Estamos a medio año ya, han pasado muchas cosas este año que todos queríamos que comenzara porque se tenía la esperanza de que todo lo “malo” del 2020 se esfumaría con el año que terminaba…

No, nunca ha funcionado así, cada fin de año tenemos la esperanza de que lo que no nos gusta en nuestra vida se desvanezca con el año, y no, nunca se va… los días siguen, la vida sigue, y no, las cosas no cambian por arte de magia; las cosas cambian cuando hacemos cosas diferentes, cuando hacemos conciencia y nos descubrimos viviendo y haciendo nuestra vida, porque la vida existe dentro de cada uno de nosotros: es lo que hago con ella, lo que elijo y decido; en lo que creo, lo que deseo, en lo que enfoco mi atención.

Entonces la experiencia de la pandemia ha sido más bien lo que cada uno ha querido vivir.

Sí, sí sé que muchas personas lo pasaron muy mal y eso no quita que esas experiencias son las que uno, eligiendo conscientemente o no, ha escogido vivir.

El año pasado vivimos experiencias de miedo, incertidumbre y encierro, y eso nos trajo enormes oportunidades para reflexionar grandes cosas acerca de cómo estamos viviendo la vida, qué hacemos y con quién compartimos la vida; todo para poder reflexionar y cambiar aquello que no funciona o que puede ser diferente.

Cambios sin parar

En mi caso yo he hecho varios cambios en mi vida: he aprendido a disfrutar el hacer más ejercicio que lo que venía haciendo anteriormente, y por consecuencia me siento mejor, más activa y más creativa. También decidí aprender cosas: a tejer crochet, a cocinar muchas cosas que no había cocinado, aprender a diversificar mis ingresos, encontrar formas que me ayuden a que mi dinero no venga de una sola fuente (que es mi honesto y valorado trabajo) y que logre que este dinero que gano trabaje para mí sin necesidad de mí.

Cambios… ¿con el dinero?

Esta experiencia me ha hecho reflexionar mucho acerca de cómo generamos dinero, qué hemos aprendido y qué nos han dicho a cerca de hacer dinero. En mi caso, me educaron inconscientemente, y por norma social, a conseguir marido que me mantuviera… y lo hice, pero no me funcionó, porque inconscientemente, también traía varias creencias que estaban en franca lucha entre la idea de libertad y la de economía, así que me puse algunas trabas para poder ser una mujer mantenida por un marido trabajador.

Y aunque nací en una época en la que ya era posible que una estudiara en una universidad, obtuve 2 carreras, sin embargo, nadie me enseñó a generar dinero para mi manutención.

Este es uno de los más grandes mitos que nos han contado en la historia, y que la mayoría de la sociedad de estos tiempos estamos atrapados: que, sin una carrera universitaria, y ahora peor, sin una maestría millonaria, pareciera que no somos suficientes para obtener un trabajo decente y mantenernos con él y pagar la enorme deuda que los estudios generaron.

Es muy paradójico, que estudiemos por tanto tiempo y no podamos generar sueldos al nivel de lo que estamos buscando.

Los hombres tienen la consigna (así como a las mujeres de conseguir marido que las mantenga) de ser buenos y abundantes proveedores, así que ellos en muchas ocasiones emprenden para generar creativamente formas de hacer dinero y sentirse reconocidos por la sociedad… Y por lo tanto, conseguir una buena damisela a la que puedan proveer y crear una familia.

Sí, entiendo que esto suena del siglo ante pasado, pero aún encontramos familias que esperan esto de sus hijos. A la vez en estos tiempos muchas mujeres, y hombres estamos buscando romper estos estereotipos y crear nuevas fórmulas de independencia económica para generar dinero sin depender de otro. Esto no quiere decir que no queramos compartir la vida con una persona, solo que no queremos depender de ser mantenidas y por lo tanto, sentirnos obligadas a vivir o hacer cosas que por dinero tendríamos que ser o hacer.

He aprendido y confrontado últimamente estas ideas de la educación académica, que no digo que no sea valiosa y necesaria, lo que digo es que hemos perdido la proporción de lo que es y para lo que sirve. Siento que a veces nos perdemos en la forma de hacer las cosas y nos “estrellamos contra la pared” buscando las mejores formas de cubrir estas expectativas que la sociedad nos impone. Estudiar… ¿para qué? Para aprender formas de desempeñar actividades que nos permitan generar dinero para vivir.

La forma y la edad en que se nos pide que elijamos qué queremos aprender para desarrollar el resto de nuestras vidas como trabajo es un momento poco adecuado, porque a los aproximadamente 18 años no tenemos la más pálida idea de lo que queremos, así que muchas veces tomamos decisiones equivocadas. Si aunamos la presión que ejerce lo que creemos que se espera de nosotros, los costos de las universidades -que no están para andar cambiando de carrera cada semestre “a ver qué es lo que en verdad me gusta”- entonces uno elige lo que más o menos se puede acercar a lo que genere menos conflicto; para unos serán lo que el papá quiera para el hijo o hija, para otros será lo que ellos quieran para pasarla bien o estar con los amigos… y así iremos decidiendo lo qué creemos que es lo mejor en el momento y ver si eso que estudiamos nos da la oportunidad de generar el dinero que necesitamos para vivir.

Lo que nos ha enseñado la pandemia

Ahora, tenemos otras condiciones que contemplar: qué negocios han sobrevivido en la pandemia, cómo funciona la economía ahora, qué quieren estudiar los chicos que han pasado un año en sus casas tomando clases virtuales y medio aprendiendo, no sé qué tanto, y cómo será la vida a partir de estos cambios que nos han traído grandes modificaciones. Así que sí, la pandemia ha traído nuevas formas de hacer y vivir y tendremos que aprender a aceptar lo nuevo y diferente para lo que viene en lo que creo yo que es una evolución de nuestra civilización.

Aprenderemos a vivir de nuevas formas, ya que la economía, la sociedad y la vida misma se ha modificado. Incluso en la economía hay situaciones que ya no funcionan y otras que requerirán de nuevas formas de expresión. Estamos en plena etapa de cambios y aún no sabremos qué nos depare el futuro en cuanto a estilo de vida y economía, ente la pandemia y la tecnología, que cada vez nos sustituye en más ámbitos de la vida, las cosas se acomodarán y aún no sabemos cómo y de qué forma quedará.

Lo que sí tenemos que hacer es traer el sistema educativo a una evolución urgente, porque ya no puede estar más obsoleto a lo que hemos venido viviendo los últimos años, y más aún éste último año en el que todo cambió totalmente. Estemos abiertos a la evolución que le toca vivir a nuestra civilización, algunos dicen que es la transformación tecnológica y que nada será como antes. Y al parecer este último año y medio ha acelerado esta transformación y mientras más conscientes seamos de esto más fácilmente podremos vivir la transición.

Bienvenida la evolución, disfrutemos las bellas experiencias que estamos dispuestos a vivir, que, al estar aquí, somos testigos de estos cambios en los que somos partícipes del nuevo mundo que nuestros hijos y nietos vivirán, cuando nosotros ya no estemos por aquí, deseo que en la mejor medida pueda aportar algo valioso a ese mundo que quiero que exista cuando yo no esté.


Síguenos en redes sociales como @KENArevista: