Lo tenía, era mío… al menos eso pensaba yo.
Me había ido increíble en la entrevista de trabajo: súper click con el de recursos humanos, el puesto de mis sueños en una empresa transnacional de alto prestigio. Al salir me tomé un café con mis amigas y les conté todo, ¡estaban felices! Brindamos por mi éxito y me desearon lo mejor. Sin embargo, pasaron semanas y nunca volví a escuchar de mi trabajo soñado. ¿Te ha pasado algo similar?
Muchas veces corremos a contar todo lo bueno que nos puede pasar, únicamente para que no nos pase, para que no suceda. ¡¿Por qué diablos?! Aplica para el galán de telenovela que va que vuela para ser tu one and only, para la venta magnífica que estás a punto de cerrar, para el viaje espectacular que con tanta ilusión estás planeando, para el libro que ya tienes súper planeado capítulo por capítulo…
RESGUARDA TU FELICIDAD
Kabbalísticamente hablando se dice que mientras los proyectos estén a nivel semilla, es decir, en la cabeza o el mundo de las ideas, lo mejor es no contárselos a nadie.
¿Por qué privarnos del gozo de compartir nuestra alegría? Bueno, primero que nada porque, siendo sinceras, puede haber una doble intención en el “compartir”: ¿le digo a mi amiga para que le den celos o le digo a mi amiga para que se alegre por mí?, ¿hablo de la venta antes para ‘visualizar’ mi bono (que yo voy a ganar y los otros no) o para que mis superiores me asesoren en el último jalón y sea un logro compartido?
Razón dos: porque todo es energía, y a menos que la persona te ame, te adore y quiera sólo lo mejor para ti (y en ocasiones ni eso es garantía), la envidia es un sentimiento humano que sí afecta y sí puede alterar nuestro destino en cuanto a recibir lo que nos corresponde en tiempo y forma. Envidia “de la buena” y “de la mala” por igual, que se traduce en el clásico: ¿por qué tú sí y yo no?, lo expresemos verbalmente o no. Y aunque suena horrible, es real.
Ejemplo casual: el otro día leí en Facebook el comentario de una chava que decía que estaba F·E·L·I·Z porque su mejor amiga, a quien adoraba con el alma, había vuelto con su ex marido (antes de firmar el divorcio), pero que estaba triste porque “¿por qué su amiga sí y ella no?”; ¿ahora con quién iba a ir a las piñatas?, ¿con quién iba a ir al cine?, ¿con quién iba a ir a las clases de cocina? OJO: No la juzgo, porque es lo más natural del mundo, pero es para enfatizar el punto. La envidia nos corroe.
Y tres, pero quizá la más importante, por el poder de las palabras. Imaginemos que en el universo hay un 100% de energía disponible para que lo que queremos se manifieste, para que se haga realidad en este plano físico. Cada vez que lo verbalizamos, le vamos restando energía. Al cuarto café con las amigas, sobra decir que lo más probable es que el proyecto no se lleve a cabo.
RAÍCES PROFUNDAS, FRUTOS DULCES
Acuérdate del experimento del frijolito en el vaso de vidrio que hicimos en primaria. Para cuando vemos la primera plantita brotar ya hubo todo un proceso “abajo”, a nivel semilla. En la Kabbalah se dice que “como es arriba es abajo”. Traducción: así como el frijol necesita tiempo para germinar y echar raíces, también nuestros proyectos.
Es por esto que lo más recomendable es hablar de nuestros sueños y planes una vez que estén manifestados en el mundo físico, una vez que veamos la primera plantita por arriba del algodón. Esta es la razón detrás de la sugerencia generalizada a las embarazadas de no anunciar la buena noticia (excepto a la pareja) hasta después del primer trimestre, que es el más delicado.
Si eres tan parlanchina como yo, esto te parecerá súper triste, decepcionante y seguramente lo cuestionarás. Como nadie aprende en cabeza ajena, ¡vívelo! En mi experiencia, después de tres o cuatro asuntos que “se me salaron”, aprendí a controlar el deseo de contarlo todo antes de tiempo.
Ahora hasta disfruto esa restricción (palabra muy kabbalista que quiere decir ‘hacer aquello que no te nace hacer’). Y lo que es más, cuando llega el momento de compartirlo con los demás, ¡¡lo gozo el doble!!
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