En esta nota voy a compartir, desde el fondo de mi alma, un tema del que se habla poco. Algunos pensarán que «expongo» algo que vivimos en nuestra familia con uno de mis hijos, pero como es el mes del #Pride no quiero dejar pasar la oportunidad de hacerlo.

Soy mamá de cuatro niños en total, de los cuales tres son varones y una es niña. Mi hijo de 5 años adora, disfruta, le encantan y se alucina con las cosas que tradicionalmente se consideran de «niñas»; le gustan las muñecas, los vestidos de las princesas, los ponys, las sirenas, los cuentos de hadas y de castillos. Le gusta descubrir que algunos de sus personajes favoritos (mujeres) tienen poderes… Prefiere las texturas que lleven colores alegres, claros y que ojalá tengan brillos y sedas o telas suaves. Aprecia los mínimos detalles en lo que ve, porque observa profundamente lo que considera bello y estético, así que reconoce y distingue si un peinado es elaborado y lindo. Le gusta mirar los accesorios (lentes, sombreros, pulseras, anillos, collares…) y yo, yo no soy una mamá tradicional ni conservadora y tampoco imaginaba que uno de mis hijos varones tendría estos gustos. ¿El resultado? Es que nosotros, como familia, lo acompañamos en el descubrimiento de estas cosas que tanto llaman su atención.

Podría decir que es normal y que no es nada relevante, pero la verdad es que no lo sé.

¿Qué sí y qué no?

Mi postura es desde hace muchos años que los juguetes son juguetes, los cuentos son cuentos y los disfraces son disfraces, los colores son colores y no son ni de niña, ni de niño, o no deberían de serlo.

No sé si todos los niños se comportan así, o si es que el mío lo hace porque tiene el espacio y la libertad de hacerlo o porque están los juguetes de su hermana a su alcance y los usa y le gustan. O porque su hermana lo adora y lo involucra en sus juegos, pero la verdad es que no lo sé.

Mi hijo es un niño adorable (como todas las madres creemos que son nuestros hijos), pero es verdad, es un niño paciente, sensible, compasivo, tierno, tolerante, con una gran imaginación y aprecia todo lo que representa cadencia y belleza, por ejemplo la música, el ballet, o la gimnasia, pero igual le encanta mirar aparadores de trajes de novias o telas para tapizar muebles que sean llenas de texturas y colores, ama las flores, las mariposas y estar en la naturaleza… y yo: observo.

Si se trata de jugar, lo cierto es que participa por igual en los juegos con sus hermanos y hermana; juega lo mismo a los autos que a las muñecas, pero si le toca elegir, escoge algún juego o juguete que involucre muñecas o actividades como cuidar a un bebé o pasearlo en la carriola. Con su hermana comparte muchos intereses y María, de 8 años, se considera muy afortunada porque es verdad que es un gran compañero de juegos. Y yo: observo.

Cierto es que los juguetes que «tradicionalmente» o «conservadoramente» se consideran de niñas son quizá más atractivos: tienen mas colores y diseño y a muchas niñas y niños les llaman más la atención. Lo mismo pasa con la ropa para esas muñecas o para las mismas niñas. Y en los juegos hay muchas opciones coloridas y divertidas, cuando se trata imitar o pretender roles domésticos (jugar a la comidita, a la mamá, al bebé, a la casita), veo que a muchas niñas y niños les encantan… Y yo: observo.

A mi hijo le encantan las cosas de niñas y eso para mí está bien. Para mí y para sus hermanos y hermana y papá, y eso es dentro de nuestras cuatro paredes o nuestro micro mundo de familia, en el que su abuelo ya le ha regalado una Ana y una Elsa para su cumpleaños. En donde le han amanecido sirenas y ponys para Navidad y su madrina le ha obsequiado cuentos de hadas y una capa con brillo para que juegue a pretender lo que él quiera ser. Ya tuvo una presentación en el talent show de su escuela bailando ballet y dibuja hermoso. No reparamos en ponerle un programa de televisión, da igual si se trata de Princesita Sofía o de Sirenas Claro de Luna o cualquier película de «princesas». Y yo, observo. 

En mi camino de madre me he dado cuenta que nos toca apoyar lo que nuestros hijos desean, ser sus guías desde muchos flancos y me siento contenta con el papel que hasta ahora desempeño, porque apoyo a mi hijo, como lo hago con los otros tres.

¿Y qué pasa afuera?

Claro que resulta mas sencillo apoyar gustos y preferencias que caigan en el estándar que no reta las costumbres ni gustos de nadie, pero tengo un hijo diferente y es perfecto.

Hay personas que se han atrevido a preguntarnos si nuestro hijo es homosexual (basado solo en la observación de sus gustos). Esas personas no tienen idea del espíritu y emociones de mi hijo, tampoco saben si obligar a un niño a ser y escoger lo que va en contra de su alma puede romperlo, como hay miles y miles de adultos rotos con infancias horribles, llenos de limitaciones.

Observo que este mundo está como siempre girando y (quizá) -ojalá-, evolucionando en muchas cosas. Percibo que la libertad existe en muchos sentidos y que los seres humanos tenemos cada vez mayores probabilidades de conectar con nuestra esencia y espíritu para alcanzar nuestra misión en la vida.

No ignoro que los juicios existen y que lo fácil es vivir conforme a lo esperado, lo tradicional o lo conservador porque ese es el «mundo del debe ser». Pero a mí, lo cierto es que a mí, ni lo tradicional ni lo conservador ni el debe ser me quedan, de hecho me aprietan y por eso he hecho tantos ajustes en mi vida.

Yo no tengo ninguna expectativa que mis hijos deban cumplir o alcanzar, no espero nada de ellos excepto que logren «SER», que logren «ESTAR» y que vayan conquistando su propia felicidad y logrando su misión de vida conforme crecen y se desarrollan.

A mi hijo le encantan las cosas de niña y está bien.

Está bien porque es él, porque tiene libertad de ejercer su libertad y eso es todo en la vida. Crecerá y hará constantemente nuevas y diferentes elecciones y yo estoy y estaré para acompañarlo, a él y a todos mis hijos.

Y estoy y estaré para cuanta persona se acerque, desde un lugar genuino, para decirle que: ante muchas situaciones de crianza no tengo ninguna fórmula, tengo pocas respuestas, pero una certeza absoluta: que amo profundamente a mis hijos y mientras que nada los amenace en su felicidad, vida o integridad, para mí, lo que hagan y elijan está bien.

¿Rosa o azul?

Al margen de esto, sé que hay muchos niños que hacen y pasan por lo mismo y solo tengo que decir que está bien; que el género no lo dictan ni los colores, ni los juguetes, ni los roles al pretender.

Que los niños y las niñas juegan (ojalá) desde la creatividad y la imaginación y que con esas dos herramientas y el soporte suficiente de inteligencia emocional pueden ser lo que quieran y lo que deseen, y alcanzar lo propio en su vida adulta.

Lo normal es lo que sucede dentro de cada hogar, en cada familia.

Le doy realidad a la felicidad de mis hijos y eso eso está bien, porque me interesa que mis hijos y mi hija -y los hijos del mundo- sean felices… y no, no expongo la infancia de mis hijos, expongo mi vida de madre y el camino sagrado que este representa.

Por supuesto: estoy a favor de que las niñas y los niños jueguen con lo que quieran, vistan del color que mejor les plazca y lean todas las historias que los hagan felices…

A mi niño le encantan las cosas de niñas y yo…, yo no tengo nada que hacer al respecto. Yo observo feliz su felicidad y trato de ser parte de ella.

Yo soy una mamá más, ocupada de lo que la maternidad me enseña y aprendiendo todos los días desde el lugar más humilde que puedo encontrar, aprendiendo de cuatro maestros que son mis hijos, tratando las más de las veces de estar despierta y atenta para guiar a veces, y a veces seguir la luz que los hijos emanan.

Me parece de pronto que este mundo podría ser un poco más pacífico si las personas conservaran esa libertad de elegir lo que los hace realmente felices, si pudieran permanecer en el ser genuino sin perjuicios, ciertos de su camino sin distractores por hacer feliz a alguien más.

En ese pequeño mundo que sí tengo a cargo por un rato, en ese pequeño mundo que es mi familia, me toca hacer la diferencia y criar a cuatro seres humanos en la mayor felicidad posible.

A mi niño le encantan las cosas de niñas y está muy bien y estoy tan orgullosa de él como de cualquiera de mis hijos.

Muchos niños y niñas viven enfrentándose a un mundo lleno de cuadraturas y formatos, no es mi papel mantenerlo en el límite sino que siga sus propios límites. No sé cuál sea el resultado mañana, pero hoy es plenamente feliz y sé que pase lo que pase, será un adulto seguro, pleno, en paz e incapaz de romper ni de juzgar a nadie desde un lugar que no sea el del amor.

@KarlaDoula


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