
Tengo 4 hijos (3 varones y 1 niña), yo misma digo que amo profundamente a mis hijos por igual y con todo mi ser, que no tengo favoritos y que cada uno de ellos ocupa la totalidad de mi alma. Por otro lado, creo que a los 4 les enseño los mismos valores y las mismas reglas, peroooo definitivamente yo soy una madre distinta con cada uno de ellos. Te cuento…
El mayor de mis hijos tiene 11 años, el mas pequeño 4, cada uno se encuentra en su propio momento de desarrollo y aprendizaje y requiere cosas distintas de mí. Eso es importante, pero más importante es que cada uno de ellos es un alma completamente distinta que llegó a mi vida en momentos diferentes y que representa una maternidad única de mi para cada uno de ellos.
La pregunta obligada que recibo siendo mamá de cuatro es «¿Cómo le haces para estar con ellos y darles atención?», -la respuesta típica es «tiempo de calidad con cada uno»… La respuesta real es: «somos una familia, nos amamos, estamos juntos, crecemos juntos, corresponde estar juntos y aprendemos unos de otros», el rollo del tiempo de calidad especial para cada uno de ellos es lo que nos hacen creer que los niños de familias grandes necesitan, y lo que necesita cualquier niño, sin importar el tamaño de su familia es sentir que:
- es amado incondicionalmente
- es perfecto como es y no tiene que cumplir las expectativas de nadie
- que pertenece a una familia, clan, tribu, etc.
- que su familia está bien como sea que esté formada
- que está seguro y que hay quién se ocupa y se preocupa por él o ella
- que su ser sabe qué quiere en la vida y que sus cuidadores principales (ojalá mamá y/o papá) van a acompañar su camino.
Lo que sea adicional a lo anterior es perfecto. Obvio que sus necesidades básicas estén cubiertas, pero ser amado y pertenecer es lo que realmente importa, lo que deja huellas positivas en tu infancia que te convierten después en un adulto que sabe amar, tolerar, compartir, aceptar que se equivoca… etc.
Lo que sí, es que YO SOY una madre diferente para cada uno de mis hijos, a pesar de que los cuido a veces al mismo tiempo, a pesar de que compartimos las mismas actividades, a pesar de yo ser una y ellos cuatro, por la simple razón de que ellos son diferentes y requieren cosas distintas del mundo en el que viven.
Las madres igual que los hijos crecemos, cambiamos nuestros puntos de vista, nuestra manera de ver las cosas, se ajustan nuestras preocupaciones, algunas se relajan, otras se agudizan, nos vamos transformando en mamás distintas, para los mismos hijos… No somos la misma con el primero que (en mi caso), con el cuarto, no hay recetas de cocina, vamos a prueba y error las más de las veces, aprendemos a escuchar, a ir con menos prisa, a soltar y (ojalá) a elegir nuestras batallas.
Con la pandemia hemos estado en casa y hemos aprendido (más) a convivir mejor, es posible, no tenemos que estar hartos, ni pelear, ni quejarnos, podemos estar y agradecer lo que tenemos, es más: me he transformado en una mamá distinta para cada uno de ellos antes y durante la pandemia… y eso creo va a ser el resto de la historia. A veces me cacho pensando en la mamá que era cuando fui madre por primera vez y cuando supe que lo iba a ser una cuarta vez, lo distinto que pensaba, lo diferente que se sentía, las grandes enseñanzas que han sumado a mi vida cada uno de mis hijos, los grandes aprendizajes que he tenido a la buena y a la mala, porque ser mamá para nada te hace perfecta, y tener uno o diez no incluye que lo sepas todo o que no tengas margen de error…
Yo creo que lo que funciona para todas es ser mas benévolas con nosotras mismas, aceptar que hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos y que siempre estamos dispuestas a dar más. Que sí, que es verdad que nos equivocamos y que a veces esos errores pueden lastimar a los hijos, pero la vida es así, vamos aprendiendo sobre la marcha y nuestros hijos a veces, son nuestro experimento para muchas situaciones, pero en otras, en otras lo hacemos espectacular y nos sentimos plenas y satisfechas de nuestras decisiones y vamos sumando y creciendo.
Yo te digo: «mamá relájate, tómalo con un poco de calma» todo va a estar mejor, todo pasa, todo cambia y el tiempo no se detiene, así que deja de intentar entrar en el molde que le guste a todos, no es concurso, no hay premios, lo único que queda es tu voz y tus acciones en las memorias preciosas de tus hijos: siembra bueno, deja algo positivo, trata de ser un recuerdo al que recurran cuando ya no estés para buscar paz, luz, orientación, certeza o simplemente confort y una sonrisa. NO tienes que ser un oráculo de sabiduría ni tampoco infalible. Es más, es mejor que seas muy humana, muy real y muy presente con todos tus errores, con todos tus defectos, porque ¿sabes qué?, el alma de los niños es tan pura, que no, los ven, pero saben si mientes, si finges, si te cuesta trabajo, si no estás bien… relájate y disfruta del camino, porque ser madre es un viaje sin retorno.
Un abrazo,
Karla Lara
@karlamamadecuatro
–
Síguenos en redes sociales como @KENArevista: