El duelo, llamado por algunos autores «luto», se refiere al proceso natural que inicia la persona que sobrevive la muerte de un ser significativo en su vida; tras el fallecimiento de uno de los padres, al enviudar, al sufrir un aborto espontáneo o tras «dormir» una mascota, etc.

La pérdida -aunque para algunos psicólogos y autores es lo mismo debido a que el proceso que se desencadena es muy similar al del duelo- se refiere a algo que termina, pero no debido a una muerte, por ejemplo un divorcio, una despedida laboral, una separación, un cambio de residencia, el final de una etapa de vida, la pérdida de la salud o la juventud, etc. ¿Quién no hemos estado ahí?

¿Por qué hay que vivirlos?

Hay que decir que ambos procesos son adaptativos, es decir, aunque hay sufrimiento en el medio son procesos saludables y benéficos. Es muy necesario permitirnos vivirlo y afrontarlo, así como buscar ayuda de profesionales (psicoterapuetas, tanatólogos, psiquiatras, grupos de apoyo, etc.) y valernos de herramientas disponibles como libros serios (abajo), salidas con amigos, ejercicio, hobbies productivos, algún viaje introspectivo, meditación y muchos más. También se requiere que seas muy amorosa, cuidadosa y paciente contigo misma.

«No hay nada que transforme más la vida como el dolor que surge de la muerte (sea de un ser vivo, relación o situación)»

Las etapas

Vale decirte que las etapas no llevan un orden estricto (excepto la última que marca el final) y la línea entre una y otra es borrosa en muchos casos, tampoco es forzoso que se vivan todas ni se haga tal cual. Hay autores que varían los nombres y que agregan otros estadios como la culpa, el ritual o la esperanza. La duración del proceso entero o el tiempo entre una y otra etapa o incluso experimentarlas simultáneamente o reaparecer después es tan personal como cada ser humano y su caso particular.

mujer varada orilla del mar

 

  • Shock inicial y negación
    Como defensa, al principio experimentamos la incredulidad ante el suceso, una especie de «no asimilación» y hasta una sensación corporal de anestesiamiento o de sentirse «como zombie», ajeno a este mundo, como una especie de sueño del que se va a despertar. Este es un sabio mecanismo para protegernos y que logremos sobrevivir al fuerte impacto de lo sucedido.
  • Enojo y ataques de rabia
    Te enojas con el mundo y sientes rencor con la persona que se ha ido, consideras injusta a la vida o a dios, culpas a los doctores, a la tecnología, a tus padres o a tus jefes, a ti mismo por lo que hiciste o dejaste de hacer, entras en el peligroso terreno de los «hubiera». Organísmicamente se experimentan calores tipo bochorno, insomnio, atacan los recuerdos desagradables, se pueden presentar pesadillas y pueden darnos ataques de ira de romper, tirar, manotear, gritar, azotar; incluso sed de venganza o desquitarnos con gente que ni la debe ni la teme.
  • Tristeza profunda o depresión
    Digamos que energéticamente es la cuesta más baja del proceso. Hay mucha melancolía y desgano por cualquier actividad en general. Cuesta despertarse por la mañana, el llanto está a flor de piel, la mirada se pierde en el horizonte, la cara se «cae», el apetito se va, cuesta trabajo concentrarse, la vida pierde sentido. Atacan los recuerdos lindos de los «buenos tiempos» del tema. Pueden presentarse ideas de morirse o de que nunca vamos a lograr salir del agujero. En esta etapa es sumamente importante contar con un entorno cariñoso, que nos acompañe y apoye para atravesar lo más doloroso del duelo.sirena en la orilla
  • Negociación/Perdón
    Se empieza a negociar con la vida, a notar lo obtenido hasta ahora, a experimentar nuevas formas de proceder en el día a día. Se realiza una despedida más asumida con sentimientos de agradecimiento y perdón (tanto a la persona viva o muerta, o a la situación, ya sea en persona o a la distancia) y también se encuentra el perdón y reconocimiento para sí mismo.
  • Aceptación/Sentido/Paz reencontrada
    Aquí se integra lo aprendido, te das cuenta de cuánto y cómo te has transformado durante el proceso, te sorprendes de tu fortaleza, se deja de sentir dolor, quizá haya tristeza aún pero ya no hay dolor. No necesariamente das brincos de alegría, aunque en algunos casos sí. Generalmente se acompaña de un estado de serenidad y de tener una renovada actitud ante la vida. Hemos aceptado la pérdida e incluso, podemos experimentar su ganancia o integrarla a nuestra vida.

mujer en la orilla del mar viendo aves

Un proceso muy humano

Vamos, que todos tendremos que lidiar con esto tarde o temprano, la muerte es parte de la vida, así como perder cosas y dejar atrás etapas, también lo es. Yo en lo personal, estoy fascinada con el tema desde que tuve que enfrentar una separación muy dolorosa de mi pareja de 10 años. Comprendo que no solo es difícil desprenderse de la persona, es toda su historia, lo que te da identidad así como sentido de vida: su rutina, esa casa, nuestras mascotas, nuestras cosas, los familiares, los amigos, las particularidades, los detalles, el lenguaje propio, ¡nuestra vida como la conocíamos hasta entonces!

Pero justo eso es paradójicamente, lo mejor.

A lo largo de casi dos años pasé por días muy dolorosos, emocional y físicamente… ¡sí se rompe el corazón de verdad!, pero también atravesé un proceso de redescubrimiento y regeneración personal donde reorientas las velas de tu vida (la etapa RE le llamo yo). Además, maravillosas cosas suceden cuando te autoapoyas y te dejas apoyar por quienes te quieren. «Confía en el poder transformador que solo encarar el sufrimiento tiene», me dijo un día mi terapeuta y sí, tenía toda la razón.

encontrando el barco

Libros que pueden ayudarte:

Para todo tipo de duelos y pérdidas, best seller y popular en el tema: El camino de las lágrimas, Jorge Bucay

Cuando muere tu esposo: La ridícula idea de no volver a verte, Rosa Montero

Tras separarse o divorciarse: Los hombres (algunas veces por desgracia) siempre vuelven, Penélope Parker

Cualquiera de la experta en muerte y elaboración del duelo: Dra. Elisabeth Kübler-Ross

 


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