Aquello que sentimos, todo eso que pasa dentro y que llamamos emociones, forman parte fundamental de quienes somos, porque depende de ellas la manera en que reaccionamos ante las experiencias de la vida; y nos hacen ser, en buena medida, esa persona que yo veo en el espejo y que los otros ven enfrente.

Hace unas semanas escribía a cerca de “La presión y el deporte” y hablaba justo de esas reacciones que tuvieron dos deportistas -una en las olimpiadas y la otra en contexto de otro torneo internacional- ante la presión que vivían en sus experiencias deportivas. Todo eso que pasa dentro de ellas ante las circunstancias que enfrentaban, sentir todo el peso de un país en sus hombros y vivir la presión de las expectativas que el mundo tiene de ellas, aunque estén preparadas para alcanzar las metas que están buscando, a veces la mente y el alma no están alineados para conseguir aquello.

Esas emociones reprimidas

No encuentro mejor ejemplo que este que todos pudimos ver, expuesto en el mundo y para el mundo: Simone Biles retirándose de una competencia y recibiendo el apoyo de muchos de sus compañeros deportistas que, como ella, sabían de lo que estaba hablando, y de lo valiente que debía ser para levantar la voz y hacerse a un lado por la presión e intensas emociones que sentía y tomar una decisión así.

Mientras tanto, Novak Djokovic, decía: “la presión es un privilegio” ante la que él mismo sentía al buscar su Golden Slam y claro que llegó con todo buscando ganarlo, sin embargo, no lo consiguió… al pelear la medalla de bronce contra el español Pablo Carreño aparte de perder la medalla, perdió la cabeza y estalló en actos violentos rompiendo dos de sus raquetas.

Por supuesto que tanto Biles, Djokovic y cualquier deportista que se encontraba en Tokio, se han preparado por años para competir y lidiar con mucha presión, (¡sería fascinante ver, como en la película “Intensamente” de Disney-, las emociones del deportista mientras está lidiando con toda esa descarga de experiencias, antes, durante y después de sus competencias!)

Ellos que están llevándose al límite, son un ejemplo de cómo se viven las experiencias emocionales, y cómo hemos aprendido a reprimirlas, “no sentirlas” y creer que son un estorbo.

A penas ahora es que han salido a la luz como casos aislados, y por eso tan sonados, las reacciones de Naomi Osaka y Simone Biles (entre muy pocas más) haciendo caso a su experiencia y emoción, antes de su exigencia y expectativa.

¿Qué somos las personas?

Todos los seres humanos estamos conformados de cuerpo, mente, sensaciones y emociones. Y sí, hemos dado mucho valor a la mente e intelectualidad, al físico y sus capacidades… pero a las emociones las hemos visto como un estorbo o algo inadecuado que nos afectan más que nos ayudan. No hay nada más alejado a la verdad.

Las emociones son fundamentales para tener un equilibrio entre la mente, el cuerpo y la misma emoción, porque al permitirnos expresar lo que sentimos, no necesitamos recurrir al extremo y a la explosión.

Las emociones son parte intrínseca del ser humano, si las reprimo en algún lugar se quedan y tarde o temprano, como olla exprés, tendrán que salir ante la presión (como reacción exacerbada o como enfermedad). Si aprendemos a reconocerlas, a expresarlas y sentirlas, solo hacemos eso: pasar por ellas y vivir con ellas.

Ya sea tristeza, alegría, placer, dolor, amor, toda emoción, es necesaria y hay que dejarla sentir. Así la expresamos y regresamos al centro, desde donde siempre nos movemos, para un lado y para el otro, porque no se trata de estar siempre en el centro, se trata de regresar a él, y dejar de temerle a esta parte intrínseca y natural de todo ser humano: las emociones.

Entiendo que vivimos en una sociedad que nos ha enseñado a reprimir las emociones como forma “sana” de vida, y si lo vemos congruentemente, ahora podemos comprender por qué tanta ansiedad, depresión y crisis en nuestra sociedad.

Esta pandemia ha sacado a flote muchas de esas emociones cuando fuimos sacados de nuestras zonas de confort y confrontados a nuestros demonios.

Todos, de una u otra forma nos hemos visto lidiando con situaciones que no esperábamos y no queríamos, ya sea quedarse sin trabajo o permanecer en casa con toda la familia dentro, o quedarse en casa sola/solo, tener que trabajar en casa, mientras que los hijos tienen que tomar clase, y tener que hacerse cargo de algún otro miembro de la familia que no se esperaba atender, en fin… hay un sinfín de experiencias y formatos que hemos tenido que enfrentar y han hecho que salgan a la luz las situaciones que se vivían de manera velada, ya no se pueden ocultar, ya no se pueden velar, ahora hay que enfrentar.

Se tienen que tomar decisiones que se han venido posponiendo y eso genera cambios. Los cambios traen crisis, y caos, entonces traemos un sinnúmero de caos revoloteando al rededor nuestro, generándonos confusión e incertidumbre. Todo eso porque tenemos menos claridad de saber si debemos romper con estos patrones que hemos sostenido por tanto tiempo y ya no queremos en la vida o debemos esforzarnos un poco más para seguir sosteniéndolos. Por supuesto que genera ansiedad y/o depresión, pero la respuesta está en nuestro interior, y hasta que no nos atrevamos a dar el paso y explorar junto con ello todas las emociones que con una decisión como esta vienen, no vamos a saber cuál es nuestra verdad, nuestra esencia y de qué verdaderamente estamos hechos.

Confrontar, sí, confrontarnos a nosotros mismos para encontrar en nuestra parte más profunda esa esencia que es mi verdad y poder levantar esa bandera y aprender a verme fluir desde mi ser, con todas mis emociones y reconociendo lo que amo y es mío; no lo que creo que debo ser, para que “el mundo” se sienta contento.  Sí, para esto se necesitan muchas agallas y creo que esas son parte de esa fuerza que uno tiene cuando se atreve a reconocer sus emociones y sus verdades.

Estas experiencias son parte de los regalos que nos ha traído la pandemia. Es tiempo de cosechar todo aquello que nos ha confrontado, para aprender tanto cuanto podamos y reconocer que esta experiencia ha sido para descubrir situaciones maravillosas de nosotros mismos, más que una pérdida de tiempo y oportunidades para hacer más de lo mismo que veníamos haciendo… ¡Démonos la oportunidad de aprender algo nuevo que eso nos expande!


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