
Los derechos del lector, también conocidos como el decálogo de Pennac, deberían de tener mayor difusión para todos los que leen y los que empiezan a leer.
Leer de pronto parece que se vuelve una actividad a la que estamos «obligados» a ciertas cosas; a muchos niños se les enseña a leer por tiempo o por número de palabras sin importar siquiera su nivel de compresión lectora.
La lectura, es un placer que te abre las puertas del mundo, de la información y de las emociones. Leer le pone palabras a las historias, nos acerca a personajes increíbles y a veces; impensables, a situaciones no vividas, a lugares que no conocemos; a historias e Historia que nos previenen de cometer el mismo error que antes.
En otras situaciones, leer supone una superioridad aparente de conocimientos, porque pues nos otorga vocabulario, gramática, semántica y hasta conocimiento ortográfico, pero con ello se asumen algunas reglas que ya, por dicha, carecen de sentido y de vigencia; por ejemplo: terminar un libro (te guste o no), no rayar, no marcar, no subrayar o no doblar las páginas de un libro; no jugar con un libro, no prestar un libro, etc. Estamos enfocados en LO QUE NO, en lugar de apreciar los LO QUE SÍ.
Recién en una reunión me encontré con la recomendación de ir a leer el decálogo de Pennac o los derechos del lector porque justo platicábamos de un libro que compré recientemente y que me estaba costando mucho trabajo leer y hacia el cual sentía mucha resistencia; a pesar de haberlo elegido.
La lectura es un acto totalmente independiente y cada persona lee y consume literatura como se siente más cómodo.
Como lectores, podemos hojear libros, leer en voz alta, incluso podemos dejar de leer un libro que no nos agrada y todo esto gracias a que tenemos derecho a hacerlo. Aquí les comparto lo que descubrí, además de mi nunca humilde opinión:
LOS DERECHOS DEL LECTOR, Daniel Pennac, Como una novela (1992)
1) El derecho a no leer.
2) El derecho a saltarnos páginas.
3) El derecho a no terminar un libro.
4) El derecho a releer.
5) El derecho a leer cualquier cosa.
6) El derecho al bovarismo: Enfermedad de transmisión textual (Término alusivo a Madame Bovary, la protagonista de la novela homónima de Flaubert, lectora compulsiva y apasionada de novelas románticas.).
7) El derecho a leer en cualquier sitio.
8) El derecho a hojear.
9) El derecho a leer en voz alta.
10) El derecho a callarnos.
Mi nunca humilde opinión:
Lo que opino:
1) El derecho a no leer: hace todo el sentido, leer por elección, por gusto, por placer, cuando quiera y lo que quiera, al final es un contenido que voy a llevar a mi mente, por lo tanto, lo haré a mi ritmo, a mi paso y solo si quiero. Y también aplica para NO juzgar a quienes eligen no leer. Hay muchas maneras de accesar al conocimiento y a la información, la lectura es un gran medio, pero no es el único. Tampoco tenemos que leer el «best seller» o el clásico complicado. No tienes que leer si no quieres.
2) El derecho a saltarnos páginas: hay contextos sencillos de entender y textos que se vuelven repetitivos u obvios, puedes omitirlos, si ya entendiste, si ya sabes cómo hacerlo, si se repite: vámonos, a lo que sigue; el tiempo es oro, hasta para leer. También te puedes saltar las páginas de lo que se vuelve un dolor de leer sin que ello represente omitir la lectura completa de todo el libro. Cuando en los grados medios nos han dejado libros complejos como «Cumbres borrascosas», «Los Hermanos Karamazov»; etc., o autores como Allan Poe o Kafka… pues vale: deja que se adelanten tanto como necesiten o quieran porque eso va a mantener a la lectura como una elección y no como imposición y además, nos reitera que a pesar de hacerlo; entendemos.
3) El derecho a no terminar un libro: este me cuesta trabajo pero NO ES OBLIGACIÓN TERMINARLO: puede no gustarte, ser complicado, ponerte de malas, despertar emociones o pensamientos negativos, darte pesadillas, deprimirte; la razón que sea es válida. Es una libertad, es tu voluntad de no terminarlo porque simplemente no es un libro para ti. Suelta, fluye. Habrá muchos libros que formen parte de tu vida y que hasta leas varias veces.
4) El derecho a releer: ¿Qué creen?, se vale regresar las páginas porque algo no es claro; se vale volver a leer algo que ya leíste para interpretarlo desde un nuevo lugar; con otra perspectiva, en otra situación. Se vale volver a leer (más de dos veces un libro completo), es tu tiempo; es tu gusto, tú sabrás qué necesidad te pide volver a leer. Yo he leído mas de una vez «A la Sombra del Ángel», «Cien Años de Soledad», «Alas Rotas», «El error de la Luna».
5) El derecho a leer cualquier cosa. No todo lo que lees tiene que ser de alto grado de dificultad o de alto contenido intelectual. Todo suma, por algo llegó a ti: una novela rosa, un cuento, una publicidad; saber leer implica entrar en una dinámica de comunicación involuntaria muchas veces. Ya podrás distinguir en qué eliges ir más tiempo o más profundo. Pero puedes leer lo que tú quieras. Fin.
6) El derecho al bovarismo: Amé sin control este punto: se trata de una enfermedad de transmisión textual. (Término alusivo a Madame Bovary, la protagonista de la novela homónima de Flaubert, lectora compulsiva y apasionada de novelas románticas.). El «Bovarismo» supone la compulsión de leer novelas e historias de amor y ¿saben qué? Me declaro culpable, porque a veces el alma pide cierto alimento; lo que nos hace soñar, emocionarnos, ilusionarnos. Ya en la película «You Got Mail» con Tom Hanks y Meg Ryan, los personajes compartían su adicción a leer y releer «Orgullo y Perjuicio»… o bueno, ella lo obligaba a él.
7) El derecho a leer en cualquier sitio: no te creas el cuento instagramer de tener un espacio romántico y perfecto para leer, o disponer de un momento épico de silencio para hacerlo con un café o una copa de vino… a veces jamás llega. Disfruta el momento, si puedes y quieres lee: en el camino, en medio de una reunión, en medio de la noche, una pausa en el día si te es posible. Para algunos de nosotros leer es recargar la batería del corazón.
8) El derecho a hojear: nos dicen que «no hay que juzgar un libro por su portada, pues a hojear se ha dicho; porque te apetece, porque ver la portada y leer la contraportada o la reseña a veces no es suficiente. A veces hay más sentidos que se quieren involucrar, date el permiso de sentir y vibrar si es tu libro… al hojear un libro confirmas querer leerlo o no.
9) El derecho a leer en voz alta: a veces para entender algo hay que escribirlo, otras pronunciarlo. A veces una lectura es tan grata, tan vasta, tan grande que requiere de una voz; por ello hoy los audiolibros tienen tanto éxito, hay textos que no es lo mismo leerlos que escucharlos de voz de su auto. Si te nace, date: lee en voz alta.
10) El derecho a callarnos. No hablar de lo que leemos o de lo que leen los demás. Puedes pasar de largo en silencio y está bien. «El hombre construye edificios porque está vivo, y escribe libros porque es mortal».
Ahora que conoces tus derechos lector, disfruta más al leer o al no leer. Involucra a los pequeños lectores desde el amor por los libros, visiten librerías, deja que jueguen con los libros, que los toquen, que los recorran con todos sus sentidos. Si te da la gana marca tus libros, quedará una extensión de tu ser en ellos y regala libros. Siempre será una buena idea.
Un beso lector,
Karla Lara
@karlamamadecuatro
Imagen: Foto de Joseph Ruwa en Pexels
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