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Por Patricia de la Fuente*

Cuando hablamos de mensajes tóxicos nos referimos a aquellos que son derivados de los métodos de crianza tradicionales, los cuales se enfocaban en señalar las conductas de los niños y niñas que no iban de acuerdo con el concepto de lo correcto para los padres o profesores, quienes descalificaban su comportamiento en general y atacaban de manera importante su autoestima.

Cambio de perspectiva: la positiva

La psicología positiva propone un enfoque de educación a través de las fortalezas, es decir, en lugar de enfocarnos en lo que el niño carece, ponemos el interés en sus áreas de fortaleza, y a partir de ahí, trabajamos sus áreas de oportunidad. Se trata de identificar y aislar claramente los comportamientos que no benefician a los niños ni a la comunidad, para dejarles claro que algunas acciones no son adecuadas, siempre haciendo hincapié en dicha conducta en particular y no en su comportamiento en general.

“Infancia es destino”, una de las frases más contundentes de Sigmund Freud, el padre de la psicología, es también una de las más acreditadas en la psicología, pues demuestra que todos los mensajes, tanto positivos como tóxicos que reciben los niños en su primera infancia son determinantes para la salud emocional del resto de sus vidas.

Por ello, es aconsejable que niños y niñas reciban siempre el mensaje de que son lindos, inteligentes y capaces; ellos deben de entender que a veces cometen acciones inapropiadas porque aún no han aprendido lo suficiente o simplemente porque se les olvida qué es lo correcto, pero esto no quiere decir que sean tontos, desobedientes, no puedan o no entiendan.

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Foto de Ramin Talebi

Cuando un niño hace o dice algo incorrecto, es necesario hacérselo notar con una justificación firme y clara que le haga comprender por qué no debe actuar así y cuáles son las posibles consecuencias. Sin un sustento del por qué o para qué actuar de tal manera, terminará obedeciendo sólo para darle gusto a los adultos, para no ser regañado o castigado y para evitar el enojo de sus padres.

Cómo decimos y hacemos las cosas

Otro tipo de mensajes tóxicos tiene que ver con la incongruencia entre lo que hablamos y lo que hacemos como mamás, papás y maestros.

Cuando tratamos de inculcar un valor a nuestros niños, pero actuamos de manera contraria, estamos generando en ellos una confusión que podría derivar en dificultades al momento de discernir. “¿Por qué me piden que haga esto si ellos hacen lo contrario?”

Al mandar un doble mensaje, el niño podría volverse, de hecho, un manipulador, pues frente a las figuras de autoridad hará lo que ellos pidan, pero cuando no los vean podrían tratar de imitar las conductas inapropiadas.

De la mano de la congruencia viene la intencionalidad de nuestras acciones. Si éstas son producto de una intencionalidad equivocada, la naturaleza de la acción se verá desvirtuada. Cuando, por ejemplo, hacemos las cosas por conveniencia y no por beneficio común, también estamos mandando un mensaje tóxico: “voy a ayudar a esa persona para que no digan que no son cooperador”. Aunque los niños en sus primeros años no conceptualizan de forma abstracta como los adultos, sí tienen una gran capacidad de percibir nuestra intencionalidad a partir del lenguaje no verbal que empleamos, pues es éste el primer lenguaje que logran dominar en su desarrollo.

Pero, ¿cómo alejarnos de los mensajes tóxicos, cuando nuestra propia crianza estuvo basada en ellos?

Si los adultos provenimos de una educación tradicional basada en juicios y descalificaciones, cuando llega la etapa de ser padres solemos tomar uno de dos caminos: los orientamos a nuestros hijos de la misma manera que hicieron nuestros padres con nosotros o hacemos exactamente lo opuesto.

Lo aconsejable es que analicemos, de preferencia junto a nuestra pareja, un método de crianza en donde se pueda conciliar y ser consistentes en los métodos disciplinarios que emplearemos cotidianamente.

Por esto, para tomar las decisiones más eficientes hace falta que cuestionemos nuestra propia historia:

  • ¿Cómo nos fue en nuestra infancia?,
  • ¿Cuál es nuestra tendencia a replicar lo que hacían nuestros padres?
  • Conviene ser rudo o estricto como uno de nuestros padres o laxo y flexible como el otro?

Lo que recomiendo es que no sólo se informen, lean y consulten la opinión de expertos, sino que tomen la responsabilidad de ser críticos y ponderen, con cuidado y una actitud responsable, entre el exceso de información que nos ofrece internet.

En lo personal, a los padres que me consultan acerca de cómo acercarse a información fundamentada que les dé herramientas para alejarse de los mensajes tóxicos, los refiero a figuras como Martin Seligman, el principal promotor de la Psicología Positiva; a Becky Bailey, creadora del concepto de Disciplina en Conciencia y a Jane Nelsen y Lynn Lott, promotoras de la Disciplina Positiva.

Finalmente recordar que padres y maestros debemos de ser los mejores modelos para nuestros niños y niñas; no es “haz lo que te digo”, sino “haz como yo me comporto”. Darles la mejor muestra de lo que les estamos pidiendo, redundará en un círculo virtuoso en el que esos niños van a repetir lo mismo en otros escenarios y con otras personas, ese sí es un poderoso mensaje no tóxico.

*Directora general y fundadora de Servicios Educativos para el Desarrollo Infantil, SEDI. Es especialista en educación y desarrollo infantil con más de 40 años de experiencia en temas como inteligencia emocional, disciplina positiva y el papel de los valores como base para la educación.

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