La vida y la muerte son portales por los que pasamos, entramos por uno, habitamos el cuerpo y luego salimos por otro para dejar de habitarlo.

Este cuerpo no soy yo, es mi instrumento temporal, pero yo soy mucho más que este cuerpo. La muerte del cuerpo es lo más natural de la vida, es el final y el comienzo de algo más, es un pasaje a una nueva aventura. Si la muerte es lo más natural ¿porqué la hemos desnaturalizado tanto? ¿porqué nos despierta tanto temor y sufrimiento? Si dejar nuestro cuerpo para que retorne a la tierra es lo que debe suceder ¿porqué nos aferramos y lo enterramos en cajas y cubrimos con concreto?

Nos hemos desconectado del ciclo natural de la vida porque queremos permanecer, tenemos miedo a cambiar de forma y nos aferramos a este medio a través de objetos, de símbolos y creencias. Pero nada permanece, todo fluye, el cambio es la única constante y a nosotros, tarde o temprano, nos tocará cambiar de forma.

Creo que en esta vida una de las lecciones más recurrentes es la de soltar y dejar ir. Si prestamos atención, en los momentos que más hemos aprendido son en los que nos ha tocado soltar algo o alguien.  Estas lecciones que nos va dando la vida no son en vano, son ejercicios que nos van fortaleciendo y preparando para el gran desenlace.  Y es que un día nos tocará soltar aquello que creemos nos pertenece por completo, nuestro propio cuerpo, y todo el camino es un maestro que nos va preparando para ese glorioso día.

¿Qué quieres que hagan con “tu” cuerpo cuando te mueras? Pues yo creo que ese cuerpo ya no será mío, no me pertenecerá, ese cuerpo es el instrumento que este medio me prestó para expresarme y para experimentar la vida.  Sin embargo, si me preguntan, yo quiero que “mi” cuerpo cumpla su ciclo, que cuando muera, éste de espacio a más vida.

Quiero que mi cuerpo abone la tierra y que de él crezcan árboles, flores, hongos y que de ellos se alimenten insectos, plantas, animales. Quiero que mi cuerpo sea un medio para llenar de más vida este planeta. No quiero que mi instrumento quede cubierto de concreto, quiero que quede cubierto de raíces, de plantas y de flores.

Bosque Eterno

Existe un lugar en Puebla, se llama Bosque Eterno, es un bosque que es abonado por los cuerpos de aquellos que ya tomaron otra forma. Es un bosque lleno de vida, en ese lugar no se respira la muerte como la expresa un cementerio lleno de lápidas grises. En ese lugar se respira la muerte como generadora de vida, como el proceso natural que es.

En el Bosque Eterno, el cuerpo es enterrado en un cajón de madera o en urna biodegradable; de esa manera, las cenizas o el cuerpo se van degradando y abonando el sustrato que da vida al bosque. Es un bosque de Encinos rodeado por un humedal y habitado por una gran biodiversidad. Es parte de una reserva de 246 hectáreas y es hogar de cervatillos, zorros, jabalíes, armadillos, ardillas, cacomixtles, lechuzas, halcones, pájaros carpinteros, pato mexicano y garza.

El objetivo de este proyecto es tanto naturalizar la muerte como convertir los cementerios en espacios ecológicos, favoreciendo y acompañando el proceso natural de los cuerpos y garantizando la sustentabilidad de los ecosistemas.

Yo quiero que este cuerpo que habito retorne a la Tierra lo más rápido posible, que sin dificultades la Tierra pueda abrazar cada una de mis células y transformarlas en más vida. Yo quiero que este instrumento se siga transformando y que mi existencia siga viva a través de esos seres que se alimentarán de lo que yo dejo para trascender una vez más.

 

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