Y vuelve el streaming a darnos opciones para replantear la pregunta constante ¿Qué @#*#! queremos las mujeres?… Se trata de SEX/LIFE la nueva serie de Netflix que nos muestra la dinámica de una mujer (desde el punto de vista exclusivamente femenino) que lo tiene todo (aparentemente), y que, por alguna razón o varias, la lleva a desear otras cosas, y por «otras» consideren al sexo sin control, sin límite, sin reglas, sin censura y con un «ex».

Honestamente no me encanta la serie y me parece un tema bastante gastado, pero me parece irresistible compartir mi análisis desde mi nunca humilde opinión. Aquí va.

¿Qué encontramos en esta serie?

La trama en general refuerza un montón de estereotipos que se supone, deberíamos estar más ávidos de romper que de mantener vigentes: la mujer que ahora es madre de dos, con una vida llena de comodidades, de prestigio, de confort y de amor (o conveniencia); con el marido fiel, exitoso, buen proveedor y guapo ¿perfección, no?

Es la vieja narrativa de la princesa acostumbrada a besar puros sapos, rescatada por el príncipe azul (que por cierto NO EXISTE) y que a cambio, por tener acceso a «ese todo» renuncia (ojo: por voluntad propia) a una vida sexual que «antes tenía» y que en su actual vida aburrida, extraña y mucho.

La protagonista Billie nos revela sus pensamientos estacionados en la eterna juventud de deseo y nos comparte a una mujer insatisfecha (como tantos años nos han descrito a las mujeres a través de los medios). El «ex» (Brad), protagonizado por el actor australiano Adam Demos, es el típico «maloso» que aparentemente nos gusta a las mujeres, y que (no wonder why...) no era material de «boda» (como si los hombres o las mujeres correspondemos o no a esas anacrónicas etiquetas). Lo estereotipado aquí es que la protagonista quiere tener lo mejor de los dos mundos: la buena vida, aparentemente perfecta (sin el sexo loco que ella añora) y el sexo loco con el «ex», que tiene para dar solo eso: sexo, mas por un estilo de vida propio, que por satisfacerla a ella.

Y de ahí para el real, sin ser mocha, sí se pueden dar grandes ideas para recorrer el kamasutra de ida y vuelta, ensalsado por la clandestinidad y la ansiedad que brinda cualquier relación fuera del matrimonio, y aquí me recuerda a las ya pasadas «50 sombras de Grey» que tanto alboroto causó en su tiempo y que nos remonta a pensar que el «sexo» casi perfecto (que tampoco existe) vale para arriesgar una vida por la que lo dejaste todo (muy convenientemente por cierto) y que además; existen, para ser el blanco perfecto de las malas decisiones, 2 hijos y un marido; y todo se presenta para ser un «atractivo modelo a seguir» porque hoy es aceptable la mujer empoderada y el hombre cosificado, pero si fuera el caso del hombre, sería el machismo infiel encarnado.

Total que es una serie y no nos vamos a clavar, pero sí creo que podemos ser más analíticos y menos conformistas como para dedicar horas de nuestro tiempo en historias que solo invierten los papeles, pero que, ni hombres ni mujeres, queremos o merecemos solo tener eso. Porque yo sí creo que podemos tenerlo todo, eso sí, guardando las proporciones de dejar de desear vidas de novela en el borde de la locura y considerar que también las relaciones de valor pueden dar excelente sexo, que también corresponde hacernos cargo de nuestras historias y nuestras decisiones personales para escoger pareja.

Porque hay que tener bien claro que: ni el amor es sinónimo de sexo ni el sexo de compromiso, pero tampoco de felicidad; ni el matrimonio es garantía de perfección; ni un ex es la única salida y que por algo está en el pasado… Es decir: si realmente nos vamos a empoderar sobre el sexo, por qué ponernos de instrumento para el placer de otros, por qué no terminar de reconocer que, solteros o casados pero sin hijos van en un costal y; solteros y casados pero con hijos; van en otro. Reconocer que la vida tiene etapas y que ninguna implica renunciar al «sexo», pero que a pesar de ser muy importante en la vida, tampoco es el único ingrediente de una relación y menos el que rige tus pensamientos.

Hombres y mujeres somos un balance, pero por alguna extraña razón accedemos a creer que vivir en los extremos es «vivir» es «sentir», si hablamos de rutinas viene un bostezo a la mente, pero a los niños queremos enseñarles hábitos y rutinas a cualquier precio ¿saben por qué? Porque representa estabilidad, certeza, vínculo y eso también queremos los adultos; pero lloramos por los rincones cuando no tenemos algo estable y cuando llega queremos el riesgo a flor de piel… Yo creo que no.

Para mí eso es historia vendible porque no queremos mirar y conectar profundamente con nosotros mismos, porque ello podría comprobar que los disfuncionales somos nosotros o que los que no decimos la verdad, somos nosotros. Porque en una relación real, funcional, voluntaria, adulta, con o sin hijos, las cosas importantes, incluyendo el sexo se habla, se pide, se da, se goza, se disfruta y hasta se lleva al delirante extremo si ambos quieren.

Vean la serie, tengan sus fantasías, imaginen los escenarios y tomen su conclusión. Yo creo que el buen sexo tiene más que ver con la voluntad que con el sometimiento, con el autoconocimiento corporal que con ser objeto de otro, con el deseo y los placeres a la luz y no en la sombra, no en la mentira, no en dobletear vidas. De eso hay casi en todos lados… ¿No estamos un poquito hartos?

Sexo/Vida: yo digo ambas.

Karla Lara


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