«Hacer fotos es el secreto de mi felicidad y seguiré haciéndolo mientras siga viva»

 

Kimiko Nishimoto, de 92 años de edad, se inició en el arte de la fotografía a los 72 años y le agarró el gusto al disparador de la cámara después de asistir a un curso para principiantes, al que se anotó por iniciativa propia. Desde entonces, no ha dejado de experimentar con su nuevo pasatiempo, desarrollando un estilo propio, impregnado de humor, que le ha servido para conseguir 89k de seguidores en Instagram, desde que decidió empezar a compartir sus instantáneas en esta red.

 

https://www.instagram.com/p/BeNLRXdHpUQ/?taken-by=kimiko_nishimoto

Pese a que su movilidad es limitada -camina lentamente con ayuda de una andadera-, no duda en tumbarse en el suelo o subirse a una escalera para retratarse. «Nunca me he lesionado sacándome una foto. Siempre me centro en hacer una foto divertida, así que no pienso demasiado en el peligro», explicó.

https://instagram.com/p/BbycUNDHDe_/?utm_source=ig_embed

Su marido murió hace cinco años y uno de sus hijos la ayuda a colgar las fotos en las redes sociales. Es abuela de seis nietos y bisabuela de tres.

En 2011 tuvo su primera exhibición en solitario en un museo de Kumamoto, una ciudad del oeste de Japón, donde reside. Acaba de clausurar con gran éxito su primera exposición en la prestigiosa galería Epson de Tokio. Bajo el título Asobokane (Divirtámonos), la artista mostró durante un mes 89 de sus creaciones, incluidos sus sorprendentes selfies, fotografías de elementos naturales -como flores, animales u hojas- y coloridas composiciones psicodélicas con luces y formas.

Sobre el futuro, Nishimoto dice que solo aspira a poder seguir divirtiéndose haciendo algo que le apasiona. «Si he de ser sincera, no pienso demasiado en lo que la fotografía significa para mí«. «Solo quiero probar cosas nuevas y alegrar a la gente. Sacar fotos es el secreto de mi felicidad y seguiré haciéndolo mientras esté viva».

Definitivamente, no hay edad para ser feliz o encontrar aquello que nos alegre los días.

Todas tenemos un ikigai: una razón para vivir

 


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