El pensamiento o la idea de que algo no está del todo bien conmigo me asalta en los momentos menos esperados (momentos de clara soberbia al creer que era la única). Es una duda individual y difícil de compartir, porque tiene algo de certeza (estoy segura de que algo no está bien en mí); y ello le abre la puerta al juicio propio y al ajeno. La manera de estructurar las ideas, de adelantarme a los sucesos, de fantasear despierta, de contar la historia ajena, de reinventar la propia. La implacable adicción de intentar adivinar la vida de un desconocido, de justificar las de los conocidos y la creencia de que los objetos se hablan entre sí (por eso colecciono y restauro muebles antiguos).
También la manera «absoluta» que tengo de ser como me recuerda mi marido cada tanto; la facilidad para bloquear recuerdos y editar la vida (sobre todo la mia); la pasión con la que me enrolo en algo y el desapego que reina cuando se agota la emoción; la profunda sensibilidad que me hace sentir como propias experiencias tan lejanas, la sensación fisiológica que provoca en mi la luz blanca y que me lleva al infierno de la ansiedad en dos segundos, o la calma y placer que me producen una cobija suave o escuchar las hojas de los árboles sacudirse con el viento.
Además la intolerancia que reconozco cuando siento reserva o tibieza en alguien más; la manera de conversar que pasa de la irrealidad a la seriedad y luego a lo trivial; la forma de desear encontrar razones para todo, a pesar de la gran imaginación que me rescata en casi todo, (mi propia loca de la casa) vs. los datos duros que quiero que respalden cada paso (y obvio no), me hace pensar: ¿Soy normal?, ¿Es normal?; ¿Qué es ser normal?
Pues me he encontrado de la manera menos planeada con una serie de explicaciones y respuestas en el libro más reciente de Rosa Montero: «El peligro de estar cuerda» que tiene mi recomendación absoluta (como soy), sin desperdicio alguno.
Ser diferente es un acto de rebeldía hacia el cual la intolerancia nos quiere hacer creer que salimos de lo «normal». Pero ser normal no es más que una etiqueta que nos hace sentir «cómodos» por pertenecer a un promedio estadístico. No porque genuinamente sea lo aceptable, solo es una mayoría relativa. Mi forma orgánica de ser «absoluta» me hace utilizar las palabras «siempre» y «nunca» con mucha frecuencia.
Viviendo y sintiendo «El peligro de estar cuerda»
Aclarado el punto, siempre he creído que los libros hay que «vivirlos, sentirlos, hacerlos nuestros amantes»; y por ello los subrayo, los comento, los marco, y este libro de Rosa Montero está todo marcado desde la página 1 que en realidad es la 11 hasta la 358 que me hizo caer en duelo y síndrome de abstinencia de saber que se acabó
A través de la lectura de «El peligro de estar cuerda» confirmé que la genialidad (no lo digo por mi), requiere de una imaginación desatada, que el proceso creativo en cualquier rubro requiere de una dosis de locura y que el genio y la locura se parecen, que las manías son más comunes de lo que creemos, lo mismo que los ataques de pánico y de ansiedad; igual que las emociones profundamente intensas como la depresión y la angustia.
Es refrescante confirmar que esas emociones tan intensas representan para muchos un viaje a otra dimensión, a otro planeta, a un plano paralelo (al que tantos van); ya se sabe: «mal de muchos, consuelo de tontos». Que esta sensación de ir con la imaginación al futuro y creer que «algo» sabes cuando regresas a la realidad; el terreno de la frágil salud mental que es vulnerable y sensible y que por dicha es un tema del que ya se puede hablar con mayor libertad.
A veces, ese mundo alterno te asalta, te invade, te hace creer que efectivamente transitas entre uno y otro; y a veces confunde; por otro lado, te levanta de la cama, de la mesa, de la tristeza, de la pausa porque el impulso creativo es un impulso vital, un latido que te devuelve al presente solo para arrancarte del mismo en un instante a crear esa historia (al menos, en tu cabeza).
La idea de no ser «normal», de no pertenecer al «promedio, ser los raros o diferentes» puede dar paz a algunos y sumar a la locura de otros; da miedo y ansiedad; porque es un espacio muy real en nuestra mente: tiene un tiempo y un espacio; un territorio. Por ejemplo: mi papá murió hace 8 años y más allá del esperado duelo; mi mente elaboró un lugar (que fue real en otro tiempo), para encontrarme con él; primero en sueños y luego en momentos de plena lucidez y alerta; ese sitio es la casa de mis abuelos paternos que no existe más; voy y vengo envuelta en el realismo mágico de creer que es tangible ver a mi papá, charlar con él del presente, consultarlo, compartirle y hasta retirarme como si fuera posible volver a verlo a mi gusto; a pesar de su inminente ausencia, sin apego alguno.
Otro ejemplo, porque el anterior es un ejemplo feliz; es la habilidad (que repudio) para imaginar varios posibles escenarios (casi catastróficos) en las situaciones más cotidianas, como ir manejando en el segundo piso del periférico y recorrer mentalmente las maniobras que podría llevar a cabo si un sismo de alta magnitud me sorprendiera ahí, en una vía de alta velocidad; o como saldría de un lugar en el que de pronto sucediera algo impensable como un derrumbe.
Mi imaginación ha sido tan vasta que he soñado (casi lúcidamente) con Gabriel García Márquez en la sala de su casa (que evidentemente jamás he visto ni en fotos), o la resiliencia con la que me adapté a la pandemia de Covid con 4 niños en casa (pensando que era un tiempo de guerra y que en casa estábamos seguros) y que en la post guerra todo florece, este permiso de disasociar que nos deja escapar de algo; quedándonos.
¿Por qué es peligroso estar cuerda?
Los ejemplos anteriores son solo para compartir que lo que vive en tu imaginación tiene siempre una explicación; que lo «normal» en realidad es todo lo opuesto; que las maneras de interpretar el mundo y la vida en él son tan infinitas como el universo y que todas son válidas (aunque algunas te arranquen de la vida misma). Rosa Montero reúne con maestría, los textos, fundamentos y personajes de referencia que fueron considerados siempre «distintos» hasta por ellos mismos: Sylvia Plath; Virginia Woolf; Héctor Abad; Joseph Conrad; Philip K. Dick; Nietzsche, Mark Twain… También nos explica con todo detalle (y con compasión y empatía) que la infancia efectivamente es una etapa primal del ser humano en la que se impronta tanto; y que una infancia rota puede dirigir un destino, o coartarlo.
Montero toca el origen del síndrome de la impostura, este error, esta desconfianza que se tiene de ser insuficiente para algo o alguien, que nos hace retirarnos; contrario al narcisismo que cree saberlo y poderlo todo, el contraste de la personalidad controladora pero a la vez altamente sensible, las denominadas PAS (personas altamente sensibles); lo que a veces te lleva a querer ser más indolente; mas indiferente; porque lo que ves, lo que escuchas; lo que sientes es enorme, te rebasa. A veces es más grande que uno mismo y da miedo sentir tanto; ahí suena ridículo eso de ir más ligero, no parece posible cuando la carga eres tú mismo y tu imparable tren de pensamientos.
Sí, la locura da miedo: propia o ajena despierta alerta y a veces amenaza; pero estar cuerda o cuerdo es tanto más peligroso, porque significa renunciar al sitio creativo; a las opciones y soluciones imaginarias, a lidiar con las emociones en seco. Significa apagar muchas de las pistas de aterrizaje que hay en nuestro cerebro y limitar el uso a unas cuantas vías y la locura no tolera límites; no puede existir en la inhibición; necesita alimentarse de las sutilezas, de lo invisible, de lo dicho entre líneas. La locura requiere de la obsesión, un cuerdo no la tiene, sin ella la locura muere, pero también la imaginación, y no imaginar es morir, es marchitarse como una planta sin agua y sin sol, y sin esa analogía.
La dulce contradicción que resulta en peligro: la famosa atención plena del aquí y el ahora; vs. la posibilidad de siempre inventar algo distinto para sobrevivir la propia vida. Siempre agradezco un buen libro, un buen amante libro y hoy agradezco ser de la «familia de los nerviosos» y si quieren saber que es eso vayan a leer «El peligro de estar cuerda», de Editorial Seix Barral, Biblioteca Breve de Grupo Planeta de Libros México; que ya encuentran en todas la librerías y plataformas en línea; y si se quedan con hambre de más pueden seguirse con «La ridícula idea de no volver a verte» y «La loca de la casa», también de Rosa Montero. En mi nunca humilde opinión: imperdibles.
Karla Lara
@karlamamadecuatro
No te pierdas lo que dijo Rosa Montero de esta novela: A todos los locos: el nuevo libro de Rosa Montero
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Me encanta el tema y le encantaría leer el libro!!