Desde que leí el libro con el título «La loca de la casa» de Rosa Montero, me identifiqué con la idea de tener dentro a otra versión de mí misma: una loca con la que un día entablé un diálogo imparable de ida y de vuelta.

Claro que a veces la paso por alto -por no decir que la ignoro- porque es una relación a la que a veces le he dado la importancia de comunicación abierta y conectada con mi consciencia, y otras de banalidad total, como si fuera el ángel o el diablo de caricaturas que creo me aconsejan para bien o mal.

La loca de la casa, de la azotea, a veces del sótano, esa que habita mi cabeza, mi corazón, mi estómago, mi instinto, mi sexto sentido… con la que reconozco haber tenido por largo tiempo una relación amor-odio.

Esa loca es mi compañera constante, la que me aprueba o valida en muchas situaciones y otras tantas me reprueba o me habla horrible y eso es la verdad. Tiene de bueno y tiene de malo: a veces me ha ayudado a tomar mejores decisiones respecto a mi persona y a terceros, me ha recordado a tiempo que en temas de energía igual no se ve, pero se siente. Mi loca de la casa me ha alertado de situaciones de riesgo o falsas; a veces me ha susurrado que alguien me está mintiendo y otras me ha gritado en la cara que me vaya corriendo de un lugar o de una persona.

Mi loca suele ser crítica y juzgona, es muy exigente y poco indolente conmigo, es dura en sus opiniones y le cuesta trabajo ser flexible frente a los cambios inesperados de la vida. A pesar de esas malas pasadas, suele también ser una loca que tiene una gran capacidad de escucha, con el tiempo y luego de mucho hablarlo ella ha aprendido a guardar silencio cuando no le pido su opinión. También se ha mostrado sensible y he tenido que poner mucho esmero en compartirle lo que me importa mantener fuerte y vivo, como mi amor propio, mis certezas, mi autoconfianza y mi libertad.

La loca de la casa a veces se siente mi jefa, es bastante mandona y entiende poco de excusas y pretextos, de hecho, de pronto le molestan bastante, para ella es muy fácil afirmar que las cosas las haces o no, punto, los demás son debilidades que adoptamos como propias.

Luego de muchos años de relación entiendo que a mi loca le dan miedo muchas cosas y que para protegerme reacciona abruptamente.

También comprendo que a veces quiere evitarme un dolor mayor y por eso pretende evitarme situaciones en las que «cree» que corro riesgo y entonces pareciera que me quiere boicotear, la entiendo pero ya no la justifico y cada día se lo permito menos.

Es rara la forma en la que a veces ella ve las mismas cosas que yo pero con interpretaciones completamente distintas, y digo raro porque comparte mi maternidad, mis gustos, diría que las mayor parte de mis miedos y hasta mis anhelos pero, pensamos distinto.

Mi loca me ha llevado a tener pensamientos extremos en los momentos más inoportunos: tipo pensar en una fatalidad cuando ya las cosas en sí mismas están para preocupar a cualquiera, es experta en dictarme todo lo que puede salir mal en un momento dado, pero para bien. En otras ocasiones me ha dado esperanza donde yo creía que no había nada que hacer o esperar… ha sabido ser esa «amiga» que me asegura que todo va a estar bien, que me pide me tranquilice y me recuerda el bien que me hace respirar. De tanto en tanto me genera placer morboso dejarla con la palabra en la boca, ignorar sus críticas frente al espejo, ponerme exactamente eso que me dijo que me quitara y hasta hacerle «shhhhhhh» y callarla, -pobre-, de pronto no se merece mis reacciones pero la verdad es que es mas por acumulación que por la situación en particular.

Lo bueno es que es comprensiva o de memoria corta, no lo sé, pero suele regresar casi de inmediato y no guarda rencores.

Mi loca tiene más edad que yo, o eso me hace creer, siempre aseguro que tiene entre 60 y 76 años por las cosas que me dice, los miedos que me comparte y sus ideas conservadoras, de a poco ha a aprendido a escuchar mas y a soltar el cuerpo, siento que se siente bien cuando lo hace. Lo bueno de que sea mayor es me da una sensación de poder confiar en ella, es como si ya tuviera experiencia en ciertas cosas que yo apenas voy a experimentar y me aconseja sobre ello como el alma vieja que es. Otra veces la vieja me siento yo, o será acaso ¿Inmadura?… pues parece que tengo actitudes y conductas infantiles y desde ese lugar donde me recuerdo mas niña compruebo que relacionarnos desde la paz se complica.

A mi loca de la casa me dan ganas a veces de correrla, que se vaya para otro lugar, no creo que la acepten o que la soporten pero sería bueno darle un susto, más para que valore lo que somos, porque la verdad sea dicha, en términos generales me cae muy bien, solo me cansa que pretenda decirme a cada paso que decir o qué hacer, aunque le reconozco lo creativa y divertida que puede ser, es como tener una fiesta interna o un cofre lleno de ideas que me inspiran una y otra y otra vez…

A estas alturas de mi vida aprecio tener a mi loca…

Como dije, es una compañera inseparable, yo que suelo ser solitaria y algo introvertida es una excelente compañera para pasar el tiempo y compartir lo que importa, además tiene bien claro cuando necesito sacar o ventilar emociones, me lleva en minutos a llorar, a querer practicar intenso ejercicio o a pegar un par de gritos y eso se siente muy bien; aunque a veces se enoja porque muero de sueño en medio de la tarde o simplemente pienso lo cansada que estoy y arremete con fuerza para decirme lo molesto y mal agradecido de mi parte que es reaccionar o parecer cansada.

Mi loca de la casa es una buena maestra, de vida sobre todo, y con recordatorios fuertes sobre cosas que yo misma he querido o afirmado en el pasado. Es esa clase de personas a las que no se les va una, pero puede caer mal porque parece arrogante o egoísta cuando se le mete determinada idea en la cabeza.

A veces me cuestiono si yo soy su loca de la casa y nos correspondemos o solo ella ocupa ese lugar en mí. Como sea la lógica inentendible detrás de esto que describo, creo que tener una loca cuesta, hasta cierto punto se gana y acabas mereciéndola. Yo agradezco por la mía y por todo lo aprendido juntas.

Gracias a mi loca de la casa por lo que nos falta por vivir, si me pregunta (que nunca lo hace) qué me gustaría cambiar, la respuesta sería nada, quizá al menos dejar de creer que está loca, porque tratar de ser nosotras mismas en estos tiempos es uno de los actos de valentía más grandes, porque va en contra de nuestra educación, de nuestra cultura, de las expectativas sociales y a veces, en contra de nosotras mismas.

Karla Lara


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