Cuando se trata de la aceptación corporal (que por cierto es todo un tema), ya se ha hablado mucho de posturas que permiten incluir a más tipos de cuerpos en el estereotipo de belleza que la mayoría considera aceptable: así, pasamos de momentos en los que la delgadez extrema (imágenes casi anoréxicas eran el ideal de belleza, en la que una Kate Moss era la aspiración) a la inclusión de modelos «curvy» que vuelven aceptable otra imagen corporal completamente opuesta y que muchos opinan justifica la obesidad o representa una reacción abierta a la gordofobia; pero que sin duda permite que más personas puedan, de alguna manera, identificarse con diferentes tallas y formas de cuerpo más grandes.

Luego, en la búsqueda del modelo a encajar, algunas nos encontramos con el «body positive», la tendencia de mostrar los que antes se escondía: sobrepeso, cicatrices, acné, celulitis, estrías, arrugas… y cualquier característica que se interpretara como defecto, dándole ahora un peso positivo del cual sentirnos orgullosas. Total, que no paramos y vamos de un extremo a otro dando nombres a corrientes que nos dan «permiso» de aceptar nuestro cuerpo (en especial a las mujeres) y creemos fluir con ello, identificándonos de una o de otra forma porque ya «pertenecemos» o «cabemos» en una talla 0 o 00; o en una XXL y ambas son socialmente aceptables.

¿Odiar nuestro cuerpo?

Lo cierto es que estas etiquetas han generado una cultura aceptable que lleva a muchas mujeres a odiar su cuerpo, resultado de la ansiedad y el estrés que sufren en su mayoría mujeres por años y años. Todo esto provoca conductas que están muy lejos del autocuidado o del amor propio y que incluso atentan contra la salud corporal y mental buscando llegar a la perfección (lo que sea que signifique): trastornos alimenticios, depresión, traumas y complejos que se manifiestan en muchas conductas y autolimitaciones, procedimientos estéticos y quirúrgicos que algunas veces no se realizan por profesionales y hasta el odio auto inflingido. Por dicha, cada día más marcas apuestan por erradicar los modelos extremos que enseñan perfección e incluyen personas de tallas diversas y eso la verdad es bastante más relajante.

Foto de @billiebodybrand en Unsplash

Navengando en el mundo digital de las etiquetas corporales ahora existe la tendencia denominada «Body Neutral»/ «Body Neutrality» o «cuerpo neutral o neutralidad corporal», por su adaptación a su versión en español, y se trata de cambiar la conversación para reconocer «lo que hace tu cuerpo» y no, «cómo luce tu cuerpo».

Este movimiento se inclina por el lado de la funcionalidad y no de la apariencia. Un ejemplo puntual es tener la capacidad de reconocer que «mis piernas me permiten correr y tener la experiencia de conocer lugares distintos; mis brazos o manos abrazan y acarician a los que amo; mis ojos me permiten leer mis libros favoritos», sin que en ello intervenga el cómo lucen sino lo que me permiten hacer y lograr.

Foto de David Hofmann en Unsplash

«Body neutral» o «Body Neutrality» es un intento de balance: ni muy muy, ni tan tan.

Ni lo amo con locura al grado de adorarlo y vivir solo para su cuidado, ni lo odio por cómo se ve o por cómo creo que se ve; porque es cierto también que tanta etiqueta ha distorsionado la imagen que tenemos de nuestros propios cuerpos y rostros.

En el «cuerpo neutral» soy capaz de aceptar mi cuerpo por lo que puedo hacer con él y a través de él y su filosofía se enfoca más en mostrar y aceptar cuerpos reales en general, sin extremos en nada, un movimiento que defienden celebridades como Taylor Swift y Jameela Jamil; y que nos ofrece tener una apreciación más relajada del mismo, sin querer cambiarlo todo y sin que tampoco signifique que estamos radicalmente satisfechas con su apariencia porque la misma no nos define.

En esta tendencia sí importa más el «cómo te sientes», por encima del «cómo te ves».

Es tener la conciencia de que tu peso, talla, altura, color de pelo, ojos o piel, o cualquier defecto o característica única de tu apariencia NO te definen y no son tú; porque no somos lo que pesamos, o lo que mide nuestra cintura, ni nuestra talla de bra.

Es entonces una visión más práctica, incluso para mí, una reinvención de lo que hay… hasta un acto de rebeldía en una cultura que nos invita a tener culto por nuestra apariencia.

Es realmente creer que nuestro cuerpo es un medio, un estuche; y no un templo al que tenemos que idolatrar. A mí en lo personal me parece una postura más cómoda y menos extrema, porque yo sí he elegido voluntariamente muchas veces etiquetar mi apariencia y en algunos de esos intentos me he frustrado. O he intentado dietas extremas y también me pasó relajar mi autocuidado al grado de descuidarme.

Finalmente hay una sola verdad: el cuerpo que tenemos es el que nos va a acompañar hasta el último de nuestros días y una sabia decisión sería cuidarlo y mantenerlo en las mejores condiciones posibles, porque no nos define pero sí nos sirve y ello, cuando es óptimo, tal vez no es; pero se parece mucho a la felicidad y en un año en el que sobrevivir parece deporte extremo, un cuerpo saludable y funcional me parece más que suficiente.

Karla Lara

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