estar en pareja… ¿pooooor? ¡Échenselo!
* Berend, Zsuzsa (2000). «‘The Best or None!’ Spinsterhood in Nineteenth-Century New England». Journal of Social History. 33 (4): 935–957. doi:10.1353/jsh.2000.0056.
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